viernes, 22 de abril de 2011

OTRAS PROCESIONES

Oía, hace unos días, defender a un tertuliano la idea de que el Jueves Santo era de los cristianos. Lo hacía en referencia a una manifestación atea planteada y luego prohibida para ese mismo día. El hombre lo afirmaba con convencimiento y sin duda alguna. Pobrecito. Como él los hay por todas partes.

Es Viernes Santo, es día en el que se celebra (¿se celebra?) nada menos que el sacrificio en cruz de un hijo de un dios que necesita dar muerte a su hijo, nada menos que a su hijo, para redimir de culpa a los humanos (¿a todos, a una parte, a un pueblo, a los de aquel tiempo, a los de los tiempos posteriores, también a los de los anteriores…?). Por cierto, ¿de qué culpa? ¿Cada uno de ellos (y de nosotros) tiene conciencia de esa culpa? ¿De verdad? Anda que aquel Adán y aquella Eva nos metieron en unos berenjenales… ¿Y a ellos quién los metió en aquel laberinto? ¿Seguro que eran conscientes de lo que estaban propiciando? ¿Estos ya sabían adivinar el futuro? Realmente, esto de los caminos de Dios son insondables lo mismo vale para un roto que para un descosido. No voy a seguir por el camino de la confusión y de la perplejidad pero con buenas ganas me quedo. Sirva al menos como pequeña prueba de que no quiero atacar a nadie, pero también de que no me gusta que ataquen mi sentido común.

El caso es que, una vez más, un grupo social se siente insultado y atacado por otro grupo que quiere hacer lo mismo, exactamente lo mismo, que ellos invocando otras verdades. El asunto se va a plantear inevitablemente cada vez con más frecuencia, porque la lógica del sentido común así lo dicta.

La historia de esto que llamamos Occidente, y con mucha mayor intensidad este país llamado España, está cuajada de hechos que muestran la supremacía y la imposición violenta de ese grupo que dice ser insultado. Seguramente no es más que la inercia de quien tan mal acostumbrado está y cree que todo el monte es orégano y no es capaz ni de contemplar siquiera otras posibilidades.

Es verdad que una costumbre muy arraigada no se desarraiga fácilmente, pues las raíces han buscado lentamente su aposento en el interior de la tierra y han hecho causa común con el humus que las sostienen. Convendría, por tanto, actuar con cautela, con mimo incluso. Pero alguna vez habrá que alzar la voz para hacer notar que, además de no cobrar, no tendríamos que pagar la cama. Nadie debería arrogarse el derecho de prohibir a nadie que manifieste sus creencias, sus devociones ni sus representaciones populares, sea en procesiones o en cualquier otro formato. Pero, a la vez, todos deberíamos entender que cualquiera tiene la posibilidad, y hasta el deber, de analizar lo que sucede a su alrededor y de emitir opinión razonada y cortés acerca de eso mismo.

Y, aun más, conviene considerar que el insulto intelectual y hasta afectivo se puede producir en ambas direcciones, no solo en la de los ateos hacia los cristianos. ¿O no puede manifestar cualquiera que se siente escandalizado porque alguien defienda, proclame y profese creencias basadas en criterios no racionales y, por tanto, de difícil encaje en la razón, que nos implica, esta sí, a todos?

Hasta ahora y durante toda la Historia -qué doloroso es recordarlo y constatarlo- todo ha sido sufrimiento, apartamiento, esconderse y sentirse apestados, vivir en soledad, pagar con la vida, estar condenados al ostracismo y estar sometidos a un sentimiento de culpa absolutamente intolerable de los que, desde su razón, entendían que los criterios religiosos no eran los mejores. Lo que sucede cada día ahora nos demuestra que no se ha avanzado demasiado y que quedan muchos sufrimientos por delante.

Apearse de las verdades absolutas para compartir posibilidades no es sencillo, retraer nuestras manifestaciones a los ámbitos que les son propios, tampoco. La salida de pata de banco del poderoso es casi siempre la de evitar la confrontación de ideas y la de creer que el absoluto, sobre todo si le favorece, no admite más vías de escape. Si, además, se les plantean alternativas inconvenientes y que admitan alguna interpretación de enfrentamiento, la respuesta intransigente e irracional está servida.

Los medios de comunicación -siempre los medios-, en manos de los poderosos, hacen hoy el resto, que es casi todo. De esta manera, el camino se hará más tortuoso y lento, se desbrozará con más penosidad. Pero la senda apunta hacia la llanura y hacia la amplitud de todas las vías. Tiene que haber otras formas de convivencia y de entendimiento. Tiene que haberlas.

1 comentario:

Gelu dijo...

Buenos días, profesor Gutiérrez Turrión:

La lectura de su texto de ayer, al igual que ahora, me ha hecho pensar en D. Miguel de Unamuno. Y una vez más, en D. Quijote, vencido.
He copiado un poema en su entrada anterior, que he dudado si dejarlo en ésta.

Saludos.