miércoles, 7 de abril de 2010

SABES CUÁNTO TE QUIERO

El tiempo es la suma de un número impreciso de imágenes y de hechos que se van renovando y que dejan paso a nuevos episodios y a nuevas imágenes en un desfile interminable. Algunos hechos se asientan y toman cuerpo hasta convertirse en centros de referencia vitalicia, en edificios emblemáticos que hay que visitar siempre, que siempre aparecen en cualquier esquema, que son portada de cualquier guía, que son apartados primeros en cualquier esquema. Por eso se repiten sus recuerdos, por eso hay fechas únicas, por eso sus momentos detienen el paso de los demás hechos.

Hoy todo es para ella, para su recuerdo y para su presencia. Hace un año que falleció mi madre. Creo que su recuerdo y su imagen la he tenido siempre conmigo, aunque no la haya expuesto demasiado en estas páginas y en esta ventana. Fueron muchos años a su lado, a mi lado, compartiendo enfados y alegrías, viendo pasar el tiempo en compañía, anotando en nuestras agendas muchos de los pormenores de lo que nos rodeaba.

Se agolpan hoy un poco más en mi memoria acontecimientos y detalles de toda nuestra trayectoria, los revivo en silencio y me doy triste cuenta de que no puedo anotar ninguno nuevo, solo revivir los pasados y, si acaso, darles una versión un poco diferente.

Los últimos dos años fueron intensísimos, en una espera desesperada porque el fin era próximo y notorio, porque el dolor aumentaba, porque la vida se degradaba por momentos. Creo que entonces buena parte de mi familia hizo piña y se portó de manera sobresaliente.

Durante la semana pasada ha estado mi nieta Sara con nosotros. Aprovecho siempre que viene a vernos o nosotros vamos a pasar un día con ella para servir de conductor con su carrito. Me siento confortado llevando aquel tesoro por la calle. Cuando estos días paseaba por la plaza, por mi plaza, me sentía en las mismas condiciones que cuando paseaba a mi madre en su carrito, al amparo del sol de septiembre y de octubre. La recordaba, y la recuerdo, pequeñita e indefensa, llevada ya por el peso de la memoria y de la desmemoria, solo a la voluntad de mis manos, de nuestras manos y de nuestro cariño. Y recuerdo muy nítidamente aquel momento en el que posé su mano en el vientre de Merce cuando esta guardaba en su seno a Sara y mi mano era un intermediario que se sentía en medio de aquel paso del tiempo entre varias generaciones… Son solo dos ejemplos de mi recuerdo y de mi cariño… de que el tiempo pasa.

Hoy el día tiene que ser un poco más para ella, para su recuerdo, para todo lo que ella representó y sigue representando para mí, para su presencia, para su ausencia.

La mañana nació con nubes en el horizonte, pero el día ha ido despejando. Desde la ventana de mi terraza he mirado hacia el cementerio donde reposan tus restos, madre, y me he sentido triste. Iré a verte esta tarde. Y seguirás conmigo todo el tiempo. Sabes cuánto te quiero.

2 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

¡Qué maravilla de terraza la suya!. No me extraña que escriba usted tan bonito.

Segurísimo que su madre sabía cuánto y cómo la amaba.

Había pensado poner algún comentario a alguna de sus entradas últimas, pero lo dejo para mañana.

Saludos. Gelu

mojadopapel dijo...

Pasará el tiempo y su recuerdo no disminuirá, al contario,lo tendrás cada día más presente en todos tus actos y los de tu familia.