Pienso a veces si las cosas nos exceden, si nada es permanente, si todo es según el color, si nada es del todo consistente. Me gustaría rebelarme contra esto pero cada día me siento más inseguro a la hora de opinar sobre casi todo.
Pienso, por ejemplo en una idea. Me sirve cualquiera. Sea la de “pobreza”. Tendría muchas dificultades para definirla. Muchos más para actuar sobre ella. ¿Existe, entonces?
Estoy seguro de que no sería sencillo acercarse a una buena definición de esta idea. Porque existe el etimológico de la palabra, pero también el social, y el político, y el religioso, y el de vecindad, y el simplemente económico. ¿Quién es realmente un pobre? No quiere ser esto ninguna provocación, y menos en los tiempos que corren, pero supongo que también será pobre, y de solemnidad, el pobre de espíritu, y el falto de bagaje intelectual, y el sometido a las imposiciones religiosas, y… ¿O no?
¿Y cómo actuar sobre la pobreza, si tantas dificultades se tienen simplemente para llegar a su definición? El religioso buscará refugio y riqueza, según su criterio, en los consuelos religiosos; el comprometido político hará hincapié en la distribución de la riqueza y de las oportunidades; y el intelectual en las alforjas cargadas o vacías con criterios de razonamiento. Incluso sobre la misma realidad de la pobreza física, cada uno enfocará su mirada hacia una arista diferente.
¿Podría extraer alguna conclusión de este simple esbozo? Puede. Con la misma prudencia que vengo adivinando en el mismo esbozo. ¿Cuál? Acaso esta: Tal vez no existen las cosas –y menos los asuntos, los llamados temas- sino solo los enfoques que cada uno de nosotros da de una pretendida realidad objetiva y externa.
¿Y de aquí no se infiere la necesidad del sentido común y de la buena voluntad, ante la imposibilidad de aferrarse a elementos de verdad absoluta? ¿Cómo casar, si no, tantos enfoques, tan diversos todos, tan imbéciles muchos, tan contrapuestos algunos?
Quizás debería haber cambiado el ejemplo de “pobreza” y haber tenido cualquier ocurrencia, porque, en los minutos en los que he estado redactando estas líneas, la pobreza, con el enfoque que sea, ha matado a muchísimas personas en el mundo. Mea culpa.
martes, 5 de abril de 2011
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