domingo, 30 de septiembre de 2007

ME FROTO LOS OJOS

Los fines de semana son propicios para que entren en mi cuerpo otras sensaciones más diversas y menos repetidas. Hay más tiempo y menos obligaciones, se detiene uno más en el periódico, se contemplan otras imágenes, se abren los sentidos a otras experiencias. Normalmente anda uno engolfado en los asuntos más próximos, esos que nos imponen a su antojo los medios de comunicación y que ponen ante nosotros los ciclos diarios.
Recojo de este fin de semana el siguiente contraste: Mientras que medio mundo anda buscando a una niña llamada Madeleine, que desapareció en Portugal en el verano, esa época en la que los tigres de papel no tienen comida fácil que llevarse a la boca y explotan hasta la desvergüenza lo que les haya caído por allí, en Bagdad mueren a diario muchísimos niños de hambre y de enfermedad, en muchos países africanos el sida despelleja a la mitad de la población, o en no sé qué islas de oriente mucha gente se almacena para dejarse morir de la lepra en manos de otros que sencillamente la acompañan y comparten las horas y los días.Por aquí andamos buscándole tres pies al gato de las fiestas patronales o nos angustiamos con cualquier minucia que elevamos a categoría nacional o de champions league. Qué gilipollas, con perdón.
Todo esto me supone desasosiego, inquietud y mala conciencia, me deja como con ganas de darle una patada a todo y gritar más fuerte la mierda en la que nos movemos, el nivel de egoísmo en el que escondemos nuestras razones y la falsedad continua en la que actuamos en el día a día. ¿De qué sirven los tres sonetos que compuse ayer si sigue todo igual? ¿Para qué el experimento de poema con las preposiciones como anáfora y vértebra? Puaff.
En el intento de arreglo de esas situaciones que he apuntado, veo a muchísimas personas de la llamada iglesia. Ninguna de la jerarquía, todas de las bases, ninguna preocupada de la Educación para la Ciudadanía y todas de rehacer la vida desquiciada de tantos seres; ninguno preparando manifestaciones por Madrid y encauzando las pretensiones de los poderosos y sí todas procurando tejer comunidades humanas en las que lo que cuente sea el ser humano.
Este mundo nuestro es tan manifiestamente mejorable, que hasta Franco si viviera le pondría un pantano de regadío.
Menos mal que la lluvia y la temperatura otoñal me animan a arrimarme a la ropa, en una sensación física que tanto me gusta.

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