Seguramente habrá más ejemplos porque este pozo es insondable y, por ello, resulta inagotable, pero al menos recuerdo un par de ocasiones en las que se hace referencia a la “afectación” en el libro del Quijote. Son estas:
a)Cap. XXVI, segunda parte. Habla Maese Pedro, aquel reconvertido Ginés de Pasamonte, o Ginesillo de Parapilla, como lo bautizó el asendereado y apedreado caballero después de uno de los episodios más agrios que se desarrollan en la obra. Se dirige al muchacho que le acompañaba en sus correrías: “-Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala.”
b)Cap. XLIII, segunda parte. Ahora es don Quijote el que se dirige a Sancho para aconsejarle, en los días previos a su aventura de gobernador de la ínsula. Después de los consejos morales, le sermonea con los consejos de comportamiento físico, social y de vestimenta: “Anda despacio, habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala.”
Los usos vienen concretados, pues, para la forma de manifestarse con la palabra, que es algo así como la manera de trasladar a los demás los propios pensamientos.
Afectación es tanto como falta de sencillez y de naturalidad, presuntuosidad en la manera de ser y de hablar, de escribir…, y de actuar, en suma.
A mí, como casi siempre, este consejo me da para mucho y me deja con el sabor agridulce de lo que comparto para según qué ocasiones y contextos.
Si no le busco aristas, lo firmo, lo rubrico y lo enmarco. Nada mejor que saberse poner a la altura de las circunstancias, ponerle lindes reconocibles al contexto en el que te mueves y actuar en consecuencia. Siempre he dicho y he enseñado que el sabio no es el que habla sin que le entienda la gente sino el que sabe acomodarse a la situación y suelta un taco en el momento que es necesario o elabora las formas si el auditorio por naturaleza lo pide: no es lo mismo tomar un vino en una bodega de mi pueblo que pronunciar una conferencia (mucho mejor lo primero, sin duda).
Pero no me gustaría que esto se entendiera solo en el extremo del nivel coloquial, de tal manera que no tuviéramos preocupación por la precisión y por la coherencia en las formas verbales. Hasta tal punto exijo esto, que me gustaría que hubiera cortapisas y rechazos a la hora de elegir representantes con aquellos que no controlan la expresión y se mueven con el impulso del viento solamente. Los niveles públicos no son precisamente los más loables; los ejemplos que se dan, tampoco. Sé que no existe paralelismo absoluto, pero confío mucho en una relación bastante directa entre una buena expresión y una buena estructura mental.
De modo que toda afectación es mala, pero toda ignorancia y dejadez es peor.
Maese Pedro se ganaba la vida engañando a los habitantes de los pueblos entre otras razones porque comunicaba sus engaños con palabras llanas. Sancho tampoco se “afectó” en el gobierno insulano, pero fracasó. Hay para todos los gustos.
Y todo esto si hablamos de la expresión oral. Bastantes más cortapisas presenta la expresión escrita, y aún más la creación poética. Esa afectación o sobreactuación, sin embargo, me resulta absolutamente insoportable en otros ámbitos de la vida: moda, dinero, costumbres, muebles, automóviles,…
De modo que me acojo a la advertencia de Cervantes y procuraré no olvidarla. En según qué contextos.
Y amanecerá Dios y medraremos.
jueves, 15 de julio de 2010
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