domingo, 18 de octubre de 2009

ASÍ QUE NO ME FALLES

De nuevo aquí escondido, sin la sonrisa franca e inocente de la carita de Sara, que se ha vuelto a Ávila con sus padres y me ha dejado flojín y un poco mustio. Qué fin de semana de besos y caricias, de exhibición con ella por las calles de esta ciudad estrecha. Esta vez sí era yo el que henchía el pecho y me sentía feliz. Yo creo que no hacía mal a nadie. Y estaba tan feliz…

Pero la vida sigue y aquí estamos de nuevo, con el silencio a cuestas y un poco de soledad, esta vez no querida. Las civilizaciones pagan un peaje demasiado alto para transitar por eso que llaman las leyes del mercado y un progreso no sé si bien entendido. Creo que ya lo he anotado alguna vez: daría casi todo porque mis más próximos estuvieran más cerca de mí cada día. Parece, sin embargo, evidente que todo se va ajustando a las leyes del mercado y a las reglas que este jodido capitalismo y esto que llaman progreso –esos que solo ven progreso en el asunto económico- se lleva por delante todo lo que pilla, como huracán o fuego de verano. Las relaciones familiares viven a golpe de teléfono y a golpe de cuentarrevoluciones, las imágenes se cambian, acaso se intercambian solo las situaciones más mostrencas y no las más minúsculas y de cada día, las ilusiones crecen en huertos muy distintos y no siempre coinciden, las relaciones dentro del mismo núcleo familiar se resquebrajan y se articulan de distinta manera a como hasta ahora se habían dibujado…

Hace unos días comentaba con alguien mi deseo de recoger trabajos para un libro entre mis alumnos, en los que contaran la biografía de alguno de sus abuelos. Me hacía notar -creo que con bastante razón- que esa relación ya no era tan estrecha, que la situación laboral y social en la que vivimos ha hecho cambiar de manera sustancial esa relación hasta hacerla casi desaparecer, e incluso me vaticinaba la posible desaparición de la pareja humana tal como la concebimos ahora, contando ya con toda la diversidad existente. Me dejó perplejo la observación porque, al principio, me resultaba demasiado pesimista. Después le di más vueltas y ya me entró la duda, como casi siempre.

Sé de sobra que el asunto es para ensayo de premio Anagrama por lo menos, peo ahí van mis pocas líneas, como siempre, como para dejarlo al menos apuntado. Me apena ver cómo se analizan situaciones sociales solo desde el punto de vista económico, sin unas miras un poquito más altas y abiertas a todas las implicaciones.

Yo, en esto, también soy contradictorio, o al menos me reconozco en el territorio de la duda. Sigo viéndome animal social y definido desde la relación con los demás, pero a la vez me noto cada día en círculos más reducidos y con la confianza puesta en los más allegados. Cuando alguno me falla, aunque sea en algo pequeño, me disgusto es bien fuerte.

Sara, desde su autonomía y su criterio, no me debería fallar nunca. Yo intentaré hacer otro tanto con ella. Veremos.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Como la estas queriendo, Sara no te fallará nunca, ya lo veras...mi nieto cuando me voy de su lado ya me reclama, no sabe hablar pero protesta gruñendo, Sara también te lo hara saber, y a ti, se te caerá la baba "compi" abuelete.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas tardes, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

Es casi inexplicable - sólo con palabras- el sentimiento de felicidad de un nieto.
No quiero arriesgarme a parecer una "argumento", -como dirían en Lumbrales-, así que no sigo con el tema. Aunque si nos reuniéramos mojado papel, usted y yo, estaríamos horas contando las gracietas de nuestros respectivos, sin parar, y olvidando muchas en el tintero.

Saludos. Gelu