lunes, 29 de marzo de 2010

ANIVERSARIO

No se me había pasado por alto la fecha, pero había dejado pasar el fin de semana porque quería hacer partícipes a mis alumnos de la celebración.

Se cumplió el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Esta mañana la he dedicado a recordar sus versos en clase. Con algún dato de ayuda para ellos de fondo, he desgranado alguno de sus poemas. Comencé por la oposición entre ciudad y campo en el extraordinario Silbo de afirmación en la aldea. Seguí con el tema de la amistad y de la muerte en su inigualable Elegía. Recordé su etapa social y política con algo de Viento del pueblo. Rescaté un poema de amor desde la guerra: Canción del esposo soldado y rematé con el amor de las Nanas.

Se me fue el tiempo en ello. Creo que me sentí contento del resultado. No estábamos en ningún tema específico del programa. Ni falta que hacía. Sí estábamos en la esencia de la obra artística y literaria. Los ejemplos me sirvieron para reconocer la obra de arte y la persona que la creó. La obra de arte en el esquema elemental desde el que la concibo y la explico: uso de palabras; uso especial de esas palabras, en el significante y en el significado; intento de sorpresa y de emoción en quien oye o lee. La persona por su coherencia y por su ejemplo, que hace tan creíbles sus versos y el contenido que transmiten.

Creo -siempre lo he reconocido- que tengo una gran suerte al explicar una materia que me ofrece tantas posibilidades. Ese contexto y lo poco que me preocupa seguir el temario linealmente hacen el resto.

Me sigo quedando como ejemplo con aquel poema de amor del esposo soldado. Seguramente lo habré repetido aquí alguna vez. Quiero volver a copiarlo:

CANCION DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y altos ojos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras. ,

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

Me fascina esta última estrofa. No sé si alguna vez habré robado la última imagen de “dos cuerpos gastados por los besos”. Si no lo he hecho, debería pensar en hacerlo ya. Es más, prometo realizar el robo: me parece inigualable.

Después hubo más cosas. Comí con la voz de Ángel González y con la música de Pedro Guerra de fondo, me aburrí soberanamente calificando a los alumnos, di otra sesión de clases en la UNED y regresé cansado a casa. Me queda otro ratito de lectura mientras cierro los ojos. Ciao.

1 comentario:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

- Me hubiera gustado asistir a su clase, y desde un lugar no visible, por un agujerito, contemplar la expresión en los rostros de cada alumno al escuchar los poemas de Miguel Hernández.
- A mí su poesía me gusta leerla en soledad. O escucharla a solas.
- En el año 1973, con los primeros dineros que gané en Catalunya, me compré el disco que le dedicó Serrat. Lo escuché miles de veces.
Los arreglos y la dirección musical eran de Francesc Burrull, que -años más tarde- fue profesor de piano de mi hijo en el Conservatorio del Liceo de Barcelona.
Ahora Serrat, en la fecha del centenario del nacimiento de Miguel Hernández, ha sacado un CD-"Hijo de la luz y de la sombra", con trece poemas.
- Me gustan los cantantes que aman la poesía, como Pedro Guerra y Miguel Poveda.

Saludos. Gelu