viernes, 3 de septiembre de 2010

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE UN ESCRITOR (II)

“No serás vanidoso”. Aboga el autor por dar autonomía, o acaso vida individualizada, a los personajes de la creación y por no someterlos a las características del creador. La obra debe ser siempre autón0oma y volar por encima del autor con alas propias, pero no estoy seguro de que jamás lo pueda hacer de manera absoluta. En cualquier obra se rastrea, con mayor o menor dificultad, la personalidad y hasta la persona del autor. Y, cuando se trata de poesía, la idiosincrasia del creador echa aguas por todas partes. Aunque siempre será bueno que esa confusa o menos confusa personalidad sea capaz de hacerse suficientemente borrosa como para ponerse al servicio de la obra y para servir como modelo y referente de cualquier lector.

“No será modesto”. Sostiene Vicinzcey que para ser un buen escritor hay que querer ser grande. Me suscita muchas dudas esta afirmación. Grande ¿en qué?, ¿con qué condiciones?, ¿sometiéndose a qué?, ¿cediendo cuánto? No creo que haya que ir por la vida compungiéndose por nada, pero una buena dosis de serenidad y de normalidad me parece una buena fórmula para seguir siempre creciendo y mejorando.

“Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes”. ¿Y quiénes son esos grandes? ¿Son los clásicos? Incluso entre ellos habrá que hacer selección. ¿Quién la hace? Otro asunto peliagudo este. Concentrar ejemplos y esfuerzos seguramente ofrece buenos resultados pero también puede cerrar la variedad e inducir a la repetición. Los pros y los contras. ¿Por qué este crítico no cita entre esos “grandes” a Cervantes, por ejemplo?

“No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande”. La misma disquisición que para la norma anterior. Sí me apetece señalar que tengo la impresión de que tal vez hay demasiados creadores que andan ayunos de los clásicos y que apenas los han leído. Es, sin duda, una carencia muy grande. Pero sin obsesión, que todo el mundo tiene algo que enseñar y todo el mundo tiene algo que aprender.

“Escribirás para complacerte a ti mismo”. Apenas tengo que hacer otra cosa que asentir y decir amén. El primer destinatario de la obra es el propio creador. El periodo de gestación no es otra cosa que una lucha entre la obra que va creciendo y el autor que le va dando vida. Como sucede con todo en la vida, si el resultado es satisfactorio para el creador, seguramente también lo será para un grupo de receptores; y, si no coinciden con su gusto, pues Dios los ampare y a otra cosa. Tampoco parece que esta norma responda a los modelos comerciales de encargo ni a los formatos de éxito norteamericanos.

“Serás difícil de complacer”. Parece la salvaguarda de la norma anterior. Que todo te complazca a ti primero pero que no te contentes con cualquier cosa. ¿Cuál es ese nivel de complacencia por encima del cual el creador puede decir esto no está demasiado mal? Difícil marcar la línea, pero dos anotaciones: a) No despreciar casi nada por moda; b) Si hay dudas en el límite de lo correcto, exigirse un poquito más de esfuerzo.

Este decálogo, que no es más que un esquema que está a expensas de los matices de su desarrollo, sirve para la creación y, me parece, sirve para todo comportamiento en la vida. Al fin, ¿qué es la vida sino una creación y un reto continuo en el que a veces usamos palabras, a veces gestos, a veces acciones y a veces esquemas lógicos?

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