“SEGUNDO TESORO: Es de tradición que en el sitio de Vallebravo hay un caballo pintado en una piedra. Y claro está, a continuación viene lo del tesoro también.
Dicen que si en tiempos de la guerra contra Napoleón, un francés, huyendo con un tesoro, pasó una noche en las asperezas de Vallebravo; como venía perseguido, enterró el tesoro y con la espada hizo el caballo del cuento en una piedra próxima de las muchas que hay.
Terminada la guerra con los franceses, a los pocos años volvió el francés a Valero; traía un libro con notas y buscó quien le acompañase, pues ya no acertaba con el sitio que traía apuntado en su libro de notas; pero como Vallebravo es sitio muy escarpado, se desorientaron, se cansaron de andar todo el día buscando y no encontraron el caballo grabado, ni el tesoro escondido.
Yo cuando vine a Valero, hace más de veinte años, me dijeron que tía Manolita (Q.D.P.) sabía bien de estas cosas y fui a orientarme de ella. Era una buena y reflexiva señora de las pocas que en aquellos tiempos sabían leer y lo interesante es que me dijo que lo había leído cuando fue joven en unos manuscritos que tenía su padre; yo, por favor, le pedí los manuscritos, y me dijo que ya estaban rotos y manchados de aceite y habían desaparecido.
Yo, sí pensé, que lo del caballo pudiera ser pintura rupestre, pero también, con la ilusión y entusiasmo de los años mozos ¿por qué negarlo?, caí en la trampa; busqué uno que me acompañase, y a buscar el caballo y el tesoro.
Siempre en estas cosas resulta el desengaño, pues son enormes peñascos, que debido a desprendimientos, a la erosión de los tiempos y a algún rayo de los temerosos días de tormentas en estas montañas, que derrumban cientos y cientos de toneladas de piedra, pues ha variado la forma primitiva; otras piedras están cubiertas de musgo y espeso moho, y busque usted así el caballo, como nos pasó a nosotros. ¡Qué día pasamos!, trepar…, buscar…, dar vueltas y revueltas y sudar la gota gorda; menos mal que se nos ocurrió llevar calzado apropiado, merienda y la romántica bota de vino, cosa que aconsejo a los que en adelante se dediquen a explorar estos terrenos.
TERCER TESORO: (este voló).- En Castildecabras.- En este paraje agreste y pintoresco, donde los estratos nos recuerdan las ciudades encantadas, hay indicios de una antiquísima fortaleza; es el caso, que en tiempos de nuestros abuelos, estaba el célebre cabrero tío Manías con la piara de cabras por los pastoreos de Quilama; se le acercó un señor francés de a caballo, preguntándole si estaba cerca lo que llamaban Castildecabras, y si hacía el favor de enseñarle. El tío Manías acompañó al francés hasta dicha fortaleza; mirando su libro de notas, le dijo a tío Manías le enseñase el juncal más alto, y efectivamente, lo llevó hasta allí; y al llegar le dijo el francés a tío Manías que podía ir a ver sus cabras, pero que volviese pronto por allí, y así lo hizo.
Cuando volvió vió cinco monedas de oro que sobre los cacharros de una tinaja le había dejado el francés, pero éste había desaparecido. Todavía vive un cabrero anciano (que es el mismo que vio el desbanque del tesoro de Candelario), que me dijo que cuando era jovencito conoció al tío Manías, y que vió algunos trozos de la referida tinaja que sacó el francés.”
N.B. Se lo tengo que mandar a mis paisanos para pincharles un poco la curiosidad por las cosas de su pasado.
sábado, 18 de septiembre de 2010
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