“Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento…”
Pues eso, que he vuelto a encerrar con llaves a mi señor don Quijote después de acompañarlo gozoso en sus aventuras por aquí y por allá. El vuelve a su aldea, que son las estanterías de mi biblioteca, con la intención de dedicarse a la vida pastoril a la que le hemos obligado.
Pero yo, antes de que se me escape de nuevo por esos mundos de Dios, quiero hacerle compañía en esa república de pastores que andan formando entre los del pueblo. Ellos ya tienen sus nombres adecuados y propicios a la vida pastoril, tienen sus pastoras y poseen los instrumentos musicales necesarios para el feliz término de tal industria. Tendré que ponerme al día en lo que a apelativo trata pues, en lo que toca al instrumento musical y a la afición de endechar, me parece que ya tengo andado un punto.
En esos caminos y en esas florestas tengo que preguntarle muchas cosas de sus andanzas asendereadas y tengo que departir con Sancho para que me solace y me asaetee con sus refranes y con sus buenos sentimientos. Y después… ya veremos, que amanecerá Dios y medraremos.
Este libro me engolfa tanto en él que siento como en ningún otro la suerte de los personajes el fin de sus aventuras. Es como si fueran las mías, como si recibiera clase diaria sobre ideas y comportamiento, como si se me ofreciera todo un mar de riqueza y de solaz. Cierro físicamente sus páginas una vez más, pero volveré a él cualquier día y cualquier hora; o acaso no me iré de él porque me encuentro como en casa. Hoy, repito, estoy un poco triste y morriñoso.
Pero es que, además, se me ha ido Sara. Muy de mañana, en brazos de su madre y dormidita, se me fue camino del norte. Ha pasado unos días con nosotros absolutamente contenta y feliz, con sus risas y sus arrumacos, con sus idas y venidas de brazo a brazo, con sus paseos de la manita, con el amor que todos le profesamos. Y mi niña ya se da cuenta de casi todo. La imagino ya en León o Asturias, con los ojitos como platos mirando y remirando, y echando de menos nuestros brazos y nuestras risas.
Por esto también, y sobre todo, hoy estoy un poco moquicaído y cabizbajo.
Como todo está lleno de contrastes y la vida se llena de pequeños elementos que se mezclan y se solapan, felicito a quien tengo que felicitar y me pongo de fiesta y de domingo. Un beso.
jueves, 22 de julio de 2010
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2 comentarios:
Buenas tardes, profesor Gutiérrez Turrión:
Tiene una nieta guapísima. Y va a tener carácter(genio).
- A D. Quijote no le deje mucho tiempo en sus estanterías. Le gustan las aventuras, el trato con las personas y la buena conversación. Y el hacer pensar.
Tenemos la obligación de compensarle de los malos ratos y de la incomprensión de tanto mostrenco como se encontró en el camino.
- Echo en falta a D. Fernando Portillo, y no sé cómo llevará el santoral en el que está trabajando. Pronto lo comprobaré, pero -con su permiso- aprovecho su entrada y me uno en su deseo para que también mi felicitación les llegue a las Marías Magdalenas.
Saludos. Gelu
También me sumo a la felicitación.
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