miércoles, 6 de abril de 2011

EN FIN, HOY NO HAY EN FIN QUE VALGA

Ayer dediqué un rato (el texto no lleva ni una hora de ocupación) a la lectura del librito “!INDIGNAOS!”, escrito por Stéphan Hessel y prologado por José Luis Sampedro. Viene a ser algo así como un grito intenso e inmediato a los jóvenes franceses -y, por extensión, a los jóvenes del mundo- para que reflexionen y actúen después de mirar, de ordenar y de extraer consecuencias. Apenas hay elaboración ni desarrollo de la idea; el autor lo ve todo tan evidente, que no se contiene y grita, grita sobre lo sencillo, sobre lo que en la vida le apabulla, sobre lo que le parece que no puede continuar en los parámetros actuales.

El autor y el prologuista andan en las últimas etapas de su camino vital y parece que no quieren dejar pasar sus últimas oportunidades sin desahogarse, sin dejar el lastre de conciencia de no haber gritado lo que le estalla en su interior.

Empujan ambos a mirar y a ver la dictadura de los mercados y del dinero en toda nuestra cultura, la deshumanización en la que la avidez de consumo nos está anegando y la falta de perspectiva en la que nos estamos estrellando. Es tan fácil como ver, pensar y decidir.

Están convencidos -yo también- de que una mirada interesada en comprender nos tiene que llevar a una visión negativa de nuestros días y de nuestra sociedad, y que esa visión negativa nos obligará a INDIGNARNOS contra el estado de cosas. No proponen fórmulas concretas de indignación; si acaso las restringen en el sentido de renegar de la violencia física. Por lo demás, hay tantas formas y posibilidades de indignarse…

Reniegan sobre todo de la indiferencia, del “paso de todo y ya me las apaño”, del que me dejen en paz porque son todos iguales, del ya me ocupo de lo mío y que cada uno se ocupe de lo suyo… Reniegan, en el fondo, del egoísmo mal entendido.

Acuden a elementos generales, a principios desde los que empezar a construir; exactamente desde el contenido de los derechos humanos. Parece nada pero es todo. Y Hessel ejemplifica con la situación de Palestina.

Me gusta que esta gente, desde la última madurez de su vida, desde el cenit de sus posibilidades, desde la atalaya que ya ve la noche, se desnude, aunque sea de esta manera tan elemental e impulsiva. Su autoridad moral los avala, su experiencia vital los sostiene, su sabiduría los ilumina, su sentido común los convierte en ejemplos.

Muchos dirán que son solo palabras y no hechos (no sé por qué me acuerdo ahora de un eslogan del PP). Benditas palabras las suyas y las de todos aquellos que nos empujan a recordarnos, en el sentido del étimo, a espabilarnos, a velar y a no dormirnos, a dar alguna voz de vez en cuando, a gritar en otras, a quitarnos la modorra, a abrir la mirada, a pensar que algo mejor nos aguarda, a cambiar algo de lo que nos corroe, a que la serenidad sea fruto de la incertidumbre aceptada pero no consecuencia del egoísmo, del desinterés y de la comodidad del imbécil.

Qué jóvenes tan estupendos estos nonagenarios que siguen en la brecha y en la agitación de las conciencias. Qué buenos senados de ancianos harían y cuántos buenos consejos nos darían siempre. Qué poco que ver sus gritos con los de los boceras de los medios a los que se les conceden todos los altavoces del mundo. En fin, hoy no hay en fin.

2 comentarios:

Jesús Majada dijo...

Parece que lo corriente es que, a medida que uno se hace viejo, vaya siendo más conservador, más tradicional y menos comprometido. Encontrar a personas como Stéphan Hessel o José Luis Sampedro es aspirar una bocanada de aire fresco.

Sinda dijo...

Sabes que el librito, en versión original (Indignez-vous!) ha sido el regalo de Jesús por mi cumpleaños? Una delicia de lectura.
El otro día escuché la entrevista que hizo Francino a Stéphane Hessel. Qué maravilla de hombre!
Un hombre que con 93 años se plantó en la prisión a cielo abierto que es la franja de Ghaza, porque no quería morir sin haber visto los rostros de aquella gente.
Cuánta falta hacen hombres como estos!