martes, 27 de abril de 2010

Y EL HOMBRE SE HIZO HOMBRE

Tal vez lo que realmente sucedió es que el hombre logró alzar la mirada y empezó a darse cuenta de que no solo existían ideas e imposiciones vertidas desde el vértice de una pirámide e interpretadas por unos seres eclesiásticos dogmatizados que conjugaban sus fuerzas con el poder civil.

Y, al alzar la mirada sin tanto miedo, descubrió la presencia de la realidad, de esa realidad tan amplia como concreta, tan ingente como real, que llamamos el universo. Desde ese momento, el ser humano racional se descubrió también a sí mismo formando parte de esa realidad natural y la mirada se extasió tanto al mirar al cielo como al mirar al suelo. Como la realidad externa tenía medidas y razones, también el hombre se encontró capaz de medirse y de aficionarse a sí mismo. El camino para la investigación y para el desarrollo de las ciencias estaba abierto. En la medida en que esas fuerzas y aventuras podían ser investigadas por el ser humano y repercutían en él mismo, se abría paso ese concepto tan amplio y subyugante que llamamos Humanismo. La capacidad humana tenía su base en la capacidad para investigar y para crear, y en eso mismo estaba su propia libertad. El mundo clásico fue esencialmente cosmocéntrico, el medieval teocéntrico y el renacentista antropocéntrico. El hombre medieval, sometido a la voluntad divina y siempre pendiente de las voluntades y deseos ajenos, sin capacidad ni autonomía para equivocarse o para acertar en sus propias aventuras, dio paso a un ser humano optimista, autónomo, curioso, emprendedor, con gran autoestima, con una mirada puesta en el futuro y con gran confianza en sus propias posibilidades, humano y humanista en definitiva.

Así lo refleja Pico della Mirandola: “Por esta razón, Asclepios, el hombre es una gran maravilla, un viviente digno de reverencia y honor. Pues pasa a la naturaleza de un dios como si él mismo fuera un dios. Cultiva la tierra, se mezcla con los elementos mediante la rapidez del pensamiento, con la grandeza de su mente baja a las profundidades del mar. Todo le está permitido: el cielo no le parece demasiado alto, porque lo mide como si estuviera muy cerca de él gracias a la sutileza de su espíritu. La mirada de su espíritu no es ofuscada por ninguna niebla del aire; la tierra nunca es tan densa o compacta como para impedir su trabajo; la inmensidad de las profundidades marinas no turba su vista que se sumerge. Él es a la vez todas las cosas, él está a la vez en todas partes”.

La clave ya está en el ser humano y en su nueva categoría de ser libre y pensante. Por eso una revolución tecnológica fue posible en todos los apartados del saber y todas las ciencias se pusieron en marcha. Pero este hecho ingente solo fue posible porque en la base se había producido la revolución antropológica que dejaba al ser humano en el vértice de la actividad y de las decisiones. Por encima o al lado de la naturaleza son posiciones diversas según los pensadores, pero, en cualquier caso, ya autónomo y con otras tareas apasionantes.

Giordano Bruno lo veía de esta manera: “ Los dioses le han dado al hombre el entendimiento y las manos, y le han hecho semejante a ellos, dándole facultades sobre los otros animales; lo cual consiste no solamente en poder obrar de ordinario según la naturaleza, sino también fuera de las leyes de la misma; y así, formando o pudiendo formar otras naturalezas, otros cursos, otros órdenes con el ingenio, con aquella libertad sin la cual no habría dicha semejanza, vino a erigirse en dios en la tierra. Aquella, por cierto, cuando llegue a ser ociosa, será vana, tal como en vano está el ojo que no ve y la acción por medio de las manos y en la contemplación por medio del entendimiento, de manera que no contemple sin acción, ni obre sin contemplación”.

No está mal. Qué pena que en este país estrecho todo quedara en una minoría exigua y sin capacidad para influir en casi nada. Y, por si fuera poco, Trento vino a segar casi cualquier posibilidad y la corte de Felipe II taponó cualquier salida, incluso la de la formación en otros lugares más alfabetizados. Y así casi siempre. De aquellos polvos vienen estos lodos.

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