martes, 12 de mayo de 2009

DÍAS DE NO ENTENDER CASI NADA

Cada vez que me pongo en contacto con la realidad, me pillo un mosqueo. Y no me viene mal un bañito de sol y sombra para saber de verdad qué ocurre por ahí y cómo se las gasta el crudo mundo. Me ocurre de vez en cuando y no aprendo. No llega la sangre al río, pero como símbolo me sirve. Describiré un ejemplo.

Ayer fui a pasar la revisión técnica de un Clío que vive y duerme en la calle a la intemperie. No quiero discutir sobre la bondad o maldad de que sean obligatorias estas revisiones aunque me parece que, una vez más, castigan a los que cuidan las cosas frente a los menos preocupados, y que lo que habría que exigir es conservar el vehículo en orden y seguro. ¿Por qué por un trabajo de diez minutos escasos me tienen que cobrar si el vehículo está en orden? Pero sea. Cuando llego me piden cincuenta euros y me debieron ver la cara de tonto porque, casi sin pedir explicaciones, me indicaron que en enero solo había subido unos tres euros. O sea, que ya el año anterior también andaba sin enterarme de nada. Al terminar el repaso, me indican que hay que cambiarle algo que creo que llamaron latiguillo y que tal vez tenga algo que ver con el freno. Todo esto en medio de una tormenta considerable que nubló la tarde y la puso oscura hasta la noche. Unos días para arreglarlo y vuelta a la estación para certificar que se ha realizado el arreglo. Vale.

Vamos donde Vicente, que es mi mecánico de cabecera y me puedo echar unas risas con él. El colegio de las salesianas congrega en una calle estrecha a todos los padres y madres de la comarca. Imposible intentar parar y mucho menos entrar en el local mecánico. Todo sea por las madres alesianas (está bien escrito, aunque mi ordenador subraye en rojo “alesianas”). Espero a ver si lo vuelve a subrayar y erre que erre (que quiero escribirlo así, coño). Vuelta para casa y paciencia hasta el día siguiente.

Hoy, hace poco más de media hora, Vicente me llama para ir a recoger el coche pues ya está arreglado. Antes me ha comunicado que alguna zapata (no sé si tendrá que ver algo con los zapatos) también necesita cambiarse. Venga, colega, dale caña y espabila. Me acerco a buscarlo y enseño por delante mi tarjeta de pago. La factura me dice que me van a cobrar ciento cincuenta euros (150). Firmo y me marcho. Operación concluida.

No. Ahora mismo me acuerdo de que mañana tendré que echar otro buen rato para volver hasta la ITV. Espero que no llueva. Confío en que todo esté en regla. Descansaré tranquilo.

Pero es que hay una segunda parte que no encaja en mis entendederas. Hoy mismo he dedicado casi hora y media (ya sé que es larguísimo pero hoy el día se dio así) a leer mis poemas a un grupo de mujeres que me invita dos o tres veces al año. Otras veces hablamos de otros asuntos. ¡!Y mi recompensa ha sido UNA BOTELLA DE VINO!! Espero que esté bueno al menos porque, si no, es para pillarse un coma etílico y no salir de él. ¡En la factura del coche solo figura una hora de mano de obra y los materiales valen dos perras!

Esperaba el sablazo pero no me acostumbro. Sigo fuera de todo lo que nace, vive y muere por ahí. Debería considerar el hecho en sí y no porque me haya tocado a mí y a mi bolsillo. Y así quiero considerarlo, no de otra manera. De cualquier manera que lo mire, hay una descompensación apabullante. Así que buscaré trabajo en el arreglo de automóviles y me olvidaré de las tonterías estas de escribir versos y de ir a leerlos gratis.

Y además de la anécdota y de las ramificaciones que de ella se puedan considerar en esta primavera, vengo a dejar por escrito que la poesía sigue siendo muy agradecida si la explicas un poquito y la lees con cierto sentido. El receptor se engancha fácilmente y el ambiente se cuaja en el silencio y en la atención. Incluso cuando la preparación no es la más intensa. O acaso por eso. Hoy fue un recital largo y, o disimulaban muy bien esas mujeres, o se sentían a gusto: miradas silencio, peticiones, comentarios. O sea que salvaré la palabra y su atractivo y arrojaré el coche al terraplén. Hasta que lo necesite y meta la directa.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Siempre,siempre salva la palabra.