viernes, 17 de septiembre de 2010

MEMORIA DE VALERO

De nuevo he vuelto a darme de bruces con un tesoro de esos que me gustan y que voy a conservar. Me lo prestó Felipe, le rogué que me lo cediera o que me lo vendiera porque, si no, se lo tendría que robar. Enseguida cedió y me lo regaló. Aún considero la posibilidad de fotocopiarlo para no dejarlo sin el original.

Se trata de un texto de 1950, editado en tapa dura, con este título: “Tradiciones salmantinas. Folklore”. En aquella época, el Centro de Estudios Salmantino tuvo la felicísima ocurrencia de pedir a sus ´corresponsales´de los pueblos de la provincia que les mandaran textos con las principales leyendas, poemas, tradiciones populares… de todos los lugares. Los ´corresponsales´ eran, por supuesto, las fuerzas vivas, sobre todo curas y secretarios.

En las páginas interiores he descubierto dos colaboraciones de don Bienvenido Martín Hernández: Tesoros escondidos en el término de Valero y Castillo viejo de Valero. Don Bienvenido fue mi primer maestro, y Valero es mi pueblo, el edén de mi niñez. Los textos tienen sesenta años y se hunden en la memoria de la colectividad. Hoy copio el primero de ellos, que creo desconocido para casi todos, pues el segundo está mucho más tratado. Reproduzco el texto sin ninguna corrección.

TESOROS ESCONDIDOS EN EL TÉRMINO DE VALERO (I)

PRIMER TESORO: FUENTE DE LA HIGUERA: “Dicen” que en la Fuente de la Higuera, en el sitio del Candelario, hay uno de estos tesoros. Hace unos años, uno que estaba de escribiente en Béjar, pasó una noche leyendo legajos antiguos y encontró uno de Valero que decía había un tesoro escondido en dicho sitio y fue con unos de San Esteban a buscar un “Zajorí” (Zahorí) que había en Pinedas. Al venir fueron a enseñarle el sitio, y como esta gente es muy desconfiada, para probarle, antes de llegar le enseñaron un terreno que no era el del Candelario; le preguntaron si era allí donde estaba el tesoro y contestó que no. Fueron más adelante y al llegar al Candelario dijo el Zajorí que allí era; hizo un círculo en el suelo y unos ademanes y le dijo que cavasen allí, que encontrarían primero un cañal de agua y que debajo había tres tinajas: una llena de oro, que tendría unas ocho arrobas; otra con plata y la otra con veneno, siendo esta última la de más valor.

Efectivamente encontraron el cañal de agua, con unas lanchas muy finas escritas con letras que dicen eran árabes, y dada su ignorancia, las rompieron, no quedando datos; al encontrar el cañal de agua, se cansaron y fueron a buscar al Zajorí, que estaba sentado bajo una encina, haciendo otra vez el círculo y unas cosas y ademanes con manos y cabeza, les dijo que allí estaba, que siguieran cavando. El Zajorí se marchó para su pueblo, y al llegar al sitio de las Majadas dijo al que lo acompañaba: Ya han dejado de trabajar. ¿Cómo quieren encontrar el tesoro?

Y así -dicen- sucedió; cuando volvió el que acompañaba al Zajorí encontró en sus casas a los que habían estado trabajando, y al preguntarle a qué hora habían dejado de cavar, coincidió con lo que había dicho el Zajorí.

Dicen que un gracioso de los que trabajaron hizo una T en una pizarra indicando tesoro.
Como los que buscaban el tesoro eran forasteros, los de Valero le sacaron un “Zangarrón” para una danza (que aquí son unos versos burlescos):

Los de San Esteban
“vinon” a Valero
A buscar un tesoro.

Y encontraron un puchero
Donde curtía las pieles
Pedro el Navero.

Algunos de los que oyeron este Zangarrón viven, como igualmente vive un cabrero anciano que los vió cavar y sabe el sitio del desbanque que hicieron.

Esto yo mismo se lo oí contar a una señora anciana, que si viviese hoy tendría cien años.

Ahora se lo he vuelto a preguntar a una anciana, vecina de la que murió, y coincide con los mismos datos.

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