jueves, 2 de septiembre de 2010

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE UN ESCRITOR (I)

Para Stephen Vizinczey (Verdad y mentiras en la literatura,1989) son los siguientes:

a) No beberás ni fumarás ni te drogarás.

b) No tendrás costumbres caras.

c) Soñarás y escribirás y soñarás y volverás a escribir.

d) No serás vanidoso.

e) No serás modesto.

f) Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes.

g) No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande.

h) No adorarás Londres/Nueva York/París.

i) Escribirás para complacerte a ti mismo.

j) Serás difícil de complacer.

Y si, además, estos preceptos los quisiera encerrar en dos, entones resultaría más bíblico y tal vez más llamativo.

Interesa reconocer de vez en cuando este esquema de intenciones que recoge un ambiente favorable para el mundo de la creación. De cualquier creación, no solo de la literaria. Y sirve, si es que sirve, tanto para el principiante como para el avezado y consolidado. Solo como aproximación y como guía orientativa. Solo.

Yo lo firmaría sin reparos porque lo veo en conjunto luminoso y limpio, sensato y normal.

“No beberás, ni fumarás ni te drogarás”. ¿Por qué la necesidad de buscar contextos especiales en los que desinhibirse? Del creador interesa sobre todo la creación pero ni los fines justifican los medios ni los desaguisados corporales aseguran mejores resultados. ¿Y por qué no decodificar los resultados también desde contextos especiales? Racionalmente no se intuye hacia dónde nos puede llevar ese camino. O acaso sí, y no es nada bueno. Han existido movimientos enteros que buscaron su arraigo en fomentar este tipo de creaciones casi automáticas o, en todo caso, “iluminadas” de manera especial. Fueron vanguardias, fueron fugaces, fueron efímeras. La que se salvó de la quema (surrealismo) pronto sentó sus bases en estudios y en trabazones lógicas. En todo caso, lo snob por lo snob resulta ser la misma memez que la tradición por la tradición. Y hay tanto presumidillo por ahí…

“No tendrás costumbres caras”. No es fácil que un creador, sobre todo literario, se pueda permitir caprichos caros: este mundo no da ni para sobrevivir. Pero es verdad que hay creadores que, en su quehacer diario, superan todos los dispendios razonables: viajes, bebidas, apariencias… Satisfacer esas costumbres caras acarrea sin excepción unas servidumbres que no le hacen ningún regalo al arte ni a la creación: premios amañados, concursos decididos previamente, temas y formatos, tramas y estilos según la media del comprador… Construir una buena creación no supone ya ni gasto de papel siquiera. Pero hay que sobrevivir… Y demasiadas veces, vivir sobre…

“Soñarás y escribirás y soñarás y soñarás y volverás a escribir”. El dolor de la página en blanco se suaviza un poco si, cuando se va a proceder al acto de la creación, existe un esquema de lo que va a ser la página en negro. Después ya llegará el famoso dilema de la creación como descubrimiento o como comunicación. El nacimiento de la obra resulta una lucha que se plantea entre el creador y la propia obra, a medida que se va componiendo, pero al campo de batalla se acerca el creador con una espada en ristre y apuntando hacia algún sitio prefijado. Después el sol dirá y las fuerzas determinarán. Estoy convencido de que, en muchas ocasiones, las “primeras tomas” no son fácilmente superables por intentos posteriores, pero esas primeras tomas tienen que tener detrás un entrenamiento, unos fines y unos esquemas bien trabados. Lo demás son milagros y los milagros solo se producen los jueves. Eso decía la película de Berlanga? Y a mí me gusta mucho Berlanga pero creo que en esto se equivocó.

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