Hago un receso en mi larguísima sesión de corrección de exámenes de selectividad. Me encuentro como fondo de pantalla a mi niña Sara y se me alegran la vista y la mente. Tan pequeñita, tan redondita y con toda la vida por vivir. Tengo que hacer un hueco como sea para acercarme a verla este fin de semana.
Me gusta siempre espabilar la corrección para que así mis ánimos no decaigan demasiado y para que no tenga tiempo de distraerme con cualquier otro asunto. Ya va la cosa y el montón de los leídos y calificados va en aumento.
Sigo padeciendo la misma sensación de cada año. Y no es muy buena precisamente. Este año los alumnos de este distrito se han visto las caras con un texto (casi todos han elegido la misma opción) que tiene que ver con el libro electrónico, con el análisis de una oración muy sencilla y con el desarrollo de esas dos tendencias salidas del mismo tronco llamadas Modernismo y Generación del 98. Se nota que son alumnos de junio pues casi todos acumulan palabras y datos, y no hay casi ninguno que se quede en la indigencia verbal.
Pero siguen cometiéndose los mismos errores. Y no son siempre imputables a los alumnos precisamente. A estas alturas del partido, todavía andamos concretando asuntos tan evidentes como que un esquema tiene que tener una visualización y una organización jerárquica, que no es lo mejor el uso de oraciones largas sino nominales y que cada párrafo debe generar, en principio, una idea nueva y un apartado del esquema. Algo tan elemental como eso. Pues no hay manera. Y ocurre por grupos, es decir, por centros, no por alumnos. A sacar conclusiones.
¿Es tan difícil entender que cualquier comentario personal debe aportar una descripción de usos lingüísticos, una cita y una opinión razonada sobre esos usos? Pues verdes las han segado. Y esto es de método, no de alumno.
La literatura sigue dejando huellas de memoria pero de falta de comprensión y de organización. ¿De qué sirven los conocimientos memorísticos si no se deja ver que algo se ha leído sobre ese asunto? ¿Dos generaciones distintas o una sola? ¡!Y a mí qué me importa!! Rasgos generacionales ¿Y a mí qué más me da? ¡!Lectura, lectura y más lectura!! ¡!Y comentario de textos!! Solo ahí es donde se muestra la madurez del alumno. Y del profesor.
Ver comentar y poner el grito en el cielo a un grupo de profesores, sobre las diversas posibilidades de análisis que ofrece un sintagma, supuso para mí ayer tarde una sesión de ataque de risa y de indignidad. ¿Pero es que la gente no tiene otras cosas que enseñar a los alumnos?
En fin, así andan las cosas. Cuánto para mejorar en este asunto de la selectividad. Y eso que, en Salamanca, los aspectos formales se controlan muy bien: Tanto, que nos perdemos en ellos.
Mi experiencia me lleva también en esto a guardarme en mí mismo y a seguir por mi camino. Entre otras cosas porque a mí nadie me consulta para nada. Aunque solo fuera por la experiencia…
Seguiré ahora mismo con los tediosos exámenes. Ya me quedan menos. Me desanimo un poco cuando pienso que gano con esto un poquito menos que Ronaldo. Jejeje.
viernes, 12 de junio de 2009
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2 comentarios:
Menos mal que sé lo que gana un profesor aproximadamente, y no es un poquito menos....jeje, lo que gana Ronaldo me parece un autentico crimen contra la humanidad.
Por todas partes cuecen las mismas habas.
En mi parecer, los exámenes de Selectividad de Lengua-Comentario suelen estar bien planteados, salvo en un aspecto: no le veo ningún sentido a la cuestión sintáctica que se plantea. Creo que la madurez de un preuniversitario no está necesariamente asociada con este asunto.
En realidad, la enseñanza de la sintaxis me parece absolutamente estéril para el enriquecimiento lingüístico de los alumnos. Sí es útil para la estructuración y abstracción mentales, pero muy poco para el enriquecimiento efectivo de la capacidad comprensiva y expresiva.
¿Quién de reflexiona para aplicar una determinada estructura gramatical a una idea? Una exposición clara y coherente se consigue con mucha lectura, y con constante práctica y entrenamiento; no con estudio de concesivas y complementos del predicado. Es más, cualquiera de nosotros conocerá personas que, sin ninguna formación sintáctica, utilizan un discurso rico, fluido y bien construido: nada más hay que acercarse a cualquier pueblo y entrar en conversación con los más viejos. Por el contrario, también abundan los pobres de lengua con estudios de coordinadas y subordinadas...
Estas aseveraciones harán saltar las alarmas de muchos de nuestros colegas profesores de Lengua, y es posible que alguno me declare merecedor de anatema.
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