¿QUÉ NOS QUEDA?
La implantación de la TDT ha supuesto la extensión de un buen grupo de canales que proponen al espectador otro buen puñado de posibilidades para conocer e interpretar la actualidad. Aparentemente se trata de una oportunidad que hay que aprovechar para diversificar y para contrastar informaciones y opiniones, para cribar y para que cada cual se haga su propia composición de lugar. Todas las prospecciones indican que es la televisión el medio fundamental a través del cual se informa y se forma el ciudadano. Las encuestas dan un bajo índice de lectores y nos asustaríamos si se nos dieran muestras del tipo de lectura que realizan esos lectores.
La realidad, sin embargo, dista mucho de ofrecer ese panorama diverso y positivo. Casi todo lo nuevo que se ha abierto obedece a concesiones caprichosas, injustificadas y sesgadas. Por si fuera poco, las condiciones no son propicias para cualquier bolsillo y han sido -como siempre- los grandes grupos económicos los que se han beneficiado de esas concesiones. De este modo, los accionistas son los que son y la ideología responde a sus intereses y conveniencias. A ello se le suman las cadenas autonómicas y locales que, prácticamente sin excepción, pertenecen a los poderosos del lugar.
Así vistas las cosas, el panorama resulta desolador. En todos los niveles existen polos de poder que controlan y dirigen con demasiados tentáculos la realidad, la opinión pública y la publicada.
Me fijo en la provincia en la que resido y se me caen encima los palos del sombrajo. Anoto a vuelapluma: Gaceta, Adelanto y Tribuna, tres diarios que responden a la ideología más rancia que imaginarse pueda. Todas las cadenas de radio, salvo la SER, con el mismo marchamo, y esta con los accionistas similares a los de las otras, aunque al menos dándose cuenta de que existe una franja de oyentes de centro y de izquierdas que demandan otra información y otra opinión: eso, sencillamente eso, les da el liderazgo indiscutido desde hace un montón de años, pero la estructura, en el fondo, es la misma que la de los demás medios, porque sus accionistas son los que son. Hay dos o tres emisoras de televisión que reproducen de nuevo los esquemas, la escasísima calidad y el sesgo de los anteriores medios.
En esta ciudad estrecha en la que vivo se me ofrece el mismo panorama. Los corresponsales de periódicos dejan todo que desear en información y en opinión, pero saben quién les paga el sueldo. Valga este ejemplo: en la emisora municipal (Radio Béjar) trabaja un periodista que es concejal de PP en un pueblo cercano. El panorama radiofónico no mejora en nada lo que sucede en los medios escritos. El único semanario de raigambre local (Béjar en Madrid) no supera ni los mínimos exigibles a un escolar de la ESO en las formas, y en la ideología hace izquierdoso a cualquier faccioso. Ya sé que resumo todo demasiado, pero es que, si me extendiera, las opiniones engordarían en lo negativo.
Si tengo razón en lo que he dicho -invito a rebatirlo-, debería plantearme varios interrogantes. Por ejemplo si no serán todos ellos los que tienen la razón y yo estoy equivocado; si la sociedad no tiene derecho demandar y seguir aquello que desee; o por qué no existen otras plataformas que se decidan a proponer otros medios distintos.
Puede que sea yo el equivocado, claro que sí, pero no me salen las cuentas. La libertad se ejerce cuando se puede y no solo en el papel. Quiero ir a la luna para ver cómo se pasea por allí. Pues no tengo libertad para ello porque no tengo medios ni puedo alquilar una nave. Puedo fundar un periódico. Mentira. Necesito una licencia y un capital inicial que nadie me avala pues solo lo haría un poderoso, que seguramente estaría en contra de casi todo lo que en esa publicación se proyectara.
A mí ya me han engañado demasiadas veces con eso de la igualdad de oportunidades. Que se dé de verdad y entonces yo me convierto en liberal furibundo y en individualista pertinaz. Mientras tanto, por favor, no insultar con imbecilidades mentales que no se sostienen.
Mientras esta igualdad no exista -y ni está ni se la espera-, seguiremos hablando de libertad de expresión y de aparentes posibilidades para todos, pero nos seguirán tapando la boca y apabullándonos con sus oligopolios. Y encima sacarán pecho. Cada día lo hacen más y nos han ganado hasta la calle físicamente. Tienen los altavoces, tienen los decibelios, tienen las fuerzas para que les aseguren el orden establecido, tienen los medios de convocatoria, tienen… ¿Qué les falta? ¿Qué nos queda? ¿La palabra? ¿Para qué? ¿Para gritar en solitario? Pues ahí queda este pequeño y humilde grito. Dirigido sobre todo a aquellos que se esclavizan y que además lo hacen con la sonrisa puesta y con muestras de agradecimiento. Gilipollas.
jueves, 22 de abril de 2010
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