domingo, 31 de agosto de 2008

LA BONDAD Y LAS POSES


El ser humano es un conglomerado de situaciones y de relaciones. Y, si no es así, al menos será un ser de otra manera. Por ejemplo, he aquí un caso. Ayer, en medio de nuestras preocupaciones, sacamos tiempo para acudir a una comida familiar. Por primera vez se reunían los nietos de una larga y extensa familia bejarana de la que yo tuve noticias cuando indagaba en papeles para conocer un poco mejor la situación social de Béjar en los años veinte del siglo pasado. En ellos se hablaba de un matrimonio con muchos hijos a los que la comunidad tenía que ayudar con frecuencia.

El tiempo y el azar me llevaron a tener a mi lado a Nena, una de las nietas de ese matrimonio. Con ella me marché y con ella y con otras cincuenta personas compartí mesa, mantel, palabras y buenos sentimientos. Dicen que las reuniones familiares tienen bastante de fingido, se acude al tópico de las Navidades como hecho familiar no deseado. Me parece que en esto hay tanta pose como mala leche. Seguramente no es oro todo lo que reluce ni las caras sonrientes son las mismas que serán al día siguiente, incluso admito que entre los seres más allegados se producen a veces las peores relaciones. Pero de ahí a negar la presencia de bondad y de renegar de todo esto, me parece que media un trecho bien amplio. Incluso sospecho que exageramos la bondad y las poses cuando se trata de recibir a personas “de fuera”, con las que todo son lindezas y benevolencias, y con frecuencia olvidamos que los más próximos son los que día a día están a nuestro lado, que nos soportan y que los soportamos, que nos modelan y que los modelamos, y que en ellos tenemos que depositar nuestros gozos y nuestras sombras. Hay mucho esnobismo tal vez en estas cosas.

Así que aplaudo sin reservas la ocurrencia de juntar a los miembros de la misma familia para que se cuenten lo quieran, para que recuerden lo que fue y ya no es, para que entiendan que uno es lo que es pero al lado de los otros, para que nadie olvide que viene de algún sitio y se mueve donde el azar lo puso, para que todos sepan que se tienen ahí para cualquier remedio, para que comprueben que uno es círculos concéntricos que se van extendiendo hasta perder la luz y la conciencia.
Ayer le tocó el turno a la familia de Bruno y Epifania. Sus nietos han superado o rondan la cincuentena. Cualquier día serán ellos los que convoquen en el recuerdo a otras generaciones. Es la rueda del tiempo que no para. No está mal detenerla y festejar un diente de la noria. Creo que fue hermoso el gesto. Vi a la gente con cara de felicidad. Eso es bastante.

N.B. Me sigue mandando fotos Manolo. No siempre le puedo acompañar ahora en sus correrías y paseos. Ahí va el Circo de Gredos. Fantástico. Gracias.