jueves, 17 de diciembre de 2009

MIRADAS PELIGROSAS

Me sorprende el espejo del pasillo
-al fondo, a la derecha:
será que paso siempre cabizbajo y con prisas-.
Hoy me ve desde el fondo la mirada
de una figura vieja, cansada y taciturna,
cargada con el peso de la vida.

Le pido amablemente que se aparte.
Me obedece y, en plano secundario,
me saluda otro anciano de edad indefinida,
despojado del manto de su piel.
Lo reconozco en sus quebrados huesos
y trato de abrazarlo en su esqueleto.

Me dice con ternura que todo es imposible,
que tras él pide paso otro espacio vacío,
una casa deshecha, un sepulcro sin tiempo,
el hábitat continuo de oscuros animales
que inician la cadena de otro proceso eterno.

Aún queda como el eco de una sombra
en un espacio denso, oscurecido.
Y sueño su presencia
aunque mis ojos ya no divisan nada.

Me voy como prendido en esa sombra,
el último refugio desgastado,
la luz definitiva del mundo del olvido.

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