lunes, 25 de agosto de 2008

RELEER

Van cayendo los días de este agosto tan especial para mí. Aquí está su última semana, con sus días ya más cortos y con las perspectivas más en el inmediato horizonte.

El sábado por la mañana me dio un respiro relativo –ahora todo es relativo pues mi mente anda perdida por cualquier lugar pero no se marcha de mi casa- y me marché a tomar el aire por las lomas de la sierra de Béjar. Travieso arriba hasta la fuente, desde allí hasta la Goterita y hasta el Calvitero, para terminar descendiendo hasta el Circo de Hoyamoros. Y por allí Venerofrío, las infinitas fuentes que lagrimean hasta hacer corriente de este río serrano y con nombre de varón, y el Paso del Diablo, y los dos Hermanitos por los que escalaban grupos de emprendedores y arriesgados deportistas, y el cielo por montera, y el silencio de la hoya, y el horizonte casi infinito. Aún quedan neveros en la Ceja –lo dije hace algunas semanas- y allí se quedarán hasta el otoño, hasta el momento en el que le caigan nuevas gotas blancas encima y se acumulen en neveros amplios y casi perpetuos.

Pero volví a mi casa. Han venido mis hijos y el fin de semana con su presencia es otro fin de semana diferente. Aunque cambien horarios y modifiquen usos y costumbres. La tarde se mostró más arriesgada, con mi madre en la silla y en la calle, tomando el aire limpio de Palomares, quejándose del frío pues cualquier movimiento lo interpreta en clave de queja y de sorpresa. Pero al aire estuvimos, y al sol, y hasta a la sombra, abriendo un poquitín el horizonte. Me he propuesto con ella salir cada tarde un rato hasta la calle. Creo que nos sirve a todos de descanso. El tiempo nos dirá cuándo es bastante.

Me siguen faltando fuerzas para iniciar proyectos, pero tengo algún tiempo para volver sobre lo andado. Y para releer escritos desparramados por distintos sitios. Qué distinto es el momento de la creación del momento de la lectura o de la crítica. Cuando se relee, se juzga con la perspectiva del tiempo. Y el hombre que juzga ya no es el mismo que el que produjo y creó. Para bien y para mal. Por eso la relectura produce sabores agridulces y convoca la certeza de aquella afirmación de “palabra en el tiempo”. De ese tiempo que se sigue yendo de las manos y que fluye sin descanso de no se sabe dónde ni hacia dónde. Así que, a falta de otras iniciativas, me regodeo en las palabras del pasado y en ellas me revivo y me recuerdo, reinvento lo que fue con otras perspectivas y comparo lo que fue y lo que es. “Agosto que no linda / con ningún otro mes del calendario”.

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