lunes, 8 de marzo de 2010

UNA EXTRAÑA PREGUNTA

Hace un par de días me preguntaba una persona, en el transcurso de una tertulia, por mi ideología política. Me resultó extraña la pregunta pues pensaba que ya debería almacenar esta persona suficientes datos como para pensar en qué territorios me movía. No recuerdo muy bien cuáles fueron las palabras de mi respuesta pero sí la idea que contenían. En resumen, es algo parecido a esto: Una persona puede tener la ideología que ajuste con su conciencia pero tiene que estar a la altura.

Quien me conoce de a diario sabe, por ejemplo, que un voto depositado por mi mano no se contará nunca para un partido de derechas (salvo que cambie mucho mi visión del mundo), incluso conoce mi pertenencia nominal a una organización denominada de izquierdas. Pero entiendo que haya gente de derechas y que, razonadamente defienda sus posturas y las ideas que considere convenientes y más beneficiosas. Sobre todo si los beneficios son para todos, porque, si no, se convierten en intereses personales o corporativos, y eso me encaja menos. Aunque estoy dispuesto a soportar también eso porque nadie está libre de mirar para su casa y de librar primero la batalla de sus intereses personales.

Así las cosas -y como le dije a esta persona en los cortos espacios que nos dejaban otras que por allí pasaban-, no estaría de más analizar ideas y contrastar comportamientos. De ahí podríamos deducir tendencias, ideologías y adscripciones.

Ahí va un ejemplo. Llevamos varias semanas asistiendo a un espectáculo público en el que se mezclan aportaciones y opiniones acerca del asunto de las corridas de toros.
Y los comportamientos son absolutamente diferentes según los casos.

En Cataluña se parte de una iniciativa popular. Después se abre un periodo de reflexión con luz y taquígrafos. Se llama, para ilustrar al legislativo, a defensores y detractores del asunto sobre el que se va a legislar. Sobre eso, ya se verá cómo se determina.

En Madrid, en Valencia y en algún sitio más. De la noche a la mañana, se anuncia que, desde el poder político, se va a declarar tal costumbre BIC, Bien de Interés Cultural. Y, por si hubiera dudas, se reconoce públicamente que se trata de dar réplica a lo que está sucediendo en Cataluña. Ese es todo el proceso y, además, sacando pecho y haciendo amigos.

Los comportamientos y las actuaciones son radicalmente diferentes. Por casualidad, en un territorio gobierna la izquierda y en los otros la derecha. Pues ahí hay un ejemplo ilustrativo de las formas de hacer de unos y de otros. En términos generales, se puede describir cuáles son las personas y los medios de comunicación que andan en una dirección y en otra y nos saldrá una buena instantánea de lo que se dilucida.

El ejemplo se puede trasladar a cualquier ámbito de la vida y a la práctica diaria.
De modo que, a deducir y a comprometerse, si no con siglas, sí con ideas y con comportamientos, con situaciones próximas y con la realidad más inmediata. Por ejemplo con la del pueblo o la ciudad en la que vivamos.

Por cierto, a mí las corridas de toros me dejan a medio camino, pero no las prohibiría por ley. Exigiría, eso sí, que de mis dineros no se gastaran más caudales que para los demás asuntos públicos y que jamás nadie volviera a llamarla fiesta nacional. Que la sociología que las sostiene no se aproveche de subvenciones ni de prebendas (policías, bandas de música, cesiones, representaciones…) que los demás, y que no llame nacional a lo que rechaza al menos la mitad de la población.

Así que, amiga mía, otro día seguiremos con eso de ser de derechas o de izquierdas y, sobre todo, con lo que entiendo que significa estar a la altura. Hoy que nos valga con este ejemplo.

N.B. Y no he dicho nada de los Oscar. Con lo que me sugiere todo lo que los rodea y yo con la lengua mordida. Ya no es uno lo que era… Seguramente es que uno es más todavía.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Si se trata de aprender..uno, es más cada día.

Jesús Majada dijo...

Partiendo del convencimiento de que la cuestión de los toros en Cataluña es una polémica interesadamente suscitada y engordada desde sectores nacionalistas con fines muy ajenos a lo taurino, y una vez que el asunto ha saltado a la palestra, considero ejemplar la actuación del parlamento catalán: llamar y escuchar a personalidades muy dispares en su valoración de la fiesta de los toros me parece un ejercicio inteligente y civilizado; otros, en cambio, utilizan la cabeza sobre todo para embestir.
Pero me interesa más la cuestión de fondo que planteas, la división ideológica derecha/izquierda. Hoy, igual que bastante tiempo atrás, parece que la separación entre ambos pensamientos es clara; aunque hace solo unos pocos años se defendía –desde ámbitos proclives al pensamiento conservador- que en la sociedad actual tal segmentación ya ni existía ni tenía sentido.
Y sostengo que hay una frontera marcada con trazo grueso y profundo que separa estas dos formas de entender y gestionar la sociedad. Con una somera mirada al pasado -no me refiero al pasado reciente, sino a la historia- se ha de ver que el pensamiento de derechas no ha hecho sino frenar, detener, incluso hacer recular las consecuciones sociales. La declaración de los derechos humanos, el sufragio universal, la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a las minorías, la jornada de ocho horas, las vacaciones pagadas, la proscripción del trabajo infantil, el derecho al divorcio, la supresión de la esclavitud y un largo y hermosísimo etcétera son consecuciones de la izquierda. ¿Y quién se ha opuesto sistemáticamente a cada una de estas reivindicaciones sociales?... Me pregunto cuáles han sido las aportaciones de la derecha y no encuentro nada, absolutamente nada que haya aportado en beneficio de la humanidad.
También me pregunto si mi visión no será ciega, si alguna suerte de obcecación me impide hacer un examen imparcial. Es un asunto que me interesa. Y por ello, animo a cualquiera que tenga otras perspectivas, otros argumentos,a exponerlos aquí en la terraza de Antonio, y sacarme de éste mi punto de vista, quizá tan extremo.