viernes, 30 de abril de 2010

HACIA UN CUADRO SOCIAL Y POLÍTICO

Colocado ya el hombre en sí mismo, al mando de la nave, mirando al cielo y al suelo, ansioso y curioso como nunca, desarrolla, hasta donde le permiten los contextos, un esfuerzo por controlar la naturaleza.

Pero el ser humano también se mira a sí mismo y extiende una mirada horizontal. A su misma altura se encuentra con los demás hombres, con esos otros seres que, como él, también están en condiciones de curiosear y de arriesgar hipótesis y explicaciones acerca de sí mismos y del resto de los elementos que los rodean. Es decir, descubre la comunidad social. Y con ella, toda la complejidad de su estructuración, de su convivencia, de sus relaciones, de sus jerarquías, de su escala de valores, de los ritmos de producción, de sus repartos de poder. Es uno de los precios que hay que pagar en nombre de la libertad y de la razón.

La mente vuelve inevitablemente a la Grecia clásica y a sus filósofos al considerar este aspecto. Y es que, aunque habían pasado ya nada menos que dos mil años, los planteamientos se repiten en buena medida. La República de Platón o la Política de Aristóteles tienen mucho que decir. Y lo dicen a los autores modernos.

Sin apearse del valor del ser humano, se dibujan, otra vez, dos visiones diferentes. Una más utópica y otra más a ras de suelo. El Renacimiento abona enseguida el campo para las utopías, la de Tomás Moro, la de Campanella, la de Bacon. En la otra esquina, la visión más aparentemente egoísta, más de finalidad, más mirando al presente, de Maquiavelo.

Los habitantes de La Ciudad del Sol, de Campanella, son ciudadanos del mundo, son autores de sus propias estructuras, ejercen de verdad la democracia, reniegan de la fuerza y apelan al convencimiento, no observan en su horizonte la guerra, reparten el trabajo, no son expansionistas, no admiten esclavitud ni servidumbre, ejercen aquel principio posterior que rezaba de nadie más de lo que puede dar y a nadie menos de lo que necesita: “Como en la Ciudad del Sol las funciones y servicios se distribuyen a todos por igual, ninguno tiene que trabajar más de cuatro horas al día, pudiendo dedicar el resto del tiempo al estudio grato, a la discusión, a la lectura, a la escritura, al paseo y a alegres ejercicios mentales y físicos… Es la comunidad la que hace a todos los hombres ricos y pobres a un tiempo: ricos, porque todo lo tienen; pobres, porque nada poseen y al mismo tiempo no sirven a las cosas, sino que las cosas les obedecen a ellos.”

Maquiavelo ve los toros desde otra barrera: “Porque en general se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todo tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida, los hijos cuando la necesidad está lejos, pero cuando se te viene encima vuelven la cara. (…) Debe, no obstante, el príncipe hacerse temer de manera que si le es imposible ganarse el amor consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el ser odiado (…) Por encima de todas las cosas debe abstenerse siempre de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.”

Qué actual resulta este último texto. Sea como sea, el caso es que en ambos ejemplos, el ser humano tiene que torear la fuerza y el sentido de su propio ser. Y lo tiene que hacer en un grupo en el que se suscitan demasiadas variables contrapuestas como para que no surjan conflictos y necesidades de regularlos. Se hará de muchas maneras.

Mañana es Primero de Mayo. No son malos los textos para reflexionar.
Ah, y esta noche son las Mayas, esos cantos de alborada que anuncian el mes de mayo y todo lo que comporta:

Estamos a treinta
del abril cumplido,
mañana entra mayo
de flores vestido.

jueves, 29 de abril de 2010

DOS NIVELES PARA EL HOMBRE

El cambio esencial del Renacimiento consistió -me parece- en que los filósofos empezaron a pasar de interpretar un texto dado, un libro de libros, una verdad revelada, de ilustrar algo que no se comprobaba sino que solo se glosaba, a comenzar toda una aventura apasionante en la que se sabe cómo se comienza pero no cómo se termina pues el fin no está prefijado de antemano y solo es la rectitud del camino la que va alumbrando desde los presupuestos de la razón. De modo que el Renacimiento fue antes que nada aventura, con todas las dudas pero con todas las ilusiones, con todos los temblores pero con todas las esperanzas. Bueno, esto es lo que dice la teoría pues ya se ha dicho cuál fue la situación de Galileo y la de tantos otros, y en qué condiciones se tuvo que pensar y se tuvieron que perfilar actuaciones en lugares como España.

Esta elevación del ser humano, o mejor este desapego de los elementos no captados ni por los sentidos ni por la razón, se concreta de manera diversa y, desde luego, de una manera débil y absolutamente minoritaria. Visto con perspectiva temporal, acaso esto no importa demasiado porque lo importante es que las bases estaban puestas y ya no habría camino de regreso posible a pesar de que, día a día y hasta estos momentos, las fuerzas “iluminadas” se sigan empeñando en ello.

Hay una doble escala en la interpretación de esa razón humana y de ese valor del hombre muy diferenciadas. El Renacimiento fue la época del descubrimiento de la naturaleza y del universo. Frente a estos elementos -ya mensurables y aprehensibles por los sentidos y la razón- el ser humano tiene que situarse. Y lo hace de dos maneras. Una de ellas entiende que la naturaleza presenta valores inmutables y que el ser humano forma parte de ella. De esa manera, tiene que colocarse a su altura y someterse a sus leyes. Por eso hay autores que se sorprenden al pensar que el hombre está atado, como lo está la naturaleza, a la necesidad y al orden de las cosas. Así parece atestiguarlo de nuevo Pomponazzi: “Ese orden estará siempre en los siglos infinitos, hasta la eternidad; no está en nuestro poder sino en el poder del hado (…). Y así como vemos que la tierra, fértil ahora, ha de ser estéril más tarde, y que los grandes y ricos se volverán humildes y míseros, así se determina también el curso de la historia…”Sobre esta visión se cierne un peligro, el de pensar que el ser humano se cae de una alta cumbre soñada para verse a sí mismo en un campo más plano. El consuelo le viene de entender que el hombre se ha convertido en el ser supremo de esa naturaleza, aunque esté sometido a sus leyes. Su capacidad de intelección y la libertad para moverse por el mar de la realidad descubierta le dejan un espacio enorme en el que realizarse y ennoblecerse: la razón teórica y, sobre todo, la razón ética.

La otra solución es más atrevida, aunque no sé si más real o de mayor alcance. Entienden algunos pensadores que la visión de Pomponazzi reduce la fuerza del ser humano y lo sitúa en el nivel de los objetos hasta diluirlo en ellos. Pico della Mirandola representa este pasito más y ve al hombre como su propio escultor, dando primacía a la libertad sobre la necesidad de las leyes de la naturaleza.

De modo que ya tenemos al hombre más cerca de sí mismo. Pero también enfrentado consigo mismo. Ese humanismo igualado a la libertad, superador de la naturaleza, dominador de la misma (Pico) mira de frente a la visión del ser humano visto y vivido a la altura de la naturaleza y de sus elementos. Ambas visiones son muy productivas y acarrean muchas consecuencias. El desarrollo será lento y necesitará de muchos esfuerzos. Veremos algunos.

martes, 27 de abril de 2010

Y EL HOMBRE SE HIZO HOMBRE

Tal vez lo que realmente sucedió es que el hombre logró alzar la mirada y empezó a darse cuenta de que no solo existían ideas e imposiciones vertidas desde el vértice de una pirámide e interpretadas por unos seres eclesiásticos dogmatizados que conjugaban sus fuerzas con el poder civil.

Y, al alzar la mirada sin tanto miedo, descubrió la presencia de la realidad, de esa realidad tan amplia como concreta, tan ingente como real, que llamamos el universo. Desde ese momento, el ser humano racional se descubrió también a sí mismo formando parte de esa realidad natural y la mirada se extasió tanto al mirar al cielo como al mirar al suelo. Como la realidad externa tenía medidas y razones, también el hombre se encontró capaz de medirse y de aficionarse a sí mismo. El camino para la investigación y para el desarrollo de las ciencias estaba abierto. En la medida en que esas fuerzas y aventuras podían ser investigadas por el ser humano y repercutían en él mismo, se abría paso ese concepto tan amplio y subyugante que llamamos Humanismo. La capacidad humana tenía su base en la capacidad para investigar y para crear, y en eso mismo estaba su propia libertad. El mundo clásico fue esencialmente cosmocéntrico, el medieval teocéntrico y el renacentista antropocéntrico. El hombre medieval, sometido a la voluntad divina y siempre pendiente de las voluntades y deseos ajenos, sin capacidad ni autonomía para equivocarse o para acertar en sus propias aventuras, dio paso a un ser humano optimista, autónomo, curioso, emprendedor, con gran autoestima, con una mirada puesta en el futuro y con gran confianza en sus propias posibilidades, humano y humanista en definitiva.

Así lo refleja Pico della Mirandola: “Por esta razón, Asclepios, el hombre es una gran maravilla, un viviente digno de reverencia y honor. Pues pasa a la naturaleza de un dios como si él mismo fuera un dios. Cultiva la tierra, se mezcla con los elementos mediante la rapidez del pensamiento, con la grandeza de su mente baja a las profundidades del mar. Todo le está permitido: el cielo no le parece demasiado alto, porque lo mide como si estuviera muy cerca de él gracias a la sutileza de su espíritu. La mirada de su espíritu no es ofuscada por ninguna niebla del aire; la tierra nunca es tan densa o compacta como para impedir su trabajo; la inmensidad de las profundidades marinas no turba su vista que se sumerge. Él es a la vez todas las cosas, él está a la vez en todas partes”.

La clave ya está en el ser humano y en su nueva categoría de ser libre y pensante. Por eso una revolución tecnológica fue posible en todos los apartados del saber y todas las ciencias se pusieron en marcha. Pero este hecho ingente solo fue posible porque en la base se había producido la revolución antropológica que dejaba al ser humano en el vértice de la actividad y de las decisiones. Por encima o al lado de la naturaleza son posiciones diversas según los pensadores, pero, en cualquier caso, ya autónomo y con otras tareas apasionantes.

Giordano Bruno lo veía de esta manera: “ Los dioses le han dado al hombre el entendimiento y las manos, y le han hecho semejante a ellos, dándole facultades sobre los otros animales; lo cual consiste no solamente en poder obrar de ordinario según la naturaleza, sino también fuera de las leyes de la misma; y así, formando o pudiendo formar otras naturalezas, otros cursos, otros órdenes con el ingenio, con aquella libertad sin la cual no habría dicha semejanza, vino a erigirse en dios en la tierra. Aquella, por cierto, cuando llegue a ser ociosa, será vana, tal como en vano está el ojo que no ve y la acción por medio de las manos y en la contemplación por medio del entendimiento, de manera que no contemple sin acción, ni obre sin contemplación”.

No está mal. Qué pena que en este país estrecho todo quedara en una minoría exigua y sin capacidad para influir en casi nada. Y, por si fuera poco, Trento vino a segar casi cualquier posibilidad y la corte de Felipe II taponó cualquier salida, incluso la de la formación en otros lugares más alfabetizados. Y así casi siempre. De aquellos polvos vienen estos lodos.

POBRE GALILEO

Pero es inevitable que tanta sinrazón cediera ante el empuje de algún sentido común y hasta ante alguna honradez personal. Y así, en el S XV, se extendió, sobre todo en Italia, una corriente de pensamiento en la que la razón volvió a pedir su sitio tenuemente, poquito a poquito.

Las reacciones fueron fulminantes. La alianza de la religión y de los poderes civiles dieron marco a ese instrumento tan tenebroso y criminal como fue la Inquisición. Bastantes países de Europa conocen bien sus funestas actividades. España tal vez un poco mejor. Los conceptos de Dios y de la eternidad siguieron amedrentando a casi todos y esa superestructura sirvió de paraguas para detenciones y juicios escandalosos, siempre desde criterios religiosos y de interpretación siempre interesada.

Copio el texto du un acojono directo y total, nada menos que de Galileo, primeros años del S XVII. Por mi parte tiene toda la comprensión. Ya había hecho mucho más por la humanidad que todos sus imbéciles juzgadores juntos. Y aún la Iglesia se lo pensó hasta hace dos días para pedir disculpas.

Esta es su Retractatio: “Yo, Galileo, hijo del difunto Vin. Galileo de Florencia, de 70 años de edad, constituido personalmente en juicio y arrodillado ante vosotros Emmos. Y Rvdmos. Cardenales, Inquisidores generales contra la perversidad herética en toda la República Cristiana, teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora y con la ayuda de Dios creeré en el porvenir, todo lo que sostiene y predica la Santa Católica y Apostólica Iglesia. Pero puesto que por este Santo Oficio, por haber yo, después de haber sido intimado jurídicamente con mandato por este que de todos modos debía abandonar la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve, y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no podía sostener, defender ni enseñar en modo alguno, ni de palabra ni de escrito, la falsa doctrina mencionada, y después de haberme sido notificado que la citada doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, haber escrito y dado a la imprenta un libro en el que trato de la misma doctrina ya condenada y aporto razones de mucha eficacia en favor de ella, sin aportar ninguna solución, he sido juzgado fuertemente sospechoso de herejía, esto es, de haber creído y sostenido que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y que la Tierra no es centro y que se mueve.

Por tanto, queriendo quitar de la mente de Vuestras Eminencias y de todo fiel cristiano esa fuerte sospecha, justamente concebida a mi propósito, con corazón sincero y no fingida fe, abjuro, maldigo y aborrezco los susodichos errores y herejías, y en general cualquier otro error, herejía y secta contraria a la Santa Iglesia; y juro que en el futuro no diré nunca más ni afirmaré por escrito o de palabra cosas por las cuales se pueda tener de mí semejante sospecha, y que si conozco a algún herético o a alguno que sea sospechoso de herejía lo denunciaré a este Santo Oficio, o al inquisidor u Ordinario del lugar donde me halle.

Juro igualmente y prometo cumplir y observar enteramente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio, y si contravengo a alguna de mis promesas y juramentos, cosa que no quisiera Dios, me someto a todas las penas y castigos de los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra semejantes delincuentes impuestas y promulgadas. Así me ayude Dios, y estos sus santos Evangelios, que toco con mis propias manos.

Yo, Galileo Galilei, supraescrito, he abjurado, jurado y prometido y me he obligado como figura más arriba; y en testimonio de la verdad he escrito la presente cédula de abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva, este 22 de junio de 1633.”

Pobrecito mío. No quiero ni imaginármelo.

Y luego vendrá el imbécil de turno argumentando que eso fue hace mucho tiempo y hasta que qué poco valor el de Galileo por no defender su postura hasta la muerte. Que no se atreva porque le suelto una filípica que lo crujo.

Y por si fuera poco, trasladar el asunto a nuestros días, mutatis mutandis, no es difícil, por desgracia. En el fondo, seguimos daño vueltas a los mismos asuntos. Y no son muchos.

domingo, 25 de abril de 2010

PARA ENTENDER ES PRECISO CREER (SAN AGUSTÍN)

Copio hoy palabras de San Agustín que pueden resumir ese toma y daca -mucho más toma que daca- entre razón y fe medievales:

“Pensad, pues, en este pescador santo, justo, bueno, lleno de Cristo, en cuyas redes, echadas por todo el mundo, había de ser pescado este pueblo. Recordad que él dijo: tenemos un testimonio más fuerte, el de los profetas. Concédeme que en aquella controversia el juez sea el profeta. ¿Qué traíamos entre manos? Tú decías: Entienda yo y creeré. Yo en cambio decía: Cree para entender. Surgió la controversia; vengamos al juez, juzgue el profeta; mejor, juzgue Dios por medio del profeta. Callemos ambos. Ya se ha oído lo que decimos uno y otro. Entienda yo, dices, y creeré. Cree, digo yo, para entender. Responde el profeta: Si no creyereis, no entenderéis.

¿Pensáis, amadísimos, que dice cosa de poca monta quien afirma: Entienda yo y creeré? ¿Qué tratamos de hacer sino que crean, no quienes son incrédulos, sino quienes aún tienen poca fe? En efecto, si nada creyesen, no estarían aquí. La fe los ha traído a escuchar. La fe los hizo presentes a la palabra de Dios, pero es menester regar, nutrir y robustecer esa fe que ha comenzado a germinar. A eso dirigimos nuestro esfuerzo. Yo, dijo Pablo, planté, Apolo regó, pero Dios dio el crecimiento. Así pues, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento. Hablando, exhortando, enseñando, persuadiendo, podemos plantar y regar, pero no dar el crecimiento. Lo sabía muy bien aquel con quien hablaba un día el Señor. Su fe comenzaba a germinar, era aún tierna, débil, vacilante en gran parte, si bien no del todo nula, por lo cual rogaba que fuese en socorro de su fe Cristo, a quien decía: Creo, Señor.(…)

En pocas palabras os voy a decir cómo hemos de entenderlo sin controversia alguna: Entiende para creer mi palabra; cree para entender la palabra de Dios”.

Subrayo esa línea perdonavidas que se manifiesta en el texto y esa invitación a la sumisión y al dejarse llevar porque un todopoderoso ya mira por ti y sabrá lo que tiene que hacer contigo. Como mucho, indaga en las palabras de los hombres, pero no lo intentes con las de Dios.

Tampoco me apetece resumir demasiado lo que creo que contiene muchos más elementos de discusión y de pensamiento, pero, si se admite la existencia de ese Dios superior y lejano, ¿qué sentido tiene la inteligencia que ha regalado a cada ser humano si no es para curiosear en todo lo humano y lo divino? ¿Es -otra vez- un juego del ratón y el gato?

Del nivel en el que el ser humano desiste de su inteligencia para ponerse en manos de los sátrapas que interpretan los textos supuestamente divinos según sus conveniencias no hay más que un paso pequeñito. Y peligrosísimo. La Historia se ha escrito con esta amenaza constante. Los resultados no han sido los mejores. ¿No se nos había hecho a imagen y semejanza de Dios? ¿Por qué no reconocer que acaso sea Dios el hecho a nuestra imagen y semejanza? Y todo ello con el reconocimiento de los límites y las debilidades de la razón: “Siente el pensamiento /piensa el sentimiento”. Esto era demasiado pedir en la Edad Media. Tal vez ahora también.

sábado, 24 de abril de 2010

LEYENDO FILOSOFÍA MEDIEVAL

En el Protágoras nos ofrece Platón una cumplida versión de Prometeo, ese osado que se atrevió hasta con guasa a engañar a los dioses y a dar protección y armas para el desarrollo a los hombres, pues él les trajo el fuego y las artes de Atenea. Su historia fue después mucho más larga y accidentada pero siempre anduvo en danza contra algún dios y mirando por el provecho del ser humano.

Tal vez la historia de la filosofía no haya sido otra cosa que un robo continuo de elementos a los dioses para incorporarlos a las capacidades humanas. Pero el camino ha sido arduo y no siempre se ha mirado hacia adelante. La Grecia clásica puso como centro al hombre y a su capacidad para dar rienda suelta a la razón, a la razón de hace veinticinco siglos por supuesto. Para ello tuvo que desembarazarse de los dioses y hacerles frente con coraje y pensamiento. Después llegó el cristianismo y clavó en el cielo y en la tierra un eje para que todo el que quisiera osar y curiosear por los principios, las causas y los fines, no tuviera la tentación de salirse del camino marcado. El ser humano buscó su acomodo en el orden establecido durante más de mil años, y no fue hasta el S XV cuando se produjo otro patadón en busca de nuevo del ser humano y de sus capacidades. Toda la filosofía medieval (Clemente de Alejandría, San Agustín, San Anselmo, Santo Tomás de Aquino, Maimónides, Algazel, Averroes, Isidoro de Sevilla…) apuntan, con mayor o menor fuerza hacia ese eje, tratando de adaptar conceptos racionales a revelaciones religiosas. Cualquier desviación o falta de encuentro entre razón y fe lo resolvieron siempre con la eliminación del concepto racional y con la imposición del criterio religioso. Eso nos dio una Edad Media tan plana y tan aparentemente aposentada. Tuvieron que ser los renacentistas italianos los que descubrieran al rey desnudo y los que comenzaran tímidamente a reivindicar la supremacía de la razón frente a imposiciones reveladas e interpretadas por ministros eclesiásticos endogámicos. Ese es el comienzo de la Edad Moderna.

Leer filosofía medieval puede resultar casi un juego de niños con la perspectiva de tantos años y con la conciencia del S XXI. Qué empeños en remover todo lo removible con tal de no apartarse ni un ápice de las verdades del libro, qué forma de retorcer conceptos y qué hartura de cristazos, de miedos y de recelos.

Para todo ello necesitaron crear un dios separado del hombre y siempre al acecho de cualquier descuido de los humanos, como con el palo en la mano o la regleta en el aire para dejarla caer en nuestras espaldas. Ese sentido religioso de culpa y de susto, de castigo y de miedo, creo que no se ha movido demasiado a lo largo de la historia, hasta el punto de ser, me parece, uno de los elementos que más asustan a cualquiera que se pueda acercar a estas religiones.

No quiero ni imaginarme a un pobrecillo iletrado (prácticamente todos) ni a uno más versado en su actuar diario durante aquellos larguísimos siglos. El primero por el estado de miedo y el segundo por el estado de enfado al no poder manifestarse con algún grado de sinceridad y libertad. Quizá el tener todo tan bien acotado permitiera la continuidad de los sistemas y de las sociedades durante tanto tiempo. No estoy precisamente seguro de que mereciera la pena.

viernes, 23 de abril de 2010

NO ESTOY DEMASIADO PARA NADA

El día me coge arrebañando ideas que pillo en textos filosóficos medievales. En mi terraza la primavera se muestra lujuriosa; todo el sol se ha echado a la calle, toda la naturaleza me apabulla y se me inyecta en los ojos. La nieve resalta hermosa en el lomo de la loba y las faldas verdean, en un tierno verde, en un verde niño. Por si fuera poco, el agua del río rumorea ahí mismo, abajo, frente a mis ojos. Yo me refugio en los textos y me voy de la acción a la teoría. Qué sensación de placidez y de armonía.

Pero es que hoy es veintitrés de abril y, aunque no estoy demasiado para nada si no es para mí y para estas ideas, me asaltan otros acontecimientos: Día del libro, fiesta de esta comunidad extraña y lejana que se llama extrañamente Castilla y León, Cervantes, Shakespeare, el Quijote… Unas líneas para ellos.

Este esquinazo geográfico mira al Tajo, está demasiado lejos de Valladolid y anda vacío de conciencia autonómica. No conozco ni un solo acto local para conmemorar el día, ni uno. Jamás he estado en Villalar ni siento deseos especiales de acudir. Se celebra una derrota y no me apetece demasiado. Comparto el intento de los comuneros pero no olvido que sus reivindicaciones seguían siendo las de una burguesía que reclamaba poder y no veo las manos populares y curtidas por el sudor por ningún sitio. No acabo de comprobar la bondad de los sistemas autonómicos aunque los apoyaría sin reparos si entendiera que su existencia favorecía al ciudadano de a pie. No comprendo demasiado a los héroes guerreros y me suelo quedar con aquellos que hacen de su vida algo menos grandilocuente. En fin que, en asuntos autonómicos, ando con la oreja puesta pero no me significo como apóstol de las gentes precisamente.

Sí me declaro fan de ese otro héroe extraño y antisistema como en don Quijote. Este sí que me pone de veras. Quizás por eso vuelvo a sus páginas con tanta frecuencia y me engolfo en ellas como en una rociada de buen licor. De modo que hoy tengo que abrir el libro al azar y dedicarle unos ratos. Haré la prueba en directo. Va.

Página 119. Es el capítulo XIV. Un octavo de folio en blanco sirve de salvapáginas. Habrá quedado ahí vete a saber por qué motivo. Se trata de la composición en verso en la que el desesperado Grisóstomo canta los rigores y las asperezas de la pastora Marcela. Inmediatamente después, aparece la pastora Marcela como “una maravillosa visión -que tal parecía ella- que improvisamente se les ofreció a los ojos”. Y allí, como en visión divina, relata su defensa personal y ejemplifica la teoría del amor platónico: ”…Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que… a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aun queréis que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama…”

Cualquier página me aprovecha, cualquier capítulo me reconforta, este libro es para mí un pozo sin fondo en el que abrevo con frecuencia y siempre me siento saciado después del intento. Así que casi me tienta volver a meterme en él. Por ahora me retengo: me aguardan muchas páginas de pensamiento en otros libros. Tengo sitio, tengo horas, tengo ganas, tengo curiosidad, tengo paisaje, tengo hasta un poquito de entendimiento. Soy casi un dios menor.

jueves, 22 de abril de 2010

¿QUÉ NOS QUEDA?

La implantación de la TDT ha supuesto la extensión de un buen grupo de canales que proponen al espectador otro buen puñado de posibilidades para conocer e interpretar la actualidad. Aparentemente se trata de una oportunidad que hay que aprovechar para diversificar y para contrastar informaciones y opiniones, para cribar y para que cada cual se haga su propia composición de lugar. Todas las prospecciones indican que es la televisión el medio fundamental a través del cual se informa y se forma el ciudadano. Las encuestas dan un bajo índice de lectores y nos asustaríamos si se nos dieran muestras del tipo de lectura que realizan esos lectores.

La realidad, sin embargo, dista mucho de ofrecer ese panorama diverso y positivo. Casi todo lo nuevo que se ha abierto obedece a concesiones caprichosas, injustificadas y sesgadas. Por si fuera poco, las condiciones no son propicias para cualquier bolsillo y han sido -como siempre- los grandes grupos económicos los que se han beneficiado de esas concesiones. De este modo, los accionistas son los que son y la ideología responde a sus intereses y conveniencias. A ello se le suman las cadenas autonómicas y locales que, prácticamente sin excepción, pertenecen a los poderosos del lugar.

Así vistas las cosas, el panorama resulta desolador. En todos los niveles existen polos de poder que controlan y dirigen con demasiados tentáculos la realidad, la opinión pública y la publicada.

Me fijo en la provincia en la que resido y se me caen encima los palos del sombrajo. Anoto a vuelapluma: Gaceta, Adelanto y Tribuna, tres diarios que responden a la ideología más rancia que imaginarse pueda. Todas las cadenas de radio, salvo la SER, con el mismo marchamo, y esta con los accionistas similares a los de las otras, aunque al menos dándose cuenta de que existe una franja de oyentes de centro y de izquierdas que demandan otra información y otra opinión: eso, sencillamente eso, les da el liderazgo indiscutido desde hace un montón de años, pero la estructura, en el fondo, es la misma que la de los demás medios, porque sus accionistas son los que son. Hay dos o tres emisoras de televisión que reproducen de nuevo los esquemas, la escasísima calidad y el sesgo de los anteriores medios.

En esta ciudad estrecha en la que vivo se me ofrece el mismo panorama. Los corresponsales de periódicos dejan todo que desear en información y en opinión, pero saben quién les paga el sueldo. Valga este ejemplo: en la emisora municipal (Radio Béjar) trabaja un periodista que es concejal de PP en un pueblo cercano. El panorama radiofónico no mejora en nada lo que sucede en los medios escritos. El único semanario de raigambre local (Béjar en Madrid) no supera ni los mínimos exigibles a un escolar de la ESO en las formas, y en la ideología hace izquierdoso a cualquier faccioso. Ya sé que resumo todo demasiado, pero es que, si me extendiera, las opiniones engordarían en lo negativo.

Si tengo razón en lo que he dicho -invito a rebatirlo-, debería plantearme varios interrogantes. Por ejemplo si no serán todos ellos los que tienen la razón y yo estoy equivocado; si la sociedad no tiene derecho demandar y seguir aquello que desee; o por qué no existen otras plataformas que se decidan a proponer otros medios distintos.

Puede que sea yo el equivocado, claro que sí, pero no me salen las cuentas. La libertad se ejerce cuando se puede y no solo en el papel. Quiero ir a la luna para ver cómo se pasea por allí. Pues no tengo libertad para ello porque no tengo medios ni puedo alquilar una nave. Puedo fundar un periódico. Mentira. Necesito una licencia y un capital inicial que nadie me avala pues solo lo haría un poderoso, que seguramente estaría en contra de casi todo lo que en esa publicación se proyectara.

A mí ya me han engañado demasiadas veces con eso de la igualdad de oportunidades. Que se dé de verdad y entonces yo me convierto en liberal furibundo y en individualista pertinaz. Mientras tanto, por favor, no insultar con imbecilidades mentales que no se sostienen.

Mientras esta igualdad no exista -y ni está ni se la espera-, seguiremos hablando de libertad de expresión y de aparentes posibilidades para todos, pero nos seguirán tapando la boca y apabullándonos con sus oligopolios. Y encima sacarán pecho. Cada día lo hacen más y nos han ganado hasta la calle físicamente. Tienen los altavoces, tienen los decibelios, tienen las fuerzas para que les aseguren el orden establecido, tienen los medios de convocatoria, tienen… ¿Qué les falta? ¿Qué nos queda? ¿La palabra? ¿Para qué? ¿Para gritar en solitario? Pues ahí queda este pequeño y humilde grito. Dirigido sobre todo a aquellos que se esclavizan y que además lo hacen con la sonrisa puesta y con muestras de agradecimiento. Gilipollas.

miércoles, 21 de abril de 2010

ESO DE LA SUPERSTICIÓN

Voy a dejar noticia y comentario de algo que puede pertenecer a cualquier día pero que encontré (otra vez) en un periódico provincial ayer mismo. Juro que no es broma.
La información se resume más o menos así: El equipo de fútbol de Salamanca ha cambiado de entrenador. El nuevo entrenador se llama D´Alessandro, un antiguo portero del equipo. El periodista cuenta que el susodicho se fue cualquier día de la semana a Alba, pequeña ciudad próxima a Salamanca (en Castilla se llama ciudad a cualquier pequeña agrupación de habitantes: así anda la densidad de población por aquí). Y se fue hasta allí con la intención de rezarle a la Santa (la Santa por esas tierras -igual que en Ávila- es, por antonomasia, santa Teresa, claro) y de pedirle éxito para él y para su equipo. El periodista se deshace en elogios y en indagaciones hasta terminar afirmando que, en el nuevo trabajo de este entrenador, hay muchas variantes pero un solo secreto: las preces a Santa Teresa. Y concluye ufano: “¡Y el equipo ganó!” ¿A que parece que no hay nada raro? Hasta ahí nos hemos acostumbrado.

Hasta aquí la información. Tal vez debería haber transcrito literalmente lo que aparecía en el periódico para que, cuando relea esto, no piense que me lo inventé. Es verdad que la información no ocupa plaza en primera página, pero sí se lleva casi media plana en la sección de deportes.

Y ahora unas líneas de opinión. Que el susodicho D´Alessandro sea creyente o no es cosa que le compete a él solito y nada tengo que decir al respecto. Que se vaya hasta Alba para rezar, con la cantidad de iglesias y catedrales que tiene a la puerta de casa, ya me produce más extrañeza. Debo suponer que tiene más confianza en una santa que en la Virgen o en el Cristo. Esto debería, en buena lógica -incluso en mala o elemental lógica- suponer un conflicto de competencias que vete a saber cómo se puede arreglar: no me imagino una pelea entre la Virgen y santa Teresa por invadirse el terreno y las competencias. Haré un esfuerzo y me olvidaré de esta incongruencia, tal vez porque no todos los amigos son iguales aunque sean amigos.

Encajo peor el hecho de que se vaya a pedir por uno mismo cuando del éxito personal se deduce el perjuicio de los demás. Porque digo yo que, para que gane el Salamanca, tendrá que perder el equipo rival. ¿O no? A mí no me salen las cuentas de otra manera. El equipo rival era el Córdoba, hermosa ciudad también en el sur de España.

Supongo que en Córdoba, a pesar de la mezquita de origen musulmán, habrá también su santo y su santa. En efecto, por allí anda patroneando san Rafael. Y cuidado, que es arcángel, y eso debe de ser mucho. Y ahora ya sí que no hay posibilidad de acuerdo: cada patrón tutela a un equipo contrario. Aquí sí que no se salva de la pelea nadie. Por lo que se ve, en esta ocasión ganó santa Teresa. Tal vez porque los arcángeles están perdiendo peso en la corte celestial. Todavía no nos hemos puesto de acuerdo ni siquiera sobre su sexo. Como para no atreverse la santa, mujer de armas tomar donde las haya. Tampoco conocemos, por cierto, cuál es el lugar que ocupan los arcángeles en la jerarquía celestial. Hay que recordar que nada menos que son nueve los grupos que se disputan los lugares: ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones, potestades, virtudes y principados. Pero pelea, lo que se dice pelea, tuvo que haberla. Y dura porque este Rafael seguro que ya curtió armas con aquello de la lucha contra el diablo.

Si yo supiera hablar en serio, echaría pestes del asunto. Si fuera un practicante religioso, pediría un poco de rigor en las liturgias y en las tonterías que adornan nuestros días y nuestras horas. Si fuera un observador sensato, me sorprendería porque esto no alcanza ni el nivel del juego entre el perro y el gato. Y si tuviera un poco de sentido común me quedaría perplejo diciendo Dios mío, cómo está el mundo, cómo está el mundo.

¿Qué pasará la próxima semana? Me pone esto de seguir las peleas que se tienen que producir entre los patrocinadores celestiales. Santa Teresa tiene mucha fuerza así que acaso el Salamanca vaya para arriba en la tabla de clasificación, aunque creo que ya no le da tiempo de subir a primera división. Cachis.

Me asalta una duda más: ¿Y el equipo de Alba de Tormes, que tiene la iglesia de la santa al lado, no tendría que estar jugando las semifinales de la copa de Europa en lugar de jugarlas el Barça?

lunes, 19 de abril de 2010

CLARO QUE NO

“Quizá alguien diga: “¿No te da vergüenza, Sócrates, haberte dedicado a una ocupación tal por la que ahora corres peligro de morir?” A este, yo, a mi vez, le diría unas palabras justas: “No tienes razón, amigo, si crees que un hombre que sea de algún provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre malo”.

Son palabras del diálogo de Platón “Apología de Sócrates”.

Me gusta volver a textos célebres como este en el que se encierran consideraciones que me mantienen despierto y alerta, que me empujan o me retraen en mi hacer y en mi pensar diario mucho más de lo que podría parecer a primera vista.

Al fin y al cabo, este hombre, este sabio solo hizo una cosa en su vida: dialogar y pensar tratando de perseguir la verdad y la suma de principios que hicieran más digna su vida y la de los demás, ser filósofo, en definitiva. Al final, este empeño le supuso perder su vida como única recompensa. ¿Como única recompensa? ¿Y su satisfacción? ¿Y las enseñanzas y las referencias que me ha dejado a mí y a tanta gente?

¿Entonces qué fue, un fracasado o un triunfador? Qué pregunta tan imbécil y a la vez tan familiar. En la escala de valores de ahora mismo, pocas cosas entiendo que no se sometan al triunfo o al fracaso, y ese triunfo o ese fracaso lo imponen las reglas económicas que estructuran las áreas de influencia. De tal modo que todo, absolutamente todo, se puede cuadricular de acuerdo con estructuras económicas, con unidades de producción o con áreas de influencia. Purita teoría marxista. O más sencillamente, puro sentido común. Y eso que está trasnochada, según dicen los biempensantes. Vaya por Dios.

Pero existe otra escala y otra jerarquización, la que soporta la realidad desde el valor de las propias ideas, con independencia de las consecuencias que acarreen. De este modo, la belleza es la belleza en cualquier latitud y en cualquier tiempo, la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero, y las ideas se asientan en sus propias cualidades por más que moleste a pobres o a poderosos.

Sócrates no fue precisamente un hombre del sistema: no amasó ninguna fortuna económica, no conquistó territorios ni desempeñó cargos públicos de relumbrón. Muy al contrario, corrompió a los jóvenes al hacerles pensar y al guiarles para que descubrieran, desde sus posibilidades y desde la lógica, sus propias verdades. No dedicó sus esfuerzos precisamente a colocarlos bien colocaditos en el sistema. Me hubiera gustado verlo en las aulas a comienzos del siglo veintiuno. Este tipo era peligroso: ¡fue un antisistema! ¿Adónde quería ir con esas pintas? A la muerte, claro.

De nada hay que extrañarse. Tampoco él lo hizo. Aceptó serenamente la última hora y entendió que, desde aquella estructura, la consecuencia lógica era la condena y la muerte. A lo que él aspiraba no era a interpretar el sistema a su favor, ni mucho menos, él aspiraba a cambiarlo desde otra escala de valores. A ello dedicó toda su vida. Su arma fueron la palabra y el razonamiento. El elefante de la administración y del legalismo lo engulleron. Engulleron a su persona, no a su lógica ni a su sistema de ideas.

Sospecho que el mismo proceso sucede todos los días. No solo en el ámbito de la justicia, aunque esta rama dé tantas flores estas semanas últimas. Sócrates dejó correr su vida al amparo de lo que le dictaba su razón. Tal vez ninguna idea justifique ninguna muerte pero seguramente hay vidas que no merece la pena vivirlas desde el sometimiento y desde lo políticamente correcto. Claro que no.

domingo, 18 de abril de 2010

ME GUSTA

Suelo aplicar al final de los libros que leo unas anotaciones en forma de cruces. MI máxima calificación son tres cruces. Dos o una bajan mi calificación. Incluso utilizo los tamaños como elemento regulador. Se trata de un minimalista resumen de mi aprecio o desprecio ante la obra que acabo de cerrar. Antes habrá habido anotaciones, subrayados, frases copiadas, o sencillamente nada. Reconozco sin reparos que es una anotación pobre y hasta mísera, pero, aun en estas condiciones, sigue siendo una manera de mostrar a quien quiera mi agrado o desagrado. En algún caso sirve de guía para que alguien, si se fía de mí, se acerque al texto con una actitud o con otra diferente. ¿Quiero decir con esa anotación si me ha gustado o no la obra? Pues claro.

¿Y qué elementos recoge eso del gusto, eso de que me ha gustado? No es nada sencillo. Me parece que hay un gusto inmediato y previo, y que existe otro que es posterior y razonado. El primero obedece al impulso, a la sensación no argumentada, al asentimiento basado en el agrado que no necesita justificación; el segundo esconde la reflexión, se asienta en elementos bastante objetivos y puede explicarse y objetivarse según algún canon reconocible.

Tengo la sospecha de que se aplica hoy sobre todo el primero y que se manifiesta bastante menos el segundo. Hay obras de arte, novelas por ejemplo o libros de poemas, que alcanzan un grado de popularidad que se basa solo en el gusto y que no se justifican desde elementos estructurados. Más bien parece que esos gustos terminan siendo inducidos por intereses comerciales que aplican todas sus fuerzas en embellecer artificialmente el producto con tal de vender y obtener beneficios. El arte, de este modo, pierde consistencia y termina por convertirse en un producto comercial más, sometido a las leyes del mercado. En tal caso, las reglas, si es que existen, habría que buscarlas en el mundo mercantil y no en el esquema que sustenta al arte, si es que este existe con independencia del mundo en el que se produce.

Cualquier novela moderna depende mucho más de las promociones que de sus propias palabras y las editoriales, por la cuenta que les tiene, ya se encargan de engordar valores y de hiperbolizar todo para que la cuenta de resultados no se resienta.
No me atrevo a despreciar el gusto instintivo, porque por algo se producirá, pero quiero reivindicar la expresión del gusto basado en algún razonamiento consistente que sea capaz de sobrevivir a la moda y a la escala de valores impuesta desde fuera y que nos permita en algún grado objetivar lo que decimos. El elemento más consistente en el arte tiene que ser el de la admiración, el del gusto y el placer, el del estremecimiento, pero todo esto hay que ejercerlo desde la comprensión, desde la valoración, desde el conocimiento y desde la implicación. De otra manera corremos el riesgo de dejarnos llevar por cualquier corriente, sin saber hacia dónde nos conduce.

Tengo la impresión de que hoy el gusto instintivo le gana por goleada al gusto razonado. El efecto, a largo plazo sobre todo puede resultar desolador.

viernes, 16 de abril de 2010

TÉRMINOS RELATIVOS

Releo mi entrada de ayer y descubro una línea que me deja confuso y, sobre todo, podría dejar más confuso a cualquiera que la lea. Es esta: “Mi aproximaciones a su realidad y a su significado (de la guerra in-civil) son históricas (menores), de lecturas no sistematizadas y, sobre todo, proceden de textos literarios”.

¿Qué es eso de que mis aproximaciones a la guerra civil son menores? Pues algo así como que necesito otro elemento de comparación y, en esa balanza no salgo bien parado. Pero ¿cuál es el otro plato de la balanza? Puede que sea mi conciencia, o las lecturas de otra persona. ¿De qué persona? ¿De cualquiera? Pues seguramente no.

Por supuesto no será ninguna persona que no haya pasado sus ojos por bastantes libros que dediquen sus esfuerzos históricos a este asunto concreto, ni serán tampoco los que no hayan leído bastantes textos que indirectamente recojan aspectos de este acontecimiento; pero sí serán todos aquellos que hayan dedicado estudios o hayan publicado libros sobre el período. Cuántos son estos? ¿Y los otros? Qué más da.

El ejemplo sirve no porque me incluya a mí sino porque ilustra el valor de las palabras y el uso prudente que de ellas tenemos que realizar. Las palabras solo aproximan, nos dan débiles reflejos de la realidad y de la conciencia, resultan ser un vehículo imprescindible que susurra pero que no acaba nunca de determinar lo que es realmente.

Descartados los conceptos absolutos por imposibles, tampoco los relativos encuentran acomodo sencillo en los sistemas lingüísticos, en las palabras que tratan de aprehenderlos. Y eso que la palabra es, con mucha diferencia, el principal camino que tenemos para acercarnos a la realidad y, por ello, para sobrevivir y poder soportarnos con algún equilibrio.

¿Es uno, entonces, esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios? Definitivamente no, aunque así figure en el acervo popular y el silencio parezca más rotundo. El hablante, yo ayer mismo, no era otra cosa que un muñeco en manos de unas palabras que trataban de dar indicio de que mis conocimientos acerca de la llamada Guerra Civil eran relativos y que podían ser un poco más amplios y detallados. Pero es que esos conocimientos necesitan elementos de comparación. Y entonces…

¿Qué observamos a diario? Pues que necesitamos códigos para poder funcionar. Pero también que necesitamos servirnos de ellos con la mejor voluntad y con amplitud de miras, para no hacer interpretaciones torticeras, interesadas y siempre a favor de corriente. Mírese lo que sucede en los campos judicial, periodístico y político y dedúzcanse consecuencias.

Si al menos se tuviera un poco más en cuenta a los especialistas en los asuntos lingüísticos… Y si se aplicara de vez en cuando el sentido común…

Y anoto aquí la anécdota de que el recuerdo a la República y a la Guerra Civil se concretó en la figura de aquel heroico hijo de Sahagún de Campos, Benito Pamparacuatro, portador de un apellido premonitorio, altruista y generoso, que pagó con su vida el hecho de ser un adelantado y proclamar la república de manera inmediata en su pueblo.

jueves, 15 de abril de 2010

VIVA LA REPÚBLICA

Se ha esbozado en esta ventana muchas veces: las palabras no son más que un impreciso reflejo de la realidad y a ella debemos acercarnos con prudencia, con serenidad y con la certeza de que, si no le echamos buena voluntad al asunto, todos caeremos en el peligro de tomar el rábano por las hojas y de imponer nuestra visión parcial de las cosas. Todos corremos ese peligro. Unos pasan de largo, otros lo ejercitan a diario y hasta se sienten orgullosos y sacan pecho, y muchos practican la maldita equidistancia (que no es lo mismo que el reconocimiento de la imprecisión y de la miseria de nuestras palabras).

Y creo que este esquema abarca toda nuestra vida y todo el ramaje en el que damos curso a nuestro día a día. Una conversación cualquiera, una tertulia de esas que abundan por el mundo, de esas que sufragan con pocos medios la desembocadura de grupos económicos y o religiosos, lo ilustra muy bien.

Con el pretexto engañoso de que hay que estar siempre contra el adversario -y proclamando que el único poder es el político, cuando poquita cosa es al lado del económico y del religioso-, se aprovecha para poner a caer de un guindo a cualquiera que no nos satisface. Y claro, en este esquema engañoso, encima parece que siempre se tiene razón, pues cualquier hoja del rábano tiene desperfectos de lluvia o de la helada.

Me gustaría aportar serenidad y escucha, no equidistancia, pensar que lo que oigo debe de querer decir alguna cosa aproximada a la que de manera inmediata oigo, que las palabras concretas las tendría que situar en un contexto, que es siempre algo más amplio, que sin un esquema de ideas básicas no funciona nada de modo solvente y permanente… En fin que no querría perderme ni me gustaría que me engañaran demasiado fácilmente.

Hoy es un buen día para aplicar esta idea. Se celebra una vez más la fecha en la que se proclamó la Segunda República. No escucho referencias de ello. Mis aproximaciones a su realidad y a su significado son históricas (menores), de lecturas no sistematizadas y, sobre todo, proceden de textos literarios. ¿Qué significa la Segunda República, lo que se puede oír a unos contertulios en una charla de media hora con anuncios de por medio? Esto es tomar el rábano por las hojas. ¿Tienen razón los que critican las actuaciones de los de una parte? La tienen. ¿Y los que apuntan ejemplos de la otra parte? También. ¿Y los equidistantes que concluyen que todos son iguales? Estos, por definición y por cobardía, nunca.

¿Con datos parciales se puede concluir que la República fue mala? Se puede concluir. ¿Con datos parciales se puede concluir que la República fue buena? Se puede concluir. ¿Y con la equidistancia? Con esa cosa rara no se concluye nada.

¿Entonces qué hay que hacer? Pues eso, no coger el rábano por la hojas y deducir desde un panorama amplio de datos y de ideas, y no de ejemplos parciales y tendenciosos. ¿Y qué deducción sale de ahí? Pues, hasta donde yo alcanzo, sale un panorama extraordinariamente positivo para la sociedad del momento, un adelanto fantástico en algunas de las ideas sociales, políticas y religiosas, de las realidades que habían lastrado la historia de este país desde siempre, y un impulso fortísimo que se vio truncado por la acción sediciosa de bastantes militares, de esos que dicen hacerlo todo por la patria y que yo más bien pienso que demasiadas veces lo hacen todo por la pasta y por el dogmatismo ignorante.

El resto, la larga dictadura posterior, sus costumbres, sus imposiciones, su ritmo de vida, su languidez, su uniformismo, su falta de pensamiento, sus supersticiones y sus silencios, y su absoluta falta de legitimidad son más próximos y en buen parte los hemos conocido cara a cara.

Y aún hay gente revisando datos, recomponiendo la historia a su antojo, tomando el rábano por las hojas cada día, y desde plataformas públicas bien pagadas. Y otra gente que quiere hasta negar la clemencia del descanso tranquilo de los que más sufrieron y siguen con el cuerpo a la intemperie en cualquier campo de malvas.

Por todo lo que significa, por todo lo que simboliza y por todo lo que recoge su concepto, VIVA LA REPÚBLICA.

martes, 13 de abril de 2010

A UNA HOJA RECIÉN NACIDA



Foto: Manolo Casadiego

A UNA HOJA RECIÉN NACIDA

Un denso resplandor
disuelve la alta sombra de la noche.
Hay un lento susurro
que huele tibiamente a amanecida.
Quizá el silencio frío
aún presienta otra luz más cegadora.

Antes de que esa luz alcance su añorada claridad,
quiero gozarte niña,
tierna y humilde, sorprendida y lenta,
a ras de nacimiento,
sin tiempo para alzar tu voz al mundo.

Ya el viento corrobora la nueva intimidad,
ese blando susurro
que ensayas en los brazos de la vida,
ya tu mirada unge
un silencio feliz, denso, redondo.

Es mi alianza contigo un dulce encuentro,
una resurrección preñada de simiente,
una rama y un tronco ahítos de plegaria,
un don inmarcesible en el fragor del bosque.

No son nobles mis manos
para sentir la voz de tu presencia,
ni son dignos mis ojos
para que enciendas, hoja, fuego en ellos.

Llueve sobre mi cuerpo
tu olor hecho de voz y de arco iris.
Hoy no estás sola,
mi voz humildemente está contigo.

lunes, 12 de abril de 2010

Y ME LLAMÓ EL CARTERO

Y me llamó el cartero, un cartero especial. Era mujer y no me traía cartas. Siempre llaman al último piso. ¿Qué temen, que baje alguien a darles con la correspondencia en las narices? Desde el último piso es más difícil intentarlo y bien que lo saben. Menos mal que la gente suele aguantar todo lo que le echen y al menos no me levantó de la cama ni tampoco me llamaron directamente al timbre de casa para espetarme en mi propia cara alguna frase angelical o bíblica.

-¿Me puede abrir, por favor?

- Claro que le puedo abrir; siempre que funcione el telefonillo, ¿cómo me formula tal pregunta?

Mi mosqueo ya se pone en marcha.

Al cabo de un instante vuelve a sonar el timbre:

-Que si me puede abrir.

-Ya le he dicho que sí. Supongo que lo que quiere no es comprobar la posibilidad sino la realidad de que le abra la puerta. ¿Para qué?

Una voz asustada me responde:

-Traigo La Gaceta.

-Pero es que yo no quiero La Gaceta, no tengo interés en leer ese periódico.

Me reservo las razones por las que no quiero leerlo.

-¿Pero me puede abrir?

-Que ya le he dicho que sí, que no estoy manco y el telefonillo funciona.

Desisto de explicarle concreciones y aprieto la tecla. Oigo el movimiento de la puerta mientras me vuelvo a mi terraza pensando en todo ese mundo de la publicidad y en el acoso cada vez más evidente de la actividad propagandística. Y actualizo mentalmente otra actuación tan frecuente como la anterior. Se trata de las personas que acuden a otro piso distinto al que yo habito pero del mismo edificio.

-Soy Pepito Pérez, ¿me puede abrir?

-Perdone pero no lo conozco.

-Voy al octavo equis.

-Este es el noveno zeta, se ha equivocado usted de letra.

-Es que he llamado en la letra equis y no me responden.

-Pues será que no están en casa.

-Seguramente, por eso llamo a la letra zeta.

-Pero, caballero, perdone, ¿para qué quiere que le abra si las personas a las que viene a ver no están en casa?

-Ay, usted perdone, no se ponga usted así.

-En realidad, yo creo que quien se ha puesto raro, piénselo, es usted, que se empeña en que le abra la puerta para ir a un piso en el que no hay nadie.

Y al cabo de un buen rato, bajo por mi ascensor y me encuentro con La Gaceta en el portal. Recojo un ejemplar y lo ojeo. Tenía prisa pero me detengo unos segundos para mirar la portada. Y sigo con mi capacidad de extrañeza. De las cinco columnas, cuatro, en tres cuartos de página, están dedicadas otra vez a la Covatilla. Ojo al dato: “La Junta impulsa más plazas de aparcamiento para la Covatilla”. El resto se distribuye entre asuntos de Semana Santa y actuaciones del municipio.

Tenía prisa pero me siento. Así que La Junta “impulsa” más plazas de aparcamiento en la montaña. Impulso: Instigación, sugestión, deseo o motivo afectivo que impulsa a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar… Coño, del latín impello, o impulsum de toda la vida, golpear, empujar, animar… O sea que ahora es La Junta la que anda metiendo prisa para hacer nuevas plazas de aparcamiento en la sierra.

Al margen de la bondad, o acaso de la evidente maldad, de que esto se produzca, ¿no es esto el mundo al revés? ¿No se cumple normalmente que son los dueños del negocio y los lugareños que piensan salir beneficiados los que impulsan las actividades con sus peticiones y sus ruegos, y son las autoridades públicas las que se lo piensan y analizan los pros y los contras antes de conceder subvenciones que salen del dinero de todos los contribuyentes? ¿De verdad que es La Junta la que impulsa? ¿O será que no sabemos escribir? ¿O será que, una vez más, nos ponemos al servicio de quien nos ponemos y servimos al señor sin pudor y sin verdad, dando a entender lo que en realidad es sencillamente mentira? ¿O serán las dos cosas a la vez?

Este periódico, como todos los que por aquí se publican, tiene los accionistas que tiene, todos sirven a quien sirven y no se recatan en absoluto en disimular nada. Después vendrán muchos de los llamados historiadores que se conforman con volver a copiar los documentos tal como los encontraron escritos y así cíclicamente van repitiendo la Historia.

Una golondrina no hace verano, pero es que esto está lleno de nidos en cada línea.

Me encantaría leer periódicos locales y provinciales en público para analizarlos y comparar interpretaciones. No conozco a nadie que promocione estas actividades.
Así que cojo La Gaceta y la tiro al contenedor de los papeles y sigo mi camino pensativo. A la vuelta de la esquina vete a saber qué otra sorpresa me aguarda.

domingo, 11 de abril de 2010

NO SÉ POR FIN QUÉ HARÉ

¿Y si me sacara de la manga una historia a partir de un elemento polisémico? Si así lo hiciera, tendría que justificarse tal vez con un final abierto a diversas interpretaciones, de tal modo que quien lo leyera se sintiera partícipe de lo que allí se cuenta e intentara continuar la serie y cerrar los sucesos a su antojo.
Polisémico aquí tendría que ser no una palabra sino un hecho, quiero decir un suceso que pudiera interpretarse de diversas formas, que diera pie a distintas posibilidades.

Vamos a ver: ¿Podría ser un teléfono? ¿Y un despertador? Cualquiera de los dos se presta a verse rodeado de elementos provocadores. Voy a pensar en el teléfono: ¿Quién llama?, ¿a qué hora?, ¿qué puede estar haciendo el que lo oye?, ¿qué reacción inmediata puede provocar en él?, ¿lo habrán “pillado”?, ¿con qué ánimo se aproxima al teléfono?, ¿con qué velocidad?, ¿qué se le vendrá a la cabeza de repente?, ¿qué subterfugios utilizará para retrasar la contestación?, ¿qué dejará de hacer para acudir deprisa?, ¿preferirá dejar colgado el teléfono para preparar alguna estrategia y llamar él más tarde?, ¿será un hombre o una mujer?, ¿estaría ya esperando la llamada?, ¿se tratará de algún desconocido?, ¿cuáles serán las pretensiones del que llama?, ¿la llamada formará parte de alguna sucesión de hechos conocidos o será una llamada que parta de la nada?... Elegiré con calma entre tantas posibilidades.

Cuando haya elegido alguna, o la mezcla de varias, tengo que pensar en la distribución de elementos. Por ejemplo: ¿Dedicaré muchas líneas a la introducción o seré breve en ella?, ¿acaso me interesará romper directamente con la llamada y sus efectos?, ¿utilizaré un lenguaje descriptivo o uno de sorpresa y alterado?, ¿será todo diálogo?, ¿qué importancia le voy a conceder a las descripciones?, ¿será pausado el diálogo y aprovecharé para la introducción de elementos secundarios como adjetivos o elementos subordinados?, ¿me solazaré en la subordinación para impacientar a los interlocutores y al lector?, ¿y si practico la digresión y me voy un rato jugando por las ramas?, por ejemplo podría arrimar consideraciones acerca de la importancia en nuestros tiempos de los medios de comunicación y tener impaciente por un rato al lector sabiendo que el teléfono sigue sonando, ¿y si lo dejo todo en el intento y concluyo en el momento en el que el receptor va a coger el teléfono? Aquí me queda tarea antes de empezar.

Y ahora viene la forma, que no es cosa pequeña, pues, al fin y al cabo es la parte más creativa, junto con la distribución de los contenidos: ¿Qué registro lingüístico voy a elegir?, ¿utilizo solo uno o combino varios?, ¿intento un estilo directo y cortado o me remanso en las oraciones?, ¿qué haré con elementos de ayuda: adjetivos sobre todo, elementos de alteración anímica, conectores…?, ¿y las subordinaciones?, ¿y los elementos de segundo y de tercer orden?, ¿daré velocidad a la acción?, ¿y si intento algún rasgo dialectal o de argot?, ¿y la ironía?, ¿y el comienzo in media res?, ¿será un discurso lineal o con flash back?, ¿tendré que cambiar de registro?

Bueno, ¿y si me dejo de tantas conjeturas y pamplinas y me pongo al trabajo a ver qué sale? Venga, voy a ello… Pero si el caso es que a mí nadie me ha llamado por teléfono, ¿por qué tengo yo que describir esa llamada de teléfono? ¡Si nadie me va a dar nada a cambio! Creo que no la voy a describir… El caso es que tampoco tengo tantas cosas que hacer y esto supone un ejercicio literario que podría hacerme sentir mejor y podría distraer a alguna otra persona… Vale pues lo intentaré… Y, si no, que lo haga otro, que a mí nadie me lo agradece. Que no, que no quiero trabajar para nada… Aunque, bien mirado, total una llamada de teléfono, tampoco es tanto… Bueno, pero la última vez… Mira, ya estaba sentado y pensando y me llama el cartero por el telefonillo. Esto abre otra perspectiva en la que no había pensado.

Sabes lo que te digo, que me voy a desayunar y mientras desayuno pensaré qué voy a
hacer por fin. Mientras tanto, que no suene el teléfono o que quien llame tenga paciencia y espere.

viernes, 9 de abril de 2010

YA, PERO LA VIDA ES COMO ES

Habíamos contratado los servicios de un electricista (yo no acudí pero debo hacerme solidario) para que nos pusiera al día esto de la TDT con la que andamos a vueltas durante estos días. La semana de vacaciones de la que disfruto me lo permite. No quiero entrar ahora en todo lo que implica este asunto del cambio televisivo.
Lo cierto es que se había quedado para las nueve horas del viernes nueve de abril del año dos mil diez de nuestra era. El susodicho electricista tomó nota de la hora y de la dirección.

Me levanto cuando son casi las ocho. El día está claro y despejado: ya era hora. He dejado sin cumplir mi actividad de los últimos días que consistía en salir durante una media hora al parque cercano para hacer carrera, soltar los músculos y poner mi cuerpo en ritmo y hasta en forma. Lo he sustituido por mis escasos minutos de gimnasia en casa. Enseguida me he duchado, he hecho la cama y he desayunado.

Antes de que dieran las nueve, estaba preparado y sentado en mi terraza. Me puse a leer un libro escrito por mí en 2005: “Que en el mundo han sido”. Creo que desde entonces no he vuelto a encuadernar más folios poéticos en forma de libro, aunque por ahí ruedan unos ciento cincuenta poemas más. Pensaba que la lectura me iba a ocupar tan solo algunos minutos pues suponía -tonto de mí- que una actividad privada y en tiempo de crisis me iba casi a empujar al operario para realizar la actividad que habíamos acordado.

No sé cuánto tiempo hacía que no volvía sobre las páginas de este libro mío. Las páginas y los poemas han ido desgranándose lentamente y en mi mente se han ido haciendo presentes las obsesiones de aquel tiempo, que no son muy distintas a las de ahora. Y se han ido reproduciendo la forma de acceder a ellos: los símbolos y las imágenes más repetidas, las claves significativas, la repetición de términos claves, la manera de cerrar los poemas, la selección de partes…

Mi mente se dividía entre la lectura y la atención que tenía puesta en el timbre que no acababa de sonar.

En algún momento me olvidé del electricista y concentré mi atención en los poemas de mi libro. Sería que la hora acordada era solo aproximada o acaso que al contratado le habría surgido alguna dificultad. Pero el tiempo (es concepto esencial en el libro) seguía implacable desgranándose. El sol en la mañana se hacía alto y poderoso y mi terraza se iluminaba densamente.

Terminé la lectura del libro y me dio tiempo a hacerme consideraciones de estilo y de formas. Por ejemplo del grado de concentración que la abstracción adquiere en los textos y de la posible conveniencia de dedicar un período a la creación en forma más directa y más próxima al entendimiento y a la realidad “más inmediata”. No llegué a ninguna conclusión fija, ni mucho menos. Pero se me fue el tiempo, hasta bien cuajada la mañana, en mi poesía y en mi manera de acercarme a la realidad.

De pronto recordé que seguía esperando a un electricista. Y deseé, por una vez, que sonara el timbre de mi casa. Pero seguía en silencio. Me asomé a la terraza que mira a la plaza por si acaso alguien andaba perdido buscando mi dirección. Iluso.

Mi comedor anda manga por hombro, con todos los espacios llenos de libros y de vajillas que se han retirado de un mueble para que este se pueda separar de la pared y para poder maniobrar tras él. Un buen baño lleno de ropa se arruga encima de una mesa en la terraza, aguardando ser tendido al sol pero haciendo tiempo por si desde aquel lugar no se oyera bien el timbre. Y ya se muestra bien arrugada. O sea, todo manga por hombro. Y yo soy enfermizo del orden en las cosas.

Consulto con mi esposa la situación -ella está en el trabajo- y me dicta un número de teléfono al que puedo llamar. No demoro la llamada ni un segundo. Al otro lado del aparato se oye la voz ronca de un señor que me espeta lo siguiente:

-Lo tenía apuntado pero se me ha olvidado.

Me quedo absolutamente perplejo y tardo en reaccionar.

-Pero es que yo he ordenado todas las actividades de mi mañana pensando en que usted iba a venir a realizar el trabajo que habíamos contratado.

Se me ocurre hacerle una suma sencilla de lo que le voy a cobrar por lo que he tenido que esperar y por lo que vale mi tiempo, pero enseguida me desarma.

-Ya, pero la vida es como es.

No tengo respuesta inmediata. O al menos no la tengo que sea reproducible. Me achanto, me acobardo, no sé cómo reaccionar y casi le suplico una solución pronta.

-Cuando vuelva esta noche del trabajo, pasaré por ahí.

¡Pero si aquí va a tener que echar algunas horas para poner cables enchufes!, pensé para mí. Pero no me atreví a rechistar por si me quedaba sin nada.

-Como a las ocho intentaré darme una vuelta por ahí. Lo tenía apuntado pero se me ha olvidado -me repite con toda tranquilidad y sin ningún atisbo de rebajar el tono de su voz.

-Bueno, pues nada, hasta la tarde.

Me quedé con el teléfono en la mano durante varios minutos, sin saber cómo reaccionar. No tengo ninguna seguridad de que el susodicho aparezca esta tarde-noche por aquí, ni de que lo vaya a dejar pasar a mi casa, ni de que me vaya a arreglar nada a esas horas. ¡!Y queda todo el fin de semana por delante!! ¡!Y mi comedor está hecho una lobera!!

La explicación debe de estar en la crisis. Seguramente. O acaso en la alfabetización. O tal vez en tirar las televisiones por la ventana. Qué sé yo.

Menos mal que después he tendido la ropa y ya se está secando al sol espléndido de este día de primavera. Y he tenido más tiempo para recrearme en mi libro “Que en el mundo han sido”. Cuánto tiempo hacía que no volvía a él. Tampoco me ha tranquilizado del todo. He redescubierto en sus páginas poemas que tratan el asunto del que hablaba ayer en esta ventana y que dejaba en pugna a los principios con la vida de cada momento. Por darle continuación, y aunque la ventana de hoy sea un poco extensa, copiaré uno de ellos. Que me sirva de tranquilidad y que al susodicho electricista no se le atragante el camino esta tarde:

OXÍMORON
Has buscado en el fondo de los libros,
desgastando tu vista por las líneas,
hallar definitivos aforismos
que iluminen tu vida desde lo alto
de la pared oscura de la sala.
En ella cuelgan títulos, resúmenes
de tantas noches de aspirar sin tregua
a algún pobre recuelo de la luz.

El hombre se separa de los brutos
por un uso reglado y dirigido
del supremo valor del pensamiento:
El filósofo afirma en aquel libro,
fíjate en esa cita de tal tipo,
la doctrina del grupo considera…

Después llegó la luz de la mañana,
te sentiste con sueño y te quedaste
dormido en la butaca todo el día.
Llegó también la noche y con la noche
de nuevo la estación de la derrota.

Un buen día bajaste hasta la calle,
dibujaste en el aire una alambrada
que dejaba en la cárcel de por vida
un no sé qué de oscuros pensamientos;
diste vuelta a la esquina y abrazaste
a quien puso el azar en tu camino.
Con él viste llegar a muchos otros,
y más, y más, hasta perder la cuenta.
Os abrazasteis todos y bebisteis
del dulce zumo que la vida ofrece.

Allí encontraste al fin el silogismo
que tanto habías buscado entre los libros.

jueves, 8 de abril de 2010

PRINCIPIOS Y PERSONAS

Hace un par de días oía, en boca de un fulano, al que quiero castigar con el látigo de mi indiferencia y por eso no cito su nombre, la cita de un personaje de la obra “Los hermanos Karamazov”, que venía a confirmar algo así como que “cuanto más se afianzaba uno en unas teorías generales, más se alejaba del amor a las personas concretas”.

Me parece una afirmación muy importante y también muy incompleta y peligrosa porque creo que contiene una verdad importante y también un peligro enorme.

Arbitrar teorías que no busquen aplicación no es lo que más me llama la atención ni alcanzo a descubrir qué sentido pueden tener. Y su aplicación más razonable parece la que tiene como destinatario al ser humano. Esto vendría a significar que la teoría en sí misma posee escaso o nulo valor y que el mérito le viene dado por su capacidad para añadir ese valor de felicidad al ser humano en cuanto destinatario de las mismas. Me gustaría que el que defendía públicamente esa cita, cuyo nombre no voy a dar, entendiera entonces que cualquier trabajo, en cualquier materia científica y en cualquier asignatura académica, solo tiene valor en cuanto tiene aplicación en la persona y sirve para mejorarla. Amigo, te pillaron en tu misma red. Y creo que en esa red caerían muchos otros. Así que la persona de carne y hueso por encima de todo, como fin y como principio. Claro que sí. A mantenerlo entonces y a no entrar en contradicción. Cuidado entonces con todos los fundamentalistas, los talibanes, los conservadores de todo a ultranza, los costumbristas recalcitrantes, los historiadores solo de la descripción y los dogmáticos en general. Y la aplicación, en cualquier apartado de la vida: enseñanza, costumbres, religión, leyes, familia…

El peligro nos llega de la parte en la que podemos olvidar que también la felicidad de las personas concretas se consigue mejor de manera organizada y, sobre todo, que nuestra propia felicidad solo puede ser tal sin causar con ello desgracia e infelicidad en los otros que componen la comunidad. Y eso solo se consigue organizando nuestra mente, entendiendo que tiene que haber principios reguladores de actuaciones personales y sociales, que necesitamos agarraderos mentales comunes para poder sobrevivir y soportarnos y que las mentes menos malas han sido las que se han ocupado de armonizar principios con actuaciones, de indagar en la bondad o maldad de las teorías para después aplicarlas en la vida concreta de los seres de la comunidad.

No parece que haya que ser demasiado avispados para entender que, sin principios racionales, cualquier ser humano tenderá a beneficiar solo a los suyos, en detrimento de todos los demás. Y que, si esto se generaliza, tendremos una batalla continua entre unos y otros que siempre será ganada por el más fuerte, pues aplicará sus fuerzas sin principios comunes, en beneficio personal y solo personal. Podemos aplicar la ley del más fuerte, o sea, la falta de ley común racional. Y seguro que, momentáneamente, mejorará la especie. Pero sígase aplicando una temporadita más esta teoría de no hay teoría y veremos qué sale de ahí: un absurdo inhumano y el caos absoluto. ¿Alguien estaría dispuesto a discutir esto en foro público con un ejemplo físico y próximo de por medio, por ejemplo la aplicación al comercio de Béjar?

Cuidado, por tanto, con los engañabobos. Y aún añadiré algo más. El egoísmo y la búsqueda del beneficio personal no hace falta fomentarlo pues ya lo tenemos en la naturaleza después de tanta práctica de siglos y de milenios. Lo que necesitamos es empujar a los que se animan a levantar la mirada y a pensar en ideas de aplicación general, principios que mejoren la vida de la colectividad. No parece que estemos en el mejor momento para ello. Y menos con gente como el innombrado del otro día.

miércoles, 7 de abril de 2010

SABES CUÁNTO TE QUIERO

El tiempo es la suma de un número impreciso de imágenes y de hechos que se van renovando y que dejan paso a nuevos episodios y a nuevas imágenes en un desfile interminable. Algunos hechos se asientan y toman cuerpo hasta convertirse en centros de referencia vitalicia, en edificios emblemáticos que hay que visitar siempre, que siempre aparecen en cualquier esquema, que son portada de cualquier guía, que son apartados primeros en cualquier esquema. Por eso se repiten sus recuerdos, por eso hay fechas únicas, por eso sus momentos detienen el paso de los demás hechos.

Hoy todo es para ella, para su recuerdo y para su presencia. Hace un año que falleció mi madre. Creo que su recuerdo y su imagen la he tenido siempre conmigo, aunque no la haya expuesto demasiado en estas páginas y en esta ventana. Fueron muchos años a su lado, a mi lado, compartiendo enfados y alegrías, viendo pasar el tiempo en compañía, anotando en nuestras agendas muchos de los pormenores de lo que nos rodeaba.

Se agolpan hoy un poco más en mi memoria acontecimientos y detalles de toda nuestra trayectoria, los revivo en silencio y me doy triste cuenta de que no puedo anotar ninguno nuevo, solo revivir los pasados y, si acaso, darles una versión un poco diferente.

Los últimos dos años fueron intensísimos, en una espera desesperada porque el fin era próximo y notorio, porque el dolor aumentaba, porque la vida se degradaba por momentos. Creo que entonces buena parte de mi familia hizo piña y se portó de manera sobresaliente.

Durante la semana pasada ha estado mi nieta Sara con nosotros. Aprovecho siempre que viene a vernos o nosotros vamos a pasar un día con ella para servir de conductor con su carrito. Me siento confortado llevando aquel tesoro por la calle. Cuando estos días paseaba por la plaza, por mi plaza, me sentía en las mismas condiciones que cuando paseaba a mi madre en su carrito, al amparo del sol de septiembre y de octubre. La recordaba, y la recuerdo, pequeñita e indefensa, llevada ya por el peso de la memoria y de la desmemoria, solo a la voluntad de mis manos, de nuestras manos y de nuestro cariño. Y recuerdo muy nítidamente aquel momento en el que posé su mano en el vientre de Merce cuando esta guardaba en su seno a Sara y mi mano era un intermediario que se sentía en medio de aquel paso del tiempo entre varias generaciones… Son solo dos ejemplos de mi recuerdo y de mi cariño… de que el tiempo pasa.

Hoy el día tiene que ser un poco más para ella, para su recuerdo, para todo lo que ella representó y sigue representando para mí, para su presencia, para su ausencia.

La mañana nació con nubes en el horizonte, pero el día ha ido despejando. Desde la ventana de mi terraza he mirado hacia el cementerio donde reposan tus restos, madre, y me he sentido triste. Iré a verte esta tarde. Y seguirás conmigo todo el tiempo. Sabes cuánto te quiero.

martes, 6 de abril de 2010

DE UNAS RARAS PESADILLAS

Aquel que un día cualquiera se levanta temprano, con la vida colgándole del cuerpo y que lentamente se pone en pie y se asoma para ver cómo le pinta el día en la ventana y que después de los arreglos y aseos correspondientes se piensa y se contempla en un esquema de actividades y que sale a la calle con simples deseos de airearse un poco en el parque del pueblo a unas horas en las que todavía no hay nadie y solo mandan el sueño y el silencio y que poco a poco va descubriendo cómo van apareciendo personas solitarias que acuden lentas a sus ocupaciones y que después de una vueltas al aire contempla la mañana y dice coño ya era hora de que saliera un día con sol en el horizonte y que vuelve a casa con un poco más de ánimo y pensando en lo hermosa que es la vida y en lo poco que necesita para estar en paz y en la nada que le piden por pensar y por analizar lo que por ahí sucede y que tras un desayuno frugal en su terraza se sienta cómodamente en el sillón y que pasa por sus ojitos unas cien páginas de un libro y que en esa lectura solo gasta tiempo, imágenes e ideas, y que vuelve a salir a la calle cuando ya las aceras se pueblan con gentes de diverso pelaje y que comienzan a abrir las tiendas a pesar de que es media mañana y que piensa que para qué van a abrir antes si no va a acudir ningún cliente y que compra su pan y que antes de pagar se queda mirando a las mercancías que abarrotan las estanterías de la tienda y que le viene a la mente el pensamiento ese que tanto le repiten de que dicen por ahí que es bueno gastar dinero y dar circulación a los ahorros para que así haya más actividad, se produzca más y se creen más puestos de trabajo y que entonces le dice a la cobradora de la tienda que perdone y que le deje el pan en sus sitio porque va a mirar más cosas y que comienza con unos kilitos de patatas que le gustan mucho y que al lado hay lentejas de la Armuña en saquitos y que coge tres así por lo alto y dice estas para la cesta para contribuir al desarrollo de la economía y que hace lo mismo con otras tres lechugas, cuatro pepinos, cinco kilos de naranjas, otros tantos de peras y tres limones que quedaban en una esquina y que en la sección de perfumería arrampló con tres frascos de colonia, dos de desodorante y unos cepillos de dientes con cerdas finísimas y de colores y que se lo pensó mejor y se acercó a la sección de ropa y allí se encontró con calzoncillos de colores, pijamas de rayas, camisas con cuello vuelto y dos abrigos a bajo precio por fin de temporada y que se los llevó todos y que antes de salir se encaprichó con una estantería de tres pisos que no le iba a caber en la cochera pero que no tenía mala pinta y que cuando pudo meterlo todo en un carro grande se fue a casa muy ufano porque creía que había contribuido mucho al desarrollo de la economía y que había sido solidario con el resto de la comunidad y que al llegar al portal se encontró con propaganda de una inmobiliaria y que pensó que tal vez podría hacer un esfuerzo más y colaborar con la compra de un chalecito para que así se fomentara la construcción y que no se lo pensó dos veces y que se fue a la inmobiliaria y que quedó para ir a ver la edificación el día siguiente y que volvió a casa aún más contento que la primera vez y que se sentó y se dijo qué buena persona soy y qué solidario con todo el mundo y que le dio por mirar los diarios y que leyó los gastos de las personas más pudientes en esta Semana Santa y que lo que otros días le parecía un escándalo ahora le empezaba a parecer un acto extraordinario de solidaridad y de ayuda al desarrollo y que pensó que tal vez había que felicitar a todos esos personajes por los gastos que habían realizado, por las posesiones que confesaban tener y por los proyectos de nuevas vacaciones que anunciaban para las próximas semanas y sobre todo para el verano y que pensaba también que habría que castigar con las penas del infierno a todos aquellos que vivían modestamente y sin más gastos que los imprescindibles y que se puso a preparara unas cartas de agradecimiento y otras de condena y que la primera de las de agradecimiento se la pensaba mandar al señor Botín y que le iba a nombrar el personaje solidario del año y que la primera de las de condena se la iba a llevar en mano a las monjas de un convento próximo porque apenas gastaban y así no se iba a reactivar la economía y que empezó a entender el significado completo de las procesiones de Semana Santa en todos los sitios, con sus turistas, sus negocietes y su circulación de dinero y que se paró a pensar y se sintió hundido en la miseria porque su vida había sido poco gastadora y menos dispendiosa y así no se ayudaba al desarrollo ni se mostraba uno solidario y que le empezó a entra cierta congoja y que para aliviarse abrió una botella de aguardiente y se echó unos buenos traguitos para olvidar penas y que se notó descompensado y confuso y pensó en ir al médico a contárselo por si le ofrecía algún remedio y que se marchó deprisa y que todavía no ha vuelto ni a comer siquiera y que lo andan buscando y que alguien piensa que tal vez se haya encerrado en algún antro harto de no entender nada y con el propósito de purgar los pecados y de cumplir condena hasta que se encuentre regenerado y vuelva al mundo con espíritu de gasto y que alguien le oyó farfullar palabras raras mientras se iba alejando por las últimas callejuelas del barrio más alejado.

domingo, 4 de abril de 2010

LAS MANITAS DE SARA

Definitivamente, Sara ha descubierto sus manitas. Hasta ahora eran sus ojos y era su boquita los que la ataban gozosamente al mundo. Ahora son también sus manitas. Ha parado su vista en los deditos, tan frágiles, tan pequeñitos, tan delgaditos. Hay que ver con qué atención pasa su mano por cada uno de los deditos de la mano contraria. Se queda extasiada en ellos, los mira, los contempla, los separa, los acerca, los aleja, los mueve lentamente. Y sus ojos admiran el misterio del movimiento y de la utilidad de esas cositas tan pequeñas.

Porque Sara no solo mira, admira y contempla pausadamente los deditos de sus manos. Sara ha aprendido a coordinar movimientos con ellos. Ha empezado a comprender que con ellos establece relación con los que la quieren, que son todos. Ver extender los bracitos a Sara es una delicia. No es más que una respuesta complacida al ofrecimiento que todos le hacemos para que venga a nuestros brazos, y a todos los que más quiere se los ofrece extendiditos y abiertos en señal de aceptación. Cuando quiere mostrar un cariño aún mayor, se abraza y dispone sus manitas en torno del cuerpo en una muestra de cariño que me enternece y me deja desarmado. Yo entonces también aprieto mis brazos rodeando su cuerpecito y me siento feliz por un momento.

Pero es que hay mucho más. Sara llama la atención con la voz y con el movimiento de sus bracitos. Ya no se le escapa nada y su primera respuesta es la de los brazos y la de la sonrisa. Por eso bate palmas todo el día, pues todo el día está contenta entre nosotros, y extiende los bracitos al ritmo que le marco porque se siente bien con mi voz cerca. Con sus bracitos recoge todo lo que le gusta y con sus bracitos ensaya los primeros ritmos cuando yo le canto. Hasta ha aprendido un juego más propio de otra edad: reconoce botones que le llevan imágenes que espera, y disfruta cuando consigue y logra lo que busca. Y yo con ella, claro.

Esta tarde me decía adiós con sus bracitos y con su sonrisa, y yo me quedaba triste por su ausencia pero sé que ya siempre entenderá que sus manos serán una herramienta que tendrá que cuidar y que ejercitar. Sus brazos tendrán que amar y que ofrecer, tendrán que recoger y compartir, tendrán que armar su vida y sujetar su propio territorio. El mundo está en sus manos y Sara empieza a ser consciente de su fuerza.

Pronto será la voz, y serán las palabras, y será el milagro fecundo de la vida, de la razón y del misterio, y será el conformarse lentamente pero con paso firme por los senderos largos de su existencia.

Yo quisiera llevarla de la mano, después de contemplar temblando sus deditos, sus manos, sus sonrisas. Y que ella me lleve y me sostenga cuando me falten fuerzas.
He pasado con Sara la sonrisa y los brazos que me ha ofrecido parte de esta Semana Santa. Fue semana de gloria.

viernes, 2 de abril de 2010

CON LA CRUZ A CUESTAS

Jueves Santo. Día del amor fraterno. Los legionarios acompañan al Cristo de Mena en Málaga. Gente de toda España acude a ver este acompañamiento. Un legionario afirma que ese acto es lo máximo para un soldado de ese cuerpo: “Soy soldado de la muerte y todo por la patria”. Y olé. La Madrugá se hace plena en Sevilla. En Zamora procesionan con las capas pardas y los envoltorios de la muerte. En Valverde de la Vera salen los Empalaos para hacer su estación de penitencia. Miles de turistas aparcan sus coches en hileras que ocupan la carretera hasta varios kilómetros fuera del pueblo. En Aragón y en la Mancha se quedan sordos a base de golpes de tambor… En Béjar hay procesiones casi cada día de la semana (tendría que acercarme un día a alguna)… Media España anda de procesión. Los poderes públicos gastan del dinero común ingentes cantidades en policías, ejércitos, cortes de calles, donaciones, subvenciones, exenciones, publicidades, acompañamientos…

¿Por qué el ensañamiento en la pasión? ¿Por qué el juego constante con la muerte? ¿Por qué esas contradicciones entre los días de pasión y el comportamiento del resto del año? ¿Por qué yo leo el Evangelio de otra manera tan diferente?

A cualquier creyente de una religión, o de cualquier agrupación política, le acecha un peligro continuo, el de sentir y proclamar el rechazo del escéptico y del que busca aristas y contrapesos a los dogmas y a las verdades que no se discuten; prefiere al creyente de otra religión antes que al menos sumiso en la suya. Sospecho que hay un buen grupo de ilustrados que sienten desaliento ante la dificultad extrema de proponer razón antes que solo liturgias externas, sentido común antes que justificaciones solo emocionales y apertura de miras ante dogmatismos. En este país esa dificultad seguramente se agudiza.

Es Jueves Santo. Igual que el jueves de la semana pasada, la desigualdad y la injusticia se mueven a sus anchas por las calles de España. Tal vez al Cristo le gustaría encabezar una procesión con el ánimo de protesta y con el grito y la saeta en la boca para exigir igualdad de oportunidades.

“OH, no eres tú mi cantar,
no puedo cantar ni quiero
a ese Jesús del madero
sino al que anduvo en el mar.”