Ayer tocó Ávila. Ya era hora. Hacía muchos días, más de dos semanas, que no veía a mi nieta Sara. Con sus ojillos pillines y su carita preciosa, con la resolución de quien se sabe el centro de toda la reunión, con la certeza de quien se alegra y se pone contentísima cuando nos ve. Y estuvimos con ella y en ella. Y con Miguel Ángel, que, a pesar de su apariencia, lo vi un poco nervioso, tal vez pensando en su lectura de tesis doctoral del viernes próximo -no fallará, de eso no tengo duda-. Y con Merce también.
Pero los días son agridulces muchas veces; acaso siempre. Ayer lo fue en sus extremos, en el viaje de ida y en el de vuelta. Al salir de casa, Nena se acercó a realizar una compra. Yo la esperaba en el coche. Por casualidad puse la radio. Y me enteré. Lo anunciaban de manera indirecta, pero no había dudas. Había muerto José Antonio Labordeta. Tengo en mi coche música de Labordeta. En mi casa conservo bastante de su discografía. El viaje para allá lo hicimos atentos a sus canciones y, desde el silencio casi continuo, a recordar momentos vividos al amparo de esas canciones, de esa música y de esa voz. Yo creo que Nena se dio cuenta de mi estado de emoción y respetó el silencio. A ella también le gusta mucho Labordeta.
Ya he explicado aquí lo que suponen para mí los cantautores. Labordeta es uno de ellos. Y, para mí, de los más destacados. Él ha puesto -junto con otro grupo reducido- banda sonora a parte de mi vida. Yo he encontrado fuerza enorme, en muchísimos momentos, en estos gritos sonoros, en esas melodías armoniosas, en esas reflexiones armonizadas, me he levantado numerosas veces del asiento con el ánimo lleno y con las fuerzas intactas; tal vez para después desinflarme demasiado pronto.
De Labordeta admiro casi todo: su profunda voz, su timbre, su redondez, la naturalidad, los temas, el esquema de vida que compone el conjunto de sus canciones, la silueta de los personajes que dibuja siempre, ese suspiro continuo para hacernos pensar que este esquema de vida no es el mejor, el contraste entre la vida del campo y la vida de ciudad, la agitación de conciencias que siempre procuraba, la intensidad con la que quería y alababa a lo que tenía más próximo, empezando por su tierra, la llaneza y la inmediatez, su sabiduría (que una cosa es la simpleza y otra bien distinta la memez y la tontería), su forma campechana de hacer frente a todos aquellos imbéciles a los que se les veía el plumero en cuanto tenían que tratar con gente normal, sus arranques espontáneos, sus himnos majestuosos… Y sus canciones de amor. Creo que este apartado no se ha destacado como merece. Algunas, casi todas, son estremecedoras. “Si tus labios supieran a madrugada…”
Tuve noticias de él hace ya muchos años. Conocí paralelamente la poesía de su hermano Miguel. Me quedé en casa muchas veces solo por escuchar a aquel ser aparentemente raro que andaba los caminos y que me traía hasta mi casa la España más profunda pero también más normal, la de la gente que a mí realmente me interesa y con la que querría vivir y morir (quiero decir con sus sentimientos elementales, pegados a la tierra y casi siempre sinceros). He gastado muchas, muchísimas horas en sus canciones (a veces -me da apuro confesarlo por escrito-mañanas enteras sin casi poderme levantar del asiento). Y ayer nos dijo adiós.
¿Qué van a hacer ahora sin ti tus personajes (Ramón Cabezas, la Miguela…)? ¿Y los paisajes desiertos, y los pueblos abandonados, y la ciudad lejana, y las grandes compañías que se lo llevaban y se lo siguen llevando todo, y los antepasados, y los emigrantes, y la vida sencilla, y el agua en el verano, y los pantanos, y las acerollas, y el erial…? ¿Qué será de esa voz que nos convocaba a todos a levantar cualquier obra: “Habrá un día en que todos…”?
En fin, “Ya ves, que vamos avanzando, cumpliendo este camino. No lo sé. Ya ves…” Cuántas letras se me vienen alborotadamente a la memoria. Y cuántos momentos he recordado entre ayer y esta mañana. Tal vez no será lo peor quedarse con tu propio deseo:
“Recuérdame, como un árbol batido, como un pájaro herido, COMO UN HOMBRE SIN MÁS. Recuérdame como un verano ido, como un lobo cansino, COMO UN HOMBRE SIN MÁS.”
N.B. Dicen que también durante el fin de semana se ha celebrado la Fashion Week de la moda en Madrid. En Alcañiz, en el Aragón de Labordeta, se ha colonizado no sé qué erial para la fiesta urbana de las motos. Eso dicen. Pues eso.
lunes, 20 de septiembre de 2010
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1 comentario:
Buenos días, profesor Gutiérrez Turrión:
¿Sabe?, mi nieta -antes de nacer- asistió a la lectura de la tesis doctoral de su madre. Y todo salió bordado.
De Labordeta, ¿qué decir, ahora?.
Tengo un LP, TRILCE, de 1989, que escuché mucho. Dentro, acompañando las letras de sus canciones, por las dos caras, la fotografía de César Vallejo, sentado, concentrado; y en la contraportada, hay otra en la que el poeta peruano aparece recostado sobre un muro, con su gesto siempre pensativo.
Me hubiera gustado enlazarle la canción, “El espejo”, pero no la he encontrado. Posiblemente la tenga usted ya, pero le voy a escribir unos versos de ella:
“[... preferiría estar
en medio de un concierto
buscando a un astronauta
a Edipo o a Teseo.
...preferiría estar
volando por un cielo
de color mermelada
junto al capitán Trueno.
...me gustaría estar
jugando por el cielo
con Zarra, con Gainza
e Iríbar de portero.
...me gustaría huir
por pasillos de hielo
hasta alcanzar al fin
alas para un gran vuelo.”
Pues eso. Que se cumplan sus deseos.
Saludos. Gelu
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