Hoy paseé de nuevo por las calles de Ávila. Lo hice esperando a Sara, que sigue resistiéndose y ya no sé si en realidad estoy “esperando a Godot”. Pero sé que está ahí y que vendrá muy pronto. La seguiré aguardando con la misma impaciencia. Vamos, Sara, mi niña, que nos tienes en ascuas.
Ávila es, dentro de sus murallas, una ciudad completamente medieval. Sus enormes caserones, casi todos palacios de antiguas casas nobles, se han convertido hoy en edificios de la administración oficial o en restaurantes y hoteles sólidos como la misma ciudad entera. En medio de esa piedra tan rocosa no pueden sobrevivir más que espíritus también rocosos, estilizados y casi eternos.
En una de sus plazuelas se ha erigido una estatua al poeta de poetas, a Juan de Yepes, a san Juan de la Cruz. Y, en lo alto de la pared granítica, por detrás del frailecillo, se ha escrito una lira de las más reconocidas de su Cántico Espiritual. Son aquellas inigualables palabras que las criaturas responden a la angustiosa pregunta de la esposa: “Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura, / vestidos los dejó de su hermosura.” ¿Será esta la estrofa más hermosa de toda nuestra literatura? En todo caso, está entre las mejores.
Cuántas veces la he imaginado y cuántas veces me he quedado perplejo y emocionado con cada una de sus palabras. Hoy me quedé mirándola e imaginando de nuevo lo que representaba cada término. Y me atreví a pensar que, dentro de aquella estrofa inigualable, había algo que me resultaba descompensado. Los dos primeros versos glosan un contraste infinito e insuperable entre la lentitud del gerundio “derramando” y la rapidez del sustantivo “presura”. Yo mismo me regodeaba y me regalaba la mente viendo el proceso de derramar lentamente, hasta las mil gracias, una por una, así, como sin prisa, “derramando”, que todo le sobraba y a todo hacía partícipe. Y también “con presura”, sin detenerse, sin dar explicaciones, sin exhibirse nada, como quien lo da todo sin que se entere nadie. Insuperable, sencillamente sublime, casi “inefable”.
Algo similar me ocurría pensando en lo que aportan los versos tres y cinco: “y, yéndolos mirando /… / vestidos los dejó de su hermosura.” De nuevo la lentitud de la mirada (“yéndolos mirando”), la contemplación, la comprobación de cómo queda todo, la satisfacción y la complacencia, la obra bien hecha. Y los sotos hermosos, abducidos, transidos con la luz de la hermosura, hermosos por haber sido mirados con mirada hermosa, contaminados y teñidos por los atributos de aquel feliz mirón, hermosos sobre hermosos, ya todos en la misma hermosura que el sujeto que pasó con presura.
¿Dónde, entonces, el fallo o el resquicio de imperfección? Pues ese verso cuarto (“con sola su figura”), segundo complemento, que me parece fuera de simetría, que sobra en el discurrir fónico y que le resta acaso un poco de fuerza y de exclusividad a la mirada del tercer verso. Basta con la mirada pues todo lo hipnotiza y lo transmuta, lo vierte en arco iris y en bondad. Ya sé que es una lira y que tiene sus propias exigencias, pero me pareció que ese cuarto verso bajaba del séptimo cielo hasta el sexto, que más abajo no cae ninguno de los de este poeta de poetas.
Sé que no tengo permiso para jugar con fuego. Afirmo mis respetos y mi devoción por escritor tan grande. Pero hoy quise jugar unos momentos con el rey de los reyes. Acaso fue un deliquio ante tales palabras. “Quedeme y olvideme…”
¿Hay alguien que eche su cuarto a espadas? San Juan es un frailecillo muy menudo y no se enfadará demasiado.
lunes, 1 de junio de 2009
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4 comentarios:
Me parece muy cabal tu valoración de la estrofa, y efectivamente el verso cuarto adolece de cierto desdoro: a mí me parece superfluo y redundante; el explicitar (el explicar) que su sola mirada fue la que dio belleza a todo rompe el armonioso equilibrio del conjunto.
Y sobre la supremacía de esta suprema estrofa respecto de otras del mimo fraile sería largo y ameno discutir… Pero no es el momento. Sí lo es corregir la tilde de “olvídeme”, que ni tan insignificante lapsus merece la poesía de San Juan.
Y en cuanto a Sara, que tanto se hace esperar, estoy seguro de que cuando se haga moza también irá “mil gracias derramando”. Tus versos de San Juan me trajeron a la memoria el soneto de un enamorado a su amada:
Tanto gentile e tanto onesta pare
la donna mia quand’ella altrui saluta,
qu’ogne lingua deven tremando muta,
e li occhi no l’ardiscon di guardare.
Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente d’umiltá vestuta;
e par que sia una cosa venuta
da cielo in terra a miraclo mostrare.
Mostrasi si piacente a chi la mira
che dà per li occhi una dolcezza al core
che ‘ntender no la puó chi no la prova,
e par che de la sua labbia si mova
un spirito suave pien d’amore,
che va dicendo a l’anima: “Sospira”.
No los tradujo mal Dámaso Alonso, aunque siguen siendo más hermosos en italiano:
Tan gentil, tan honesta en su pasar,
es mi dama cuando ella a alguien saluda,
que toda lengua tiembla y queda muda
y los ojos no la osan contemplar.
Ella se aleja, oyéndose alabar,
benignamente de humildad vestida,
y parece que sea cosa venida
un milagro del cielo acá a mostrar.
Muestra un agrado tal a quien la mira
que al pecho, por los ojos, da un dulzor
que no puede entender quien no lo prueba.
Parece de sus labios que se mueva
un espíritu suave, todo amor,
que al alma va dicíendole: “suspira”.
Así ha de ser Sara, la “principesa”, y hoy le dedico estos versos, que el Dante escribió a su Beatrice.
Buenos días:
(Todo sea por San Juan de la Cruz, que no san Juna. ¡Ni en bromas!, ¡eh?).
A ver. San Juan podía ser un frailecillo muy menudo, que aceptaría riendo que Santa Teresa de Jesús, con su sentido del humor, le llamara "mi medio fraile", pero se enfadaría, seguro y no permitiría, que en boca del Amado, colocaran mal la tilde en "olvideme", de modo que diera sentido contrario a lo que él quería decir.
El Amado dulcísimo, nunca diría: olvídeme, a nadie. Y mucho menos a su Amada.
No estamos en el teatro del absurdo. Estamos en Poesía mística. Las tildes, de más o de menos, pueden tener más o menos importancia, pues no todo el mundo tiene obligación de tener unos estudios. Pero quienes imparten conocimientos a los alumnos, sí que tienen la obligación de saber colocarlas en su sitio. Y de revisar los textos, antes de colgarlos en internet, o en la pizarra de su clase.
Si no la música chirría. Hay algo que no se cree. Un día puede hacerte llorar, pero la música, no se mantiene. Hay algo que falla. Que no es de verdad.
Saludos. Gelu
P.D.: Una coincidencia, increible. Tal día como hoy, 1 de junio, pero del año 1977, tenía lugar la grabación en Madrid, del CANTICO ESPIRITUAL, de Amancio Prada.
Laus Deo
Gocémonos escuchando los versos de San Juan, sobre todo el final en las palabras de la Amada, mientras esperamos la llegada de Sara.
Para otro momento dejaremos el que cita de "En una Noche Oscura". Ya habrá tiempo.
Inmediatamente descontextualizo vuestro tirón de orejas sencillamente borrando la tilde y volviendo al orden gráfico y fónico el nombre del poeta. De sobra sabéis que se debe simplemente a mi "presura". Venga, que sí, que lo corrijo.
Lo que no voy a corregir -discúlpame, Penélope-, es la minúscula de "san", salvo que te enfades mucho.
Qué hermoso es esto de jugar con las palabras y con sus significados.
Antonio.
Buenas noches, D.Antonio Gutiérrez Turrión:
Usted jugaba con ventaja desde el principio.
Me alegra verle tan contento, gracias a San Juan de la Cruz.
Saludos. Gelu
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