viernes, 2 de abril de 2010

CON LA CRUZ A CUESTAS

Jueves Santo. Día del amor fraterno. Los legionarios acompañan al Cristo de Mena en Málaga. Gente de toda España acude a ver este acompañamiento. Un legionario afirma que ese acto es lo máximo para un soldado de ese cuerpo: “Soy soldado de la muerte y todo por la patria”. Y olé. La Madrugá se hace plena en Sevilla. En Zamora procesionan con las capas pardas y los envoltorios de la muerte. En Valverde de la Vera salen los Empalaos para hacer su estación de penitencia. Miles de turistas aparcan sus coches en hileras que ocupan la carretera hasta varios kilómetros fuera del pueblo. En Aragón y en la Mancha se quedan sordos a base de golpes de tambor… En Béjar hay procesiones casi cada día de la semana (tendría que acercarme un día a alguna)… Media España anda de procesión. Los poderes públicos gastan del dinero común ingentes cantidades en policías, ejércitos, cortes de calles, donaciones, subvenciones, exenciones, publicidades, acompañamientos…

¿Por qué el ensañamiento en la pasión? ¿Por qué el juego constante con la muerte? ¿Por qué esas contradicciones entre los días de pasión y el comportamiento del resto del año? ¿Por qué yo leo el Evangelio de otra manera tan diferente?

A cualquier creyente de una religión, o de cualquier agrupación política, le acecha un peligro continuo, el de sentir y proclamar el rechazo del escéptico y del que busca aristas y contrapesos a los dogmas y a las verdades que no se discuten; prefiere al creyente de otra religión antes que al menos sumiso en la suya. Sospecho que hay un buen grupo de ilustrados que sienten desaliento ante la dificultad extrema de proponer razón antes que solo liturgias externas, sentido común antes que justificaciones solo emocionales y apertura de miras ante dogmatismos. En este país esa dificultad seguramente se agudiza.

Es Jueves Santo. Igual que el jueves de la semana pasada, la desigualdad y la injusticia se mueven a sus anchas por las calles de España. Tal vez al Cristo le gustaría encabezar una procesión con el ánimo de protesta y con el grito y la saeta en la boca para exigir igualdad de oportunidades.

“OH, no eres tú mi cantar,
no puedo cantar ni quiero
a ese Jesús del madero
sino al que anduvo en el mar.”

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