Me muero de la risa y a la vez me desespero cuando oigo a alguno de nuestros dirigentes políticos hablar de un nuevo modelo de producción. ¿Qué querrán decir con eso? ¿Se habrán caído del caballo, o a alguien por fin se le abren las hendiduras del sentido común y empieza a ver que este modelo que tenemos solo nos puede llevar al precipicio? A algunos, que solo aspiramos al sentido común y que no conocemos teorías económicas de casi ninguna escuela, salvo de aquellas a las que los de siempre llaman trasnochadas y se quedan tan panchos mientras llenan sus orondas barrigas, nos ha parecido desde hace mucho tiempo que es el sistema el que hay que cambiar y no los parches que apuntalan el ya existente y que ponen el esfuerzo de todos al servicio de los que tienen el poder para que lo sigan concentrando y decidiendo por todos.
Naturalmente que hay que cambiar el modelo. Pero esto exige algo más que palabras. Supone enhebrar algunas ideas en las que sustentar las decisiones posteriores. Es la única manera de no improvisar y de no andar a lo que mande el sol de cada día. Y para ello lo primero que hay que hacer es pensar y poner ese pensamiento al servicio de todos los integrantes de la comunidad. Así que la primera inversión es la de la cultura, la de la formación, la de las ideas. Ya sé que me repito, que ando en lo de siempre. Qué le vamos a hacer, es lo que pienso.
Es desde ese centro de operaciones desde el que hay que ponerse a trabajar, a producir y a consumir de otra manera. Y regular horarios de trabajo, y controlar niveles de producción, y tener claro qué producimos, para qué producimos y qué necesidades queremos cubrir con el producto.
Y todo esto, ¿cómo se puede pensar y describir si no es con el ser humano como fondo? Quiero decir con el ser humano como tal, con cualquier ser humano en igualdad de condiciones, de derechos y de deberes. Lo demás, eso del ser humano por encima de la comunidad, es pura filfa y nos lleva a mantener los privilegios de los que ya son poderosos y mantenemos en la miseria al resto de la tribu. Así que, por favor, analícese eso de “el ser humano” y aclárese qué encierra.
Solo en ese momento será cuando podamos hablar de más o de menos ladrillo, de invertir en sanidad o en la bolsa, de concentrar empresas o de dar subvención al automóvil, de producir ideas o de darnos al ocio y a la playa, de saber por qué hacemos carreteras o bajamos la ratio de las aulas.
En fin, que se predica de nuevo la primacía de las ideas frente a la improvisación y el egoísmo como norma de vida. Y se exige este esquema para todos, por más que hay formaciones de las que uno no espera casi nada. ¡Y a explicarlo a la gente! Sin miedo y sin complejos. Si es que se cree en ello, por supuesto. La gente no es tan tonta y quiere que la traten como lista. (Acaso esto último no es más que un eufemismo, pero hay que echarse al ruedo).
Esto sí que sería de calado, de las revoluciones permanentes, de lo que cambia de verdad al hombre, de lo que nos ofrece otra mañana con otros horizontes.
Andan por ahí afanándose en eso que llamamos campaña de elecciones europeas. Está bien y seguiremos en la brecha, al menos como mal menor. Qué oportunidad para hablar precisamente de ese cambio de modelo y no para tirarse trastos a la cabeza ni para engañar tontamente al personal. Como si lo que nos interesara fueran los caprichos de unas cuantas personas y no la forma de vida y el trabajo diarios de la comunidad.
Un ejemplo tan solo. ¿Nadie tiene narices para afirmar en público que “no solo de pan vive el hombre”, o sea, que hay otras variables que conforman el discurrir diario de la gente? ¿Ni siquiera esos que tienen en su boca como propias las frases evangélicas? Cuando la derecha se hace de cruces y pone ojos de carnero degollado porque no entiende que no esté todo el mundo en contra del gobierno en la situación económica actual, ¿no tienen ni dos dedos de frente para entender lo que acabo de afirmar?, ¿es que su propia vida no tiene más variantes que el dinero? Qué burros y qué torpes, qué pobres y qué necios.
Que vuelvan las ideas. Y con ellas los hombres y mujeres que interesan. Que vuelvan y que ocupen los espacios. Los otros, que son tantos, que se callen.
martes, 26 de mayo de 2009
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1 comentario:
Buenos días, D. Antonio:
Ayer, después de escribir el comentario, fui muy lentamente marcha atrás, por su Diario.
Hoy tengo los ojos irritados, gracias a usted. He cancelado mi visita semanal a la peluquería. ¿Qué explicación iba a dar a no quitarme las gafas oscuras?.
Mañana, sí, mañana, imprimiré sus páginas. Y las colocaré al alcance de la mano, junto a los libros del otro muy querido profesor, del mismo nombre con el que usted firma, y que como usted, era un hombre en el buen sentido de la palabra bueno.
Y sepa usted, que serán muchos los días que estaré a su lado. Quiero acompañarle cuando haga camino por el Valle del Sangusin y sus praderas. Estaré en silencio, no se preocupe. Pero... ¿cómo no llorar ayer a su lado, si hasta el Sol se había conmovido al ver su pena?.
Un abrazo.
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