viernes, 12 de noviembre de 2010

ESOS CLAROS DOMINIOS

ESOS CLAROS DOMINIOS

Admiro hasta el dominio de la estupefacción
a todos los que viven atados a una clara
conquista declarada de toda la verdad:
todo en ellos es reino de certeza,
todo tiene su ritmo y todo tiene el sitio
que en designios divinos le conviene
según las leyes últimas que nadie contradice
y que todos adoran sin ninguna objeción:

La rosa nace y crece en el buen tiempo,
el grajo vuela bajo en el mal tiempo
y el búho abre sus ojos para mirar la noche
porque es su mejor forma de cumplir con la ley.

Y eso es todo.
Todo está en sus medidas, nada ofende
los últimos designios de la verdad oscura.

El ser humano ve lo que sucede,
pero no mira nunca, si no es hacia otra parte,
por no sembrar la duda en el camino;
al fin, ¿por qué llenarse
de lodo el pensamiento
o dolerse con ruidos
de extrañas melodías?

Y es que la duda ofende
en esas claridades infinitas,
que no son, ay, las mías,
pues yo vivo en la duda permanente,
en la inquietud hiriente de la incertidumbre,
en los filos extraños de la noche y el día,
en la zozobra y el aturdimiento,
en el reino febril de las preguntas
y en el gastado atril de la interrogación
que me deja varado en las arenas
de las puertas del templo de la felicidad.

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