sábado, 19 de diciembre de 2009

"...NI EN LA ÁSPERA MONTAÑA"

Qué frío el de estas mañanas que anuncian el invierno pero con aquella fórmula latina de aparecer de golpe, “in medias res”. Coño, que hay que dar un tiempo para acostumbrarse y acomodarse con calma en el sillón, ponerse la bufanda que anda por ahí perdida, encasquetarse si se tercia la gorra bilbaína y montarse la capa para lucir palmito por las calles de esta ciudad estrecha.

El caso es que hoy también hacía mucho frío. Y Manolo no me había esperado, seguro de que no acudiría a la cita mañanera de nuestros sábados por el monte. Razones tenía para ello pues lo dejé anoche con la palabra caída al teléfono.
Pero algo me sucede que me levanta y no me deja en el colchón lo que a mí me gustaría. Get up, colega, que son las ocho y media. La mañana está clara y el cielo despejado. Tan solo apunta la “vaca” bejarana cerca de la Covatilla. El viento parece que se ha calmado de los envites nocturnos y acaso se ha dormido. A la calle.

Tengo que subir en coche hasta Llano Alto; hasta allí se ha encaramado ya Manolo, que ha salido andando media hora antes. La estrecha carretera que asciende hasta el Castañar deja brillar una finísima capa de hielo, tan fina como brillante. Se podría esperar algo más escandaloso y visible pero seguramente el propio viento y la sequedad del ambiente no han permitido que se haya posado en el suelo nada más.

Desde Llano Alto se divisa esta mañana todo el paisaje serrano. Apenas otra finísima capa de hielo en lo alto de la loma de la sierra, esa loba que este año no carga sus ubres de leche blanca ni a tiros. Miro a la Covatilla y me imagino a la gente deseosa de esquiar y con las ganas pendientes de que algún día se puedan desfogar.

Pero hoy no hay materia, qué le vamos a hacer. Mientras tanto, los mentirosos -he dicho mentirosos- periodistas seguirán proclamando que vienen miles de esquiadores y que estamos en tierra de Jauja. ¿Por qué mienten? ¿A quién benefician? ¿Qué consignas obedecen? Está bien el optimismo, pero la mentira continuada en mí produce enfado.

Decidimos subir hasta la Peña de la Cruz, pero hace frío y propongo hacerlo por el camino llamado de los Registros. Y por allí, entre árboles desnudos ya, vamos ascendiendo, un poco más resguardados del viento. El trayecto se hace corto pues el frío invita a andar de prisa y sin pausa. De modo que en poco tiempo nos ponemos arriba. El refugio que hay en lo alto tiene las puertas cerradas y nos engaña pues nos hace pensar que no hay nadie en él. No es verdad. Empujamos un portón y llega hasta nosotros el calorcito que desprende una todavía humilde lumbre que arde al amparo de una chimenea.

Hoy no habíamos subido viandas, esas que tan buenos momentos nos hacen pasar otros sábados, y nos surtimos de las que nos sirven en el pequeño bar. Al cobijo de la lumbre charlamos, bebemos, comemos un poco y dejamos pasar el tiempo. Demasiado tiempo. Acaso el frío no nos invitaba a salir de nuevo a la intemperie.

Pero lo hacemos, y con prisa, sin detenernos apenas a contemplar el infinito paisaje que desde aquella cota se divisa. Ahora el viento nos da de cara y yo lo soporto peor. Así que a caminar en busca de mejores sitios. No los conseguimos hasta que el coche en Llano Alto nos vuelve a ofrecer su refugio y su calefacción. En él descendemos lentamente de nuevo hacia la ciudad. Hoy el paseo ha sido corto pero cada día ofrece su oportunidad y hay que entender que no siempre se puede hacer todo lo que uno quiere.

Qué alegría llegar a casa (get home, que hoy estoy inglés) y meterse debajo de la ducha caliente (have a hot shower) y aparraplanarse (que también puedo sentirme extremeño) en el sillón. No cumplo con menos que con tomar en mis manos un libro de fray Luis de León y dejarme llevar por algunas de sus composiciones, traducciones e imitaciones de Virgilio o de Horacio: “Tityre, tu patulae recubans sub tegmine fagi silvestrem tenui musam meditaris avena…” Tú, Títiro, a la sombra descansando, / desta tendida haya, con la avena / el verso pastoril vas acordando. / Nosotros, desterrados; tú, sin pena, / cantas de tu pastora, alegre, ocioso, / y tu pastora el valle y monte suena // TÍT: Pastor, este descanso tan dichoso / dios me lo concedió, que reputado será de mí…”

En toda mi habitación suena un concierto barroco (Albinoni, Vivaldi, Bach, Pachelbel, Monteverdi… Mi sillón me acoge y me acuna. Mi imaginación se pierde de nuevo por los versos de otra composición: “No siempre descendiendo / la lluvia de las nubes baña el suelo; / ni siempre está cubriendo / la tierra el torpe yelo, / ni está la mar salada / siempre con tempestades alterada. // Ni en la áspera montaña / los vientos de continuo haciendo guerra, / ejecutan su saña…” No siempre… No siempre… Aquí no… “Mi trabajoso día / hacia la tarde un poco declinaba, / y libre ya del grave mal pasado / las fuerzas recogía, / cuando, sin entender quién me llamaba, / a la entrada me hallé de un verde prado, / de flores mil sembrado…”

Y el calorcito… Y el sueño placentero…

No hay comentarios: