sábado, 18 de julio de 2009

ATHOS XII

ATHOS XII

DÍA 1 de julio
Apenas nos da respiro la noche. Tampoco el silencio, tan denso y tan misterioso.
Las tres y media y el tío del pandero, con perdón, anda otra vez de fiesta, levantando a los frailes de la cama. Aquí se duerme bien, pero, coño, se duerme poco. Ahora ya no nos coge nada de sorpresa y conocemos el sonido en cuanto empieza con su porreo rítmico: tá-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-tá/-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-tá/-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-tá. Y vuelta a empezar. Sencillísimo este ritmo para quien quiera danzar con él. Nosotros andamos a estas horas solo para ir abriendo el ojo, para incorporarnos con torpeza y para bajar hasta el catolicón. ¡Las cuatro!! Dios mío. Habrá a estas horas algún Dios despierto para escuchar las preces y atender a las invocaciones. Kirieleison, kirieleison, kirieleison. Allí nos mantenemos hasta casi las cinco de la mañana. Con todas las peticiones requeteformuladas. No puede haber Dios que se nos resista. Es el último repaso a la salmodia y yo ando bien atento, a pesar de mi sueño, que el cansancio se acumula y las fuerzas van mermadas. Vuelvo a pensar en todo aquello, en lo extraño que me parece todo, en la escala de valores que mantiene a esta gente aquí y a tanta gente como esta durante tantos siglos. No es fácil despacharlo en dos palabras, a pesar de que no sea mi caso ni mi ilusión. Dejaré la reflexión serena para los montes bejaranos y para las calles occidentales.

Aprovechamos el ratito que nos queda para dormir un poco. Poco rato, por cierto. El aprendiz de juglar no nos da tregua. De nuevo la tamborrada en torno del catolicón. Y de nuevo al templo. Es la hora de la misa. Las seis.

Por alguna razón mi mente anda un poco despistadilla y se va hacia la costa. Nos aguarda un viaje de recreo y ya me lo adelanto en la imaginación. Pero sigo escuchando la salmodia, la liturgia excesiva, miro el templo abigarrado con las imágenes y las velitas que se encienden ad maiorem Dei gloriam y se van consumiendo poco a poco mientras las preces suben hacia el cielo, en medio de la noche.

Esta vez no nos quedamos a desayunar: andamos escaldados con eso de las horas de los barcos. Nos vamos a la costa y aguardamos hasta que llega uno que nos acerca a Dafne. Se mueve la mañana y hay ajetreo de personas y de víveres. No nos vamos de Athos; queremos volver ya en barco hasta la zona más al este para volver contemplando desde el mar todas estas laderas y el vértice gigante del monte allá en el cielo. Qué descansada vida la del que mira sentado en una silla. ¿Dónde están los caminos y los soles?

Hacemos transbordo en Dafne para volver sobre nuestros pasos. Ahora el barco es bien cómodo y empieza su travesía. Jesús y yo nos sentamos en sitios estratégicos pues tenemos trabajo por delante: fotos, miradas, paisajes, skites, Diógenes, mitos, charla y altura del gigante.

El barco va surcando lentamente las aguas del Egeo a una distancia escasa de la costa. Desde ese sillón húmedo y tranquilo, nuestra vista se ensancha. Tenemos noticias de la existencia, en esta zona de la península, de residencias pequeñas en las que viven monjes casi solos. Y bien pronto aparecen esas casas. Son las llamadas Skites: Nea Skiti, Aghios Annas, Katounakia, Kerasias… peñón de Aghios Hristóforos… y vuelta a empezar en dirección contraria.

Jesús me había hablado de la existencia de monjes aislados en las laderas de más al este de la península, monjes que vivirían como eremitas en medio del monte. Las Skites muestran un aspecto muy diverso pues, al lado de edificaciones que, desde el mar, podrían pasar en su aspecto por un chalecito cerca de la costa, vemos otras con aspecto totalmente ajado y ruinoso. Alguna casa pequeñita -tal vez residencia de alguno de estos monjes solitarios, llamados Diógenes (qué nombre tan ajustado)- se ve colgada en un peñasco del que parece que se va a desplomar en cualquier momento.

La vida de estos monjes tiene que ser bien distinta de la que llevan los que viven en comunidad. Pero el barco descarga materiales de todo tipo en las distintas dársenas diminutas. También los monjes van y vienen desde Athos hacia el exterior y desde el exterior hasta Athos. Unas pequeñas recuas de mulos suben y bajan penosamente por los estrechos caminos que se han consolidado como única forma de llegar desde la costa hasta las Skites.

Ahora ya todo es contemplación, fotografías y comentarios. Es volver a ver la península de Athos desde otra perspectiva bien distinta. Primero las Skites y, a medida que vamos retornando, la mole del infinito y misterioso monte Athos. Lo contemplamos lentamente, como si quisiéramos escudriñar en su interior y arrancarle algún misterio. Como sucede en la iconografía católica, en un momento determinado, el sol quiso clavar sobre las nubes que lo rodeaban en la cumbre unos rayos de luz que llegaban hasta las laderas. ¿Era Zeus? ¿Era Dios? ¿Pero es que no se ve que se trata de la misma palabra?


ATHOS XII: Letanía (Jesús Majada)

Es hermoso salir al alba de Agios Paulou, levantar la cabeza y ver que en la cumbre de Athos, entre nubes, Theos-Zeus despereza sus rayos vivificadores…

Es hermoso caminar por la orilla hasta un punto en que mar y montaña te cierran el paso, suponer que has errado el camino y, en el último momento ya a punto de volver, encontrar la escondida senda que se pierde monte arriba…

Es hermoso subir por la vereda hasta alcanzar la arista que separa dos hondonadas, detenerse, beber agua fresca y descansar mientras vuelves la vista atrás para ver lo recorrido o alargas el cuello para calcular lo que queda por andar…

Es hermoso, allí mismo, junto a la cruz que da fe del vértice, ponerse en pie y con el verde de las aguas abajo, el azul del cielo en lontananza, el rumor de las olas de fondo y la brisa matutina en derredor entonar “Veni, Creator Spiritus”, sin importarte si vendrá o no vendrá el espíritu …

Es hermoso llegar de buena mañana a Agios Dionisiou y aceptar el frugal desayuno-comida que los monjes están a punto de iniciar…

Es hermoso caminar hasta Grigoriou el día ya bien entrado, aceptar el vaso de agua fría, la taza de café y la copa de aguardiente que al arkontari te ofrece, y tenderse un rato en la umbrosa y austera celda en que nos hospedan…

Es hermoso decidir trepar hasta Simonos Petra, el monasterio perdido allá arriba en la montaña, y a las tres de la tarde atacar aquellas imposibles cuestas…

Es hermoso “hacer monasterio” una hora más tarde con el sudor en el cuerpo, decir al arkontari que hemos subido para asistir a los oficios vespertinos y recibir su agradecimiento en forma de sonrisa, agua fresca, más aguardiente e invitación a cenar…

Es hermoso asomarse a la balconada de Simonos Petra, mirar el abismo por entre las rendijas de las endebles tablas que sostienen nuestros pies, sentir que se te encogen las entrañas y salir de allí apresuradamente porque temes lo peor…

Es hermoso iniciar, entre sombra y brisa, entre charla y charla, el regreso camino abajo hacia Grigoriou…

Es hermoso sentir que ya está casi cumplido el viaje, después de caminos, sudores, monasterios, maitines, kirielisones, popes y pepinos…

Es hermoso bajar hasta la deshabitada orilla del mar poblada otrora de nereidas, náyades y sirenas. Es hermoso imaginar que tal vez la misma Venusafrodita, tímida muchacha recién nacida de las olas, pueda aparecer en cualquier momento…

Y es hermoso desnudarse, lanzarse al agua prohibida, dejarse caer en la tentación y que nadie nos libre del mal… Amén.

2 comentarios:

antonio merino dijo...

Como hermoso es, también, compartir amistad, vivencias y sentimientos. Como intuyo, Jesús, que tu entrada de hoy es el epílogo a tus relatos, quiero darte las gracias porque me has dejado disfrutar, sin tener que pasar sus incomodidades, las aventuras de vuestro viaje. Seguiré lo que queda de él de la mano de Antonio. Felices vacaciones.

mojadopapel dijo...

A mi también me parece hermosa, la palabra sensible de Jesus en esta especie de salmo letanía que nos deja.