He vuelto a pasar el día junto a Sara en Ávila. Con ella, con sus padres, con Nena y con Juan Pablo. Allí no faltaba nadie. Allí yo no pedía nada. Allí yo me sentía un poquito más feliz.
Sara le pone caras nuevas cada semana que pasa a la vida: se afirman sus gestos, se agigantan sus sentidos, se concreta su vida y se asienta en percepciones cada día diferentes.
He dicho que no faltaba nadie y no es verdad. Quiero decir que no faltaba nadie de los que podían estar, pero claro que faltaban. La vida es una cadena que va tejiendo y destejiendo, que va haciendo jersey y destejiendo lana, es una suma de ciclos y de empeños en los que cumplimos alguna función que tiene sentido solo en ese período y que, al cabo de otros cuantos años, deja de encontrar su apoyo y se diluye en la muerte y en la nada.
En los primeros balbuceos, nos aposentamos en la supervivencia, al amparo inevitable de los demás, pues el ser humano no sobreviviría por sus fuerzas personales. Desde temprana edad, necesitamos buscar sitio en el grupo, afirmarnos y mostrarnos, dibujar unas metas y tratar de alcanzarlas, demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que no desentonamos en el grupo y que hasta merecemos un puesto notable en la organización. Tal vez esto ahora dure como unos treinta años.
Hay otra buena parte de la vida en la que estamos predispuestos a sacar jugo de nosotros mismos y de los demás, en la que aportamos nuestras mejores fuerzas y en la que pasamos de pensar solo en nosotros a compartir con los demás, sobre todo con los más allegados.
Y hay una última en la que volvemos a quedarnos suplicantes y dependientes de los demás miembros del grupo. La última parte de este ciclo se nos va en una espera resignada y triste de la muerte.
Hoy he tenido la impresión de que en torno de aquella mesa se reunían seres que iniciaban acaso los tres ciclos. Y pensaba en lo hermoso de vivirlos juntos.
domingo, 14 de marzo de 2010
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2 comentarios:
Buenas noches, Don Antonio Gutiérrez Turrión:
Me alegro por el hermoso domingo que ha pasado.
Aquí, en Barcelona, ha hecho un día tan precioso y soleado que toda la familia nos hemos reunido alrededor de la mesa -para comer- en el exterior de la casa. Y había personas, digamos de los cuatro ciclos, porque discrepo de usted, y añado uno más.
En el cuarto, se entra -más o menos- cuando coincide que la edad y el estado de salud son parecidas a cómo se encontraba el Maestro D. Miguel Delibes, después de su operación, y que tan bien explica en el texto que encabeza el volumen I de sus Obras Completas.
Insisto: cuatro ciclos. Por lo menos.
Saludos. Gelu
Buenas noches, Don Antonio Gutiérrez Turrión:
Con su permiso.
Aparte de las demás faltas que usted encuentre en mi escrito, quiero corregir “parecidas”, y escribir: parecidos.
Ah, y en el primer renglón despues del saludo, cambiar “han” en lugar de “ha”.
Gracias. Gelu
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