Claro que la vida es ansí. Lo dice Baroja en una de sus novelas. Y yo, desde mis limitaciones, lo compruebo y lo corroboro.
La vida tiene límites difusos, aunque en el tiempo parezca que los tiene bien precisos. Porque nacemos con una etiqueta en la que cuelga una fecha pero nadie nos pidió opinión para que aquel suceso se produjera ni tuvimos noticia ni consciencia del hecho real. Y, si pensamos en el límite final, también lo imaginamos con fecha bien concreta pero será difusa su manera y sus últimos momentos no nos corresponderán seguramente. Y hasta es mejor que no nos correspondan.
Así que todo es el discurrir del tiempo, el espacio que media (qué situación tan rara usar espacio para hablar de tiempo) entre el principio y el final, ese día a día y ese momento a momento que nos va arrastrando y al que oponemos alguna resistencia o por el que nos dejamos llevar tal vez porque nos puede la desidia o acaso porque nos asustan las fuerzas exteriores, tan apabullantes ellas y tan formidables.
Dice Baroja lo siguiente: “!El mundo es ansí! Es verdad. Todo es dureza, todo crueldad, todo egoísmo. ¡En la vida de la persona menos cruel, cuánta injusticia, cuánta ingratitud!... El mundo es ansí.”
Qué tipo tan pesimista. ¿Tendrá razón acaso? La naturaleza de las cosas las empuja siempre en el sentido de la supervivencia y, en el camino, arrastran todo lo que encuentran con tal de conseguir ese propósito. Olvidarlo no es inteligente y, sobre todo, no nos sitúa en la realidad. Pero acaso esa lucha tan egoísta anda organizada de tal modo que su propia supervivencia dependa precisamente de cierto grado de solidaridad y de igualdad entre sus miembros. El mundo capitalista no puede, por ejemplo, permitirse el lujo de desprenderse de los obreros porque son los consumidores de sus productos. Lo mismo le sucede a la persona, que no puede dar un paso sin la presencia de los otros, esos a los que tanto desprecia en demasiados casos y de los que se alejaría en demasiadas ocasiones.
Seguramente, cuando los contrastes son más dolorosos es cuando comprobamos que tal vez producimos el mayor daño entre las personas más próximas a nosotros, aquellas a las que también dispensamos los mejores cuidados y a las que entregamos los mejores momentos. Es mejor no pensar en hacer alguna suma de hechos de este tipo para no desanimarnos. Menos mal que también entre los más próximos actúa con más eficacia el resorte de la reconciliación.
El mundo es ansí, lleno de momentos para tirar a la basura. Pero lleno también de momentos que merece la pena conservar y repetir.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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1 comentario:
Si señor la vida es ansí, llena de momentos dulces y terribles.... larga vida para poderlos escribir.
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