domingo, 4 de julio de 2010

"COMO UNA DONCELLA TIERNA"

A falta de otros ritmos y ocupaciones, me pierdo en el campo y en la lectura. No encuentro mejor forma de sobrellevar los calores y de defenderme de otros hechos que me desagradan y ante los que de momento me mantengo con la lengua prieta y mordida.
Sigo con ritmo lento en el Quijote, degustando las correrías del caballero y los arranques de Sancho; pero, sobre todo, me interesan sus consideraciones, los diálogos que cruzan cuando la ocasión se pone propicia. Desde ellas, alargo la mirada e intento proponer las mismas condiciones para los días que me ha tocado vivir. Es ahí donde encuentro la salsa de este enorme guiso. Cada párrafo es un gusto y cada capítulo un tratado.

En el Cap. XVI se extiende en consideraciones acerca de las artes, y en concreto de la poesía, que bien podían reconsiderarse en cualquier reunión al efecto o ser aplicadas a cualquier poeta al que se le escapen los humos. Las letras, las ciencias, el arte, la milicia. “A los padres toca el encaminarlos (a los hijos) desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las buenas y cristianas costumbres, para que cuando grandes sean báculos de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad; y en lo de forzarles que estudien esta o aquella ciencia, no lo tengo por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso, y cuando no se ha de estudiar para pane lucrando, siendo tan venturoso el estudiante que le dio el cielo padres que se lo dejen, sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vieren inclinado; y aunque la de la poesía es menos útil que deleitable, no es de aquellas que suelen deshonrar a quien las posee. La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde, que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo.”

Para tratase del S XVII ya parece suficiente. Quedan las consideraciones después de trasladar las ideas a los comienzos de nuestro siglo. Son demasiadas. Y no todas caminan en el mismo sentido.

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