martes, 6 de abril de 2010

DE UNAS RARAS PESADILLAS

Aquel que un día cualquiera se levanta temprano, con la vida colgándole del cuerpo y que lentamente se pone en pie y se asoma para ver cómo le pinta el día en la ventana y que después de los arreglos y aseos correspondientes se piensa y se contempla en un esquema de actividades y que sale a la calle con simples deseos de airearse un poco en el parque del pueblo a unas horas en las que todavía no hay nadie y solo mandan el sueño y el silencio y que poco a poco va descubriendo cómo van apareciendo personas solitarias que acuden lentas a sus ocupaciones y que después de una vueltas al aire contempla la mañana y dice coño ya era hora de que saliera un día con sol en el horizonte y que vuelve a casa con un poco más de ánimo y pensando en lo hermosa que es la vida y en lo poco que necesita para estar en paz y en la nada que le piden por pensar y por analizar lo que por ahí sucede y que tras un desayuno frugal en su terraza se sienta cómodamente en el sillón y que pasa por sus ojitos unas cien páginas de un libro y que en esa lectura solo gasta tiempo, imágenes e ideas, y que vuelve a salir a la calle cuando ya las aceras se pueblan con gentes de diverso pelaje y que comienzan a abrir las tiendas a pesar de que es media mañana y que piensa que para qué van a abrir antes si no va a acudir ningún cliente y que compra su pan y que antes de pagar se queda mirando a las mercancías que abarrotan las estanterías de la tienda y que le viene a la mente el pensamiento ese que tanto le repiten de que dicen por ahí que es bueno gastar dinero y dar circulación a los ahorros para que así haya más actividad, se produzca más y se creen más puestos de trabajo y que entonces le dice a la cobradora de la tienda que perdone y que le deje el pan en sus sitio porque va a mirar más cosas y que comienza con unos kilitos de patatas que le gustan mucho y que al lado hay lentejas de la Armuña en saquitos y que coge tres así por lo alto y dice estas para la cesta para contribuir al desarrollo de la economía y que hace lo mismo con otras tres lechugas, cuatro pepinos, cinco kilos de naranjas, otros tantos de peras y tres limones que quedaban en una esquina y que en la sección de perfumería arrampló con tres frascos de colonia, dos de desodorante y unos cepillos de dientes con cerdas finísimas y de colores y que se lo pensó mejor y se acercó a la sección de ropa y allí se encontró con calzoncillos de colores, pijamas de rayas, camisas con cuello vuelto y dos abrigos a bajo precio por fin de temporada y que se los llevó todos y que antes de salir se encaprichó con una estantería de tres pisos que no le iba a caber en la cochera pero que no tenía mala pinta y que cuando pudo meterlo todo en un carro grande se fue a casa muy ufano porque creía que había contribuido mucho al desarrollo de la economía y que había sido solidario con el resto de la comunidad y que al llegar al portal se encontró con propaganda de una inmobiliaria y que pensó que tal vez podría hacer un esfuerzo más y colaborar con la compra de un chalecito para que así se fomentara la construcción y que no se lo pensó dos veces y que se fue a la inmobiliaria y que quedó para ir a ver la edificación el día siguiente y que volvió a casa aún más contento que la primera vez y que se sentó y se dijo qué buena persona soy y qué solidario con todo el mundo y que le dio por mirar los diarios y que leyó los gastos de las personas más pudientes en esta Semana Santa y que lo que otros días le parecía un escándalo ahora le empezaba a parecer un acto extraordinario de solidaridad y de ayuda al desarrollo y que pensó que tal vez había que felicitar a todos esos personajes por los gastos que habían realizado, por las posesiones que confesaban tener y por los proyectos de nuevas vacaciones que anunciaban para las próximas semanas y sobre todo para el verano y que pensaba también que habría que castigar con las penas del infierno a todos aquellos que vivían modestamente y sin más gastos que los imprescindibles y que se puso a preparara unas cartas de agradecimiento y otras de condena y que la primera de las de agradecimiento se la pensaba mandar al señor Botín y que le iba a nombrar el personaje solidario del año y que la primera de las de condena se la iba a llevar en mano a las monjas de un convento próximo porque apenas gastaban y así no se iba a reactivar la economía y que empezó a entender el significado completo de las procesiones de Semana Santa en todos los sitios, con sus turistas, sus negocietes y su circulación de dinero y que se paró a pensar y se sintió hundido en la miseria porque su vida había sido poco gastadora y menos dispendiosa y así no se ayudaba al desarrollo ni se mostraba uno solidario y que le empezó a entra cierta congoja y que para aliviarse abrió una botella de aguardiente y se echó unos buenos traguitos para olvidar penas y que se notó descompensado y confuso y pensó en ir al médico a contárselo por si le ofrecía algún remedio y que se marchó deprisa y que todavía no ha vuelto ni a comer siquiera y que lo andan buscando y que alguien piensa que tal vez se haya encerrado en algún antro harto de no entender nada y con el propósito de purgar los pecados y de cumplir condena hasta que se encuentre regenerado y vuelva al mundo con espíritu de gasto y que alguien le oyó farfullar palabras raras mientras se iba alejando por las últimas callejuelas del barrio más alejado.

2 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenos días, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

Pues si era usted el soñador lo tuvo que pasar fatal con los dispendios.
Por curiosidad: ¿Le gustan ahora los pepinos?.
He estado unos días sin ordenador, y he leído -de paso- los títulos de sus entradas que aparecen al margen, pero a la tarde volveré con más tiempo.

Saludos. Gelu

mojadopapel dijo...

Pues que me gusta esta entrada sin puntos ni comas y el caracter humorístico y jocoso que le has dado,jejeje.