lunes, 12 de abril de 2010

Y ME LLAMÓ EL CARTERO

Y me llamó el cartero, un cartero especial. Era mujer y no me traía cartas. Siempre llaman al último piso. ¿Qué temen, que baje alguien a darles con la correspondencia en las narices? Desde el último piso es más difícil intentarlo y bien que lo saben. Menos mal que la gente suele aguantar todo lo que le echen y al menos no me levantó de la cama ni tampoco me llamaron directamente al timbre de casa para espetarme en mi propia cara alguna frase angelical o bíblica.

-¿Me puede abrir, por favor?

- Claro que le puedo abrir; siempre que funcione el telefonillo, ¿cómo me formula tal pregunta?

Mi mosqueo ya se pone en marcha.

Al cabo de un instante vuelve a sonar el timbre:

-Que si me puede abrir.

-Ya le he dicho que sí. Supongo que lo que quiere no es comprobar la posibilidad sino la realidad de que le abra la puerta. ¿Para qué?

Una voz asustada me responde:

-Traigo La Gaceta.

-Pero es que yo no quiero La Gaceta, no tengo interés en leer ese periódico.

Me reservo las razones por las que no quiero leerlo.

-¿Pero me puede abrir?

-Que ya le he dicho que sí, que no estoy manco y el telefonillo funciona.

Desisto de explicarle concreciones y aprieto la tecla. Oigo el movimiento de la puerta mientras me vuelvo a mi terraza pensando en todo ese mundo de la publicidad y en el acoso cada vez más evidente de la actividad propagandística. Y actualizo mentalmente otra actuación tan frecuente como la anterior. Se trata de las personas que acuden a otro piso distinto al que yo habito pero del mismo edificio.

-Soy Pepito Pérez, ¿me puede abrir?

-Perdone pero no lo conozco.

-Voy al octavo equis.

-Este es el noveno zeta, se ha equivocado usted de letra.

-Es que he llamado en la letra equis y no me responden.

-Pues será que no están en casa.

-Seguramente, por eso llamo a la letra zeta.

-Pero, caballero, perdone, ¿para qué quiere que le abra si las personas a las que viene a ver no están en casa?

-Ay, usted perdone, no se ponga usted así.

-En realidad, yo creo que quien se ha puesto raro, piénselo, es usted, que se empeña en que le abra la puerta para ir a un piso en el que no hay nadie.

Y al cabo de un buen rato, bajo por mi ascensor y me encuentro con La Gaceta en el portal. Recojo un ejemplar y lo ojeo. Tenía prisa pero me detengo unos segundos para mirar la portada. Y sigo con mi capacidad de extrañeza. De las cinco columnas, cuatro, en tres cuartos de página, están dedicadas otra vez a la Covatilla. Ojo al dato: “La Junta impulsa más plazas de aparcamiento para la Covatilla”. El resto se distribuye entre asuntos de Semana Santa y actuaciones del municipio.

Tenía prisa pero me siento. Así que La Junta “impulsa” más plazas de aparcamiento en la montaña. Impulso: Instigación, sugestión, deseo o motivo afectivo que impulsa a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar… Coño, del latín impello, o impulsum de toda la vida, golpear, empujar, animar… O sea que ahora es La Junta la que anda metiendo prisa para hacer nuevas plazas de aparcamiento en la sierra.

Al margen de la bondad, o acaso de la evidente maldad, de que esto se produzca, ¿no es esto el mundo al revés? ¿No se cumple normalmente que son los dueños del negocio y los lugareños que piensan salir beneficiados los que impulsan las actividades con sus peticiones y sus ruegos, y son las autoridades públicas las que se lo piensan y analizan los pros y los contras antes de conceder subvenciones que salen del dinero de todos los contribuyentes? ¿De verdad que es La Junta la que impulsa? ¿O será que no sabemos escribir? ¿O será que, una vez más, nos ponemos al servicio de quien nos ponemos y servimos al señor sin pudor y sin verdad, dando a entender lo que en realidad es sencillamente mentira? ¿O serán las dos cosas a la vez?

Este periódico, como todos los que por aquí se publican, tiene los accionistas que tiene, todos sirven a quien sirven y no se recatan en absoluto en disimular nada. Después vendrán muchos de los llamados historiadores que se conforman con volver a copiar los documentos tal como los encontraron escritos y así cíclicamente van repitiendo la Historia.

Una golondrina no hace verano, pero es que esto está lleno de nidos en cada línea.

Me encantaría leer periódicos locales y provinciales en público para analizarlos y comparar interpretaciones. No conozco a nadie que promocione estas actividades.
Así que cojo La Gaceta y la tiro al contenedor de los papeles y sigo mi camino pensativo. A la vuelta de la esquina vete a saber qué otra sorpresa me aguarda.

1 comentario:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, D. Antonio Gutiérrez Turrión:

Hoy su escrito me ha hecho reír hasta llorar.
¡Pues sí que tiene usted variedad de charlas por el telefonillo!. ¡Y cada una con su sorpresa inclusa!.
Imagino el ir y venir, si se quiere tener la centralita atendida, en un edificio con nueve pisos y -seguramente- más de una puerta por rellano.
¡Qué paciencia!. A más de algún santo del santoral le han inventado menos méritos para su canonización y subida a los altares.
En la segunda parte, me ha recordado a mi abuela. Cuando quería referirse a alguien que no le inspiraba ningún crédito decía: Es más mentiroso/a que la homónima que usted cita añadiendo "del Norte".
Y lo de la Covatilla, con otros nombres, pero el mismo fondo, es general en nuestra geografía nacional. Hay que hacer algo para que surjan unos dineros, que suelen estar en el aire, y crear el empleo suficiente para transportarlos a las Empresas y a las cuentas de los amigos.

Saludos. Gelu