Y sentiré tus labios más allá del arco iris pues les darás colores a todas las esquinas.
La tarde se puso morada cuando te dibujaste gaviotas moradas en tus labios y saliste a la calle a devorar la luz y a gritar tus sentidos a todo el que pasaba. La calle estaba llena de viandantes; era epidemia aquello en las aceras Y todo se puso a tu servicio, se apartaron las manos y los hombros se hicieron también acera y pared para dejarte paso.
Un cigarrillo blanco se dejó hacer todo humo entre tus labios, nube densa en tu boca y olas de gris al viento de la tarde. Y el eco de los ecos de tus pasos llevó el sonido hasta más allá del horizonte.
¿Quién dibujó tu pelo para enseñarlo al mundo? ¿No ves que eres peligro en todas partes? ¿Hacia dónde tus pasos aritméticos? ¿Y tu mirada amplia?
Yo entendí la armonía del arco iris encima de tu cuerpo, con el viento celoso de tu cara y el sol sobre la lluvia, y la lluvia en tu pelo como hilillos de agua de cascada. Y como te vi ir, apresuré mi paso para no despistarme, para no perder sitio cerca de tu mirada.
Y te vi más allá del arco iris, dando luz a la tarde, dibujando colores, enseñando tus pechos al diluvio, desnuda en el abismo.
Y ya no fui yo mismo, fui la fiebre y el pálpito constante, fui un derramarme en nada, fui un ciego sin cristales, fui un juglar sin palabras, fui catador sin vino que llevarse a la boca y un autista del mundo.
Tú seguías insistente detrás del arco iris, la tarde estaba plena, mi cuerpo solo era ansias y miseria.
Y ESBOZO
Suites francesas de Bach en los altavoces de mi habitación. La suavidad me invade. No tengo prisas y el fin de semana me ilumina en todo el horizonte. Son casi cuatro días en los que no tengo ningún proyecto en la cabeza, solo lo que el impulso quiera y el cielo y el campo me quieran ofrecer. Porque saldré a la luz por esos caminos en busca de las sensaciones que se quieran unir a mí y a mis apetitos, me dejaré llevar por los senderos sin pedir nada a cambio, añoraré los días en los que los calores y las largas vacaciones me anegaban y me tenían tomado por los cuatro costados, con horizontes limpios y con las obligaciones en la despensa. Acaso sueñe algún rato la playa y el impulso sin tiempo de las olas, el atardecer pleno de luz y la amplitud del fondo.
Pero tendré de frente a la montaña, el río a los pies de mi terraza, con su sonido oscuro detrás del edificio que lo hace más pacato y escondido, con los chopos que empiezan su gradación amarilla hasta que el mes de noviembre los deje en coripatos, con los prados más verdes, con la humedad a punto entre la hierba, con el hilillo suelto que vuelve por sus fueros buscando los caminos de otras veces, con las hojas más verdes, en un intento último de morir en lo alto de su gloria, con las nubes de paso y de visita, con el cielo y el monte, con el sudor ya pálido.
viernes, 9 de octubre de 2009
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2 comentarios:
Sublime. No tengo tiempo de más. Salimos para Córdoba (lejana y sola).
Hace años que tengo ganas de vivir Córdoba, y por una u otra razón, se retuercen los caminos, y no llegamos. Que no nos pase lo que al jinete.
Un beso
Buenos días, Don Antonio Gutiérrez Turrión:
Al leer su entrada, que tan acertadamente ha calificado Sinda, se me ocure pensar en las musas de los poetas.
Me gustaría saber su opinión sobre Guiomar.
Saludos. Gelu
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