lunes, 4 de agosto de 2008

CON LA MIRADA ALTA

Quiero encarar las cosas con la mirada alta y con algo de realismo. En determinadas circunstancias, el realismo está colocado en el nivel de lo menos bueno, y no deberíamos andarnos engañando siempre. Pero todo tiene alguna faceta positiva, o, al menos, una cara que te devuelve una fotografía que mira siempre hacia el futuro. Todo lo que tenga que suceder va a suceder y lo que no tenga que suceder no llegará ni aunque lo busque. Por ello sería de buen ambiente quitar dramatismo a cualquier situación y reírse un poco de lo que va pasando.

Porque el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa, se sucederán los hechos, los buenos y los menos esperados, llegarán momentos de bonanza y de tempestad, aflojarán los rigores estivales, nos moriremos de sueño y, a pesar de todo, levantaremos armas y seguiremos vivos, renegaremos por no encontrar respuesta a las preguntas y alguna vez volverá a nuestro rostro el optimismo. Todo esto y mucho más pasará porque la vida quiere que así sea, porque somos azar en el camino, porque nadie nos pide cuentas. Tendremos que hacer caso a nuestra conciencia, a alguna escala de valores que tengamos escondida en algún sitio, al gusanillo que en realidad nos pica.

Vale, venga, tranquilos, aquí no pasa nada, hay lo que hay y basta, hay que comerse el mundo con el menú del día. Y ahora recuerdo aquello de “no pasa nada si a mí no me pasa nada”. Hala, a pasar el día, a compartir miradas y silencios. Hay que comprar el pan, he visto unas cerezas que se me han metido por los ojos: son caras pero las compraré como capricho. Si tengo un rato libre, me voy a dar un baño y acaso me beba la piscina: será mi primer baño del verano, y cuando el sol se ponga y acaso la brisa vuelva a mi terraza, brindaré con un vino de reserva, que hoy es cuatro de agosto y no celebro nada salvo que sigo aquí viendo pasar el tiempo.

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