viernes, 16 de abril de 2010

TÉRMINOS RELATIVOS

Releo mi entrada de ayer y descubro una línea que me deja confuso y, sobre todo, podría dejar más confuso a cualquiera que la lea. Es esta: “Mi aproximaciones a su realidad y a su significado (de la guerra in-civil) son históricas (menores), de lecturas no sistematizadas y, sobre todo, proceden de textos literarios”.

¿Qué es eso de que mis aproximaciones a la guerra civil son menores? Pues algo así como que necesito otro elemento de comparación y, en esa balanza no salgo bien parado. Pero ¿cuál es el otro plato de la balanza? Puede que sea mi conciencia, o las lecturas de otra persona. ¿De qué persona? ¿De cualquiera? Pues seguramente no.

Por supuesto no será ninguna persona que no haya pasado sus ojos por bastantes libros que dediquen sus esfuerzos históricos a este asunto concreto, ni serán tampoco los que no hayan leído bastantes textos que indirectamente recojan aspectos de este acontecimiento; pero sí serán todos aquellos que hayan dedicado estudios o hayan publicado libros sobre el período. Cuántos son estos? ¿Y los otros? Qué más da.

El ejemplo sirve no porque me incluya a mí sino porque ilustra el valor de las palabras y el uso prudente que de ellas tenemos que realizar. Las palabras solo aproximan, nos dan débiles reflejos de la realidad y de la conciencia, resultan ser un vehículo imprescindible que susurra pero que no acaba nunca de determinar lo que es realmente.

Descartados los conceptos absolutos por imposibles, tampoco los relativos encuentran acomodo sencillo en los sistemas lingüísticos, en las palabras que tratan de aprehenderlos. Y eso que la palabra es, con mucha diferencia, el principal camino que tenemos para acercarnos a la realidad y, por ello, para sobrevivir y poder soportarnos con algún equilibrio.

¿Es uno, entonces, esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios? Definitivamente no, aunque así figure en el acervo popular y el silencio parezca más rotundo. El hablante, yo ayer mismo, no era otra cosa que un muñeco en manos de unas palabras que trataban de dar indicio de que mis conocimientos acerca de la llamada Guerra Civil eran relativos y que podían ser un poco más amplios y detallados. Pero es que esos conocimientos necesitan elementos de comparación. Y entonces…

¿Qué observamos a diario? Pues que necesitamos códigos para poder funcionar. Pero también que necesitamos servirnos de ellos con la mejor voluntad y con amplitud de miras, para no hacer interpretaciones torticeras, interesadas y siempre a favor de corriente. Mírese lo que sucede en los campos judicial, periodístico y político y dedúzcanse consecuencias.

Si al menos se tuviera un poco más en cuenta a los especialistas en los asuntos lingüísticos… Y si se aplicara de vez en cuando el sentido común…

Y anoto aquí la anécdota de que el recuerdo a la República y a la Guerra Civil se concretó en la figura de aquel heroico hijo de Sahagún de Campos, Benito Pamparacuatro, portador de un apellido premonitorio, altruista y generoso, que pagó con su vida el hecho de ser un adelantado y proclamar la república de manera inmediata en su pueblo.

No hay comentarios: