lunes, 13 de septiembre de 2010

DE VARIA LECCIÓN

He repasado, en una tarde de estas, el conjunto de sonetos de Quevedo, uno de los primeros espadas en casi todo, desde luego en este formato del soneto. Amor, muerte, poder, juegos verbales…, todo; nada se escapa a su pluma y a su consideración y a su agudeza mental. Un tipo listísimo y que merece muy mucho la pena.

En la relectura he topado con un soneto que muestra hasta qué punto la imitación era considerada un valor en aquellos tiempos y la intertextualidad algo corriente y admirado. Hoy todo hay que acotarlo y hay que advertir de que el uso de no sé qué palabra procede de tal autor y de cual obra. Para ello se entrecomilla, se subraya, se encorcheta, se…

Ya he dicho alguna vez que me parece una exageración lo que se ´lleva ´ hoy día. La voz propia no consiste en olvidarse de lo que ya está hecho sino en reelaborarlo, en hacerlo actual y en dominar los mismos moldes; desde ese nivel, vendrá todo rodado. Hay mucho tiquismiquis por ahí suelto. Qué le vamos a hacer.

Copiaré dos sonetos, como ejemplo, tal vez exagerado, de esa imitación, de esa reelaboración y de ese intento de superación. Son nada menos que de los clásicos Garcilaso y Quevedo.

EN TANTO QUE DE ROSA Y AZUCENA Soneto XXIII (Garcilaso)

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena:

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

LAS GRACIAS DE LA QUE ADORA SON OCASIÓN DE QUE VIVA Y MUERA AL MISMO TIEMPO (Quevedo)

Esta color de rosa y de azucena,
y ese mirar sabroso, dulce, honesto,
y ese hermoso cuello, blanco, enhiesto,
y boca de rubís y perlas llena.

La mano alabastrina, que encadena
al que más contra amor está dispuesto,
y el más libre y tirano presupuesto
destierra de las almas y enajena.

Esa rica y hermosa primavera,
cuyas flores de gracia y hermosura
ofendellas no puede el tiempo airado,

son ocasión que viva yo y que muera,
y son de mi descanso y mi ventura,
principio, y fin, y alivio del cuidado.

¿De qué acusamos aquí a Quevedo, de plagio, de imitación, de alabanza, de intento de superación…? Tengo la sensación de que somos demasiado exigentes con lo que no hay que serlo y demasiado complacientes con las apariencias. Aquí hay dos variantes. Y ambas son válidas y hermosas. Pues eso.

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