viernes, 2 de julio de 2010

"TODO ES ARTIFICIO Y TRAZA"

“Todo es artificio y traza”. Podría ser un buen octosílabo para rematar un poema. O para arrancar como verso inaugural. No lo es y, además, tiene copyright. Las palabras las pronuncia don Quijote (Segunda Parte Cap. XVI) y van dirigidas a Sancho. Acababan de dejar al aparecido caballero disfrazado Sansón Carrasco (el único disfraz de caballero vencido y a la vez vencedor del caballero manchego) y se habían enzarzado en un ir y venir de consideraciones, en un diálogo con los papeles cambiados pues ahora es don Quijote el que razona con serenidad, ya que no con certeza, ante un Sancho que no quiere tragar con la tostada de los aparecidos Sansón Carrasco y Tomé Cecial.

Asistir a los prolegómenos de los combates entre los escuderos es asunto de maravilla y de gusto extraordinario, hasta dejarlos colgados con aquel “Amanecerá Dios y medraremos”. Atender a la previa del encuentro entre los dos caballeros es tanto un ejercicio de burla como de maneras y formas estereotipadas que causan gran regocijo.

El de los Espejos, el guasón de Sansón Carrasco, bien advierte a don Quijote en qué suerte ha de quedar el vencido. Nada arredra a don Quijote: su ilusión, su “irrealidad” es superior siempre a cualquier dificultad. Leoncitos a mí…

Pero el arreglo literario -mal resuelto en este caso, según mi criterio- sirve para que, por una vez otro caballo haga bueno a Rocinante y su lentitud y falta de fuerza sirven de artilugio para que don Quijote dé con los huesos del de los Espejos en el suelo. A partir de este resultado victorioso, todo estaba permitido. Poco imaginaba nuestro caballero don Quijote que ese mismo aparente caballero sería el que lo dejaría vencido y sin ánimos en la playa de Barcino.

Y ante la mirada de del caballero… “apeándose de Rocinante, fue sobre el de los Espejos y, quitándole las lazadas del yelmo para ver si era muerto y para que le diese el aire si acaso estaba vivo, y vio… ¿Quién podrá decir lo que vio, sin causar admiración, maravilla y espanto a los que lo oyeren? Vio, dice la historia, el rostro mismo, la misma figura, el mismo aspecto, la misma fisonomía, la misma efigie, la perspectiva misma del bachiller Sansón Carrasco”.

Pues ni por esas. Todo lo trasciende nuestro caballero al encantamiento. En él se refugia y hasta en él confía. Todo es artificio y traza. En demasiados casos modernos, para mal; en la bondad de nuestro caballero, muy para bien. Pues él es un caballero “de esos que dicen las gentes / que a sus aventuras van.”

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