domingo, 20 de diciembre de 2009

¿MI CORAZÓN EN TIERRA?

Terminan sin éxito los trabajos para localizar los restos de Lorca. Los comentarios y las conjeturas no se han hecho esperar. Repasar alguna de estas manifestaciones es echarse a llorar, o a temblar.

¿Qué cuerpo toman ahora las negativas de la familia a estos intentos? La imaginación se dispara y tiene el campo abonado para ello. ¿Qué pudo hacer el régimen de Franco con un cadáver que tan molesto le resultaba para su propaganda? Ojo a este dato. ¿El asunto de la memoria histórica carece de sentido como afirman bastantes al hilo de este fracaso? ¿Hay que seguir buscando? ¿Lorca somos todos? Y así, tirando del hilo, hasta que se acabe la madeja.

Al final creo que tenemos que volver a preguntarnos, como en la historia aquella, qué es lo realmente importante. En la historia alguien tuvo que cortar las conjeturas y soltar el exabrupto: “¿Pero es puta o no es puta?” Lo demás tal vez importa menos y diluye nuestra atención.

Lorca fue un ser sensible en un grado que es difícil de hallar y esto ya sería bastante. Sufrió una vida a la que él le prestó alegría y sinergias positivas a raudales. Tomó partido por unos grupos sociales determinados: los marginados (él lo fue, y mucho) y por la legalidad republicana. Cuando estalló la rebelión militar estaba donde tenía que estar, o sea con la democracia y no con los pistoleros. Nadie puede dudar de que fue vilmente asesinado y de que lo fue por razones sociales y políticas, sin ninguna acusación formal y sin ninguna defensa. Que el asesinato se produjera en un lugar o en otro no aporta nada importantes, salvo la vileza de aquellos que tal vez hasta cambiaran el cadáver de lugar para ahorrarse críticas y vergüenzas. Como personaje público y reconocido, Lorca puede muy bien representar a todos aquellos que como él fueron eliminados y quedaron en cualquier lugar, al amparo del sol y de los tiempos. Nada, nada, absolutamente nada rebaja este fracaso en la búsqueda de sus restos ni el valor de su obra ni el símbolo de sus persona, ni la maldad de sus asesinos, ni la villanía del levantamiento militar, ni, por encima de todo, el valor de toda su obra.

Porque a Lorca realmente hay que seguirlo buscando en la obra, en sus poemas, en sus textos teatrales, en su vida intensa, en sus manifestaciones, en todo lo que configuró una vida realmente extraordinaria. Todo eso supera el valor del tiempo y del espacio, ese espacio que alguien quiere acotar en unos metros cuadrados y que se expande hasta cualquier lugar en el que exista un texto o un recuerdo del poeta y del dramaturgo. A todos los que parecen alegrarse con este casual “fracaso” hay que darles con los versos del Romancero Gitano en las narices y en la cabeza para ver si es posible que se les ablanden un poquito y se les vuelvan más sensibles y comprensivas.

No es fácil: en este país parece que la sensibilidad y la misericordia con los demás no generan beneficios ni sirven para ganar elecciones. Y ya se sabe que, por aquí, por desgracia, lo que no son cuentas son para algunos solo cuentos. País…

En 1919 escribía Lorca este poema:

ÁRBOLES

¡Árboles!
¿Habéis sido flechas
caídas del azul?
¿Qué terribles guerreros os lanzaron?
¿Han sido las estrellas?

Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros,
de los ojos de Dios,
de la pasión perfecta.
¡Árboles!
¿Conocerán vuestras raíces toscas
mi corazón en tierra?

1 comentario:

gel dijo...

Qué emoción intensa comparto contigo y sus raíces...
El árbol vivo se me antoja testimonio de la memoría colectiva.
Un abrazo.
gb