sábado, 6 de noviembre de 2010

NOVENOS PREMIOS A LA LIBERTAD (I)

Hoy tocó actividad de esas que se repiten anualmente. Se entregaban los Premios a la Libertad. En este ambiente yo me muevo como pez en el agua. Creo que es una de las variables en las que puedo ayudar un poquito más porque creo bastante en ello. Me parece que por aquí tendrían que trabajar más los partidos y las asociaciones.
Entre alusiones más o menos partidistas (en estos actos bastante menos que más) y referencias personales que me importan poco, yo dejé estas palabras -con sus correspondientes añadidos o cortes- como reflexión.
PREMIOS A LA LIBERTAD BÉJAR NOVIEMBRE 2010

Entregamos hoy el Noveno Premio a la Libertad. Y lo hacemos con el mismo entusiasmo que el primer año y con el mismo deseo de pensar otra vez un ratito en asunto tan peliagudo como ese de la libertad. Porque, además de felicitar a los premiados, este acto debería servir para que cada uno de nosotros pensara en qué medida se ve comprometido con el concepto de la Libertad.

Hasta una docena de acepciones recoge nuestro diccionario académico de la palabra, y tengo para mí que ni agota ni precisa suficientemente todo lo que engloba el concepto que nos ocupa. Las palabras no son más que debilísimas aproximaciones a las cosas; y por ello es tan importante el dominio de la palabra, y el control de los medios de comunicación que, con sus palabras repetidas hasta la saciedad en boca de sus altavoces, crean opinión, conforman las voluntades de las sociedades y marcan las pautas sociales y políticas de las comunidades. De hecho, casi todos los conflictos se enmascaran en malos entendidos provocados por las imprecisiones de las palabras y se solucionarían con una aproximación benévola y precisa a su verdadero significado.

Pero que nadie se preocupe demasiado por ello pues muchas de las mentes más preclaras de la Historia se han ocupado sin demasiado éxito de concretar las implicaciones de la palabra libertad como concepto o como práctica. Conocemos bien la apelación de libertos frente a esclavos, en el mundo clásico, reconocemos textos memorables que dan de lleno en la diana del mundo de la libertad, pero os invito a hacer una incursión sencilla por ellos y veréis cómo casi todos atienden más a la práctica que al concepto, al desarrollo que a la teoría, al día a día más que al principio. No nos deberían pedir a nosotros lo que otros no han conseguido desentrañar con la suficiente claridad.

Tal vez sería conveniente que volviéramos la vista hacia la práctica diaria de eso que entendemos como Libertad. Acaso ahí nos desenvolvamos mejor y nos perdamos menos. Abramos, pues, la vista y miremos; fijémonos en lo que sucede a nuestro alrededor y extraigamos consecuencias. Sencillas, de las de andar por casa, de esas que ajustan bien al sentido común y a lo inmediato. Tiempo tendremos de ir después a las categorías y a los principios. Actuemos por inducción, por observación de datos, por testimonios directos, por realidades vividas, por organizar en nuestro sentido común lo que sucede en las calles.

Dice la primera acepción de nuestro diccionario: LIBERTAD: facultad natural que tiene el ser humano de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.

Pues veamos. Vamos a la práctica. Resulta que, cualquier día de estos de noviembre, uno cualquiera de nosotros se levanta y siente unas ganas cualesquiera de marcharse a ver a uno cualquiera de sus hijos al que las exigencias de la vida moderna lo ha llevado a otro lugar distante. ¿Puede obrar de una manera o de otra, como describe la definición? No siempre ni todos, claro que no; a algunos se lo impiden sus obligaciones laborales, a otros se lo impide la falta de dinero para desplazarse; algunos cumplen su deseo sin ninguna dificultad. Ya se ve: diversas posibilidades pero no todos pueden elegir cualquiera de ellas. O tal vez observemos que a nuestro lado hay alguien con deseos de comprarse un automóvil. ¿Obra o no obra? ¿Lo compra o no lo compra? Esto es algo más serio y complicado. Y más ahora con la sequía de los préstamos. Seguro que hay personas a nuestro alrededor que, cualquier mañana, se levantan y desean ejercitar la libertad de ir a cumplir con el trabajo. Y no pueden porque no lo tienen. Lo mismo hasta le da a un cualquiera por observar que su preparación y que su esfuerzo es similar, o incluso superior, a muchos que tiene cerca y que, sin embargo, sus recompensas económicas o sociales son mucho menores. O incluso descubramos a algún idealista al que se le antoje ir hasta la luna una noche clara. ¿Lo podrá hacer? ¿Tendrá la libertad de obrar o de no obrar? Esto ya suena a chiste e incluso a humor negro, ¿verdad?

Ejercicios de este tipo los podemos hacer todos y en cualquier momento. En esta sala mismo. Solo con alzar la cabeza. O simplemente con no bajarla.

Enseguida descubrimos que esto de la libertad se mueve en unos parámetros de posibilidad bien reducidos y que depende de nuestra voluntad pero también de las condiciones en las que cada uno se mueva. Si lo queremos decir de otra manera, existe una libertad teórica y otra real.

1 comentario:

Marina dijo...

Gracias por estar y por venir.

Un abrazo, libre, por supuesto.