Me asomo con desgana a los asuntos públicos de los últimos días. La corrupción atufa por todas las esquinas. Alguien dijo que, al menos desde un sistema democrático, se consigue airear lo que de otra manera seguiría existiendo pero tapado debajo de las alfombras. Aunque consuele poco, creo que tiene razón quien esto afirma. La condición humana es la que es y no conviene resignarse, pero tampoco engañarse.
Pero tampoco conviene ser equidistantes si no queremos incurrir en injusticia y en falta de precisión: no es la misma cantidad en todos los partidos y, sobre todo, no se reacciona lo mismo en todas las formaciones. Los datos son muy elocuentes y no engañan si se quiere mirar con serenidad. Así que fuera caretas y fuera también los equidistantes.
Cuando se producen casos notables de este tipo y estos abarcan a varios miembros de un partido a la vez, la opinión publicada, y la opinión común, por inducción, tienden a reclamar autoridad en alguien que ponga orden y concierto, una mano dura que enseñe a los demás el camino y las normas a que atenerse. Es lo que ahora mismo está sucediendo en el PP. A su presidente se le pide poco menos que tome un látigo y castigue a todo el que pase por delante.
Pues mira por dónde a mí me parece que corremos con ello un peligro enorme. Cuanto más concentremos los poderes más estaremos abonando la posibilidad de que crezcan dictadorzuelos de tres al cuarto y en muy poco estaremos contribuyendo a la democratización del los partidos. Es verdad que el común acepta mal la desunión en el seno de las asociaciones de cualquier tipo pero de ello bien se sirven los dirigentes para hacer callar bocas en todo momento y perpetuarse los de siempre en los cargos. Así que siempre preferiré que se desparramen y se diversifiquen las opiniones -también las equivocadas- a que nadie se mueva por miedo y por guardar las formas. Que nadie nos salve, por favor, déjennos condenarnos, o al menos que más de uno nos enseñe caminos para esa condena.
Y en esa diversidad, que salgan todos los elementos escondidos, y todas las ambiciones, y todos los liberalismos de pacotilla.
Y que, por favor, la realidad sea algo más que la realidad publicada en los medios de comunicación y lo que permiten y conceden sus estrechos juicios.
Lo malo es que eso produce titulares menos escandalosos. Y tal vez menos beneficios. Y entonces…
N.B. Y este esbozo de opinión no quiere justificar a ningún chorizo ni apandador, y mucho menos a los fariseos que predican lo contrario de lo que practican. Por si acaso.
jueves, 29 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario