domingo, 4 de abril de 2010

LAS MANITAS DE SARA

Definitivamente, Sara ha descubierto sus manitas. Hasta ahora eran sus ojos y era su boquita los que la ataban gozosamente al mundo. Ahora son también sus manitas. Ha parado su vista en los deditos, tan frágiles, tan pequeñitos, tan delgaditos. Hay que ver con qué atención pasa su mano por cada uno de los deditos de la mano contraria. Se queda extasiada en ellos, los mira, los contempla, los separa, los acerca, los aleja, los mueve lentamente. Y sus ojos admiran el misterio del movimiento y de la utilidad de esas cositas tan pequeñas.

Porque Sara no solo mira, admira y contempla pausadamente los deditos de sus manos. Sara ha aprendido a coordinar movimientos con ellos. Ha empezado a comprender que con ellos establece relación con los que la quieren, que son todos. Ver extender los bracitos a Sara es una delicia. No es más que una respuesta complacida al ofrecimiento que todos le hacemos para que venga a nuestros brazos, y a todos los que más quiere se los ofrece extendiditos y abiertos en señal de aceptación. Cuando quiere mostrar un cariño aún mayor, se abraza y dispone sus manitas en torno del cuerpo en una muestra de cariño que me enternece y me deja desarmado. Yo entonces también aprieto mis brazos rodeando su cuerpecito y me siento feliz por un momento.

Pero es que hay mucho más. Sara llama la atención con la voz y con el movimiento de sus bracitos. Ya no se le escapa nada y su primera respuesta es la de los brazos y la de la sonrisa. Por eso bate palmas todo el día, pues todo el día está contenta entre nosotros, y extiende los bracitos al ritmo que le marco porque se siente bien con mi voz cerca. Con sus bracitos recoge todo lo que le gusta y con sus bracitos ensaya los primeros ritmos cuando yo le canto. Hasta ha aprendido un juego más propio de otra edad: reconoce botones que le llevan imágenes que espera, y disfruta cuando consigue y logra lo que busca. Y yo con ella, claro.

Esta tarde me decía adiós con sus bracitos y con su sonrisa, y yo me quedaba triste por su ausencia pero sé que ya siempre entenderá que sus manos serán una herramienta que tendrá que cuidar y que ejercitar. Sus brazos tendrán que amar y que ofrecer, tendrán que recoger y compartir, tendrán que armar su vida y sujetar su propio territorio. El mundo está en sus manos y Sara empieza a ser consciente de su fuerza.

Pronto será la voz, y serán las palabras, y será el milagro fecundo de la vida, de la razón y del misterio, y será el conformarse lentamente pero con paso firme por los senderos largos de su existencia.

Yo quisiera llevarla de la mano, después de contemplar temblando sus deditos, sus manos, sus sonrisas. Y que ella me lleve y me sostenga cuando me falten fuerzas.
He pasado con Sara la sonrisa y los brazos que me ha ofrecido parte de esta Semana Santa. Fue semana de gloria.

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