viernes, 21 de septiembre de 2007

PUES AMARGA LA VERDAD...

No quisiera transitar la veta poética ("Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca"), ni mucho menos me aventuraré (qué barbaridad y qué osadía) por el camino de la definición filosófica de este concepto que, miremos como queramos, nos ocupa y nos preocupa durante toda la vida. De la mañana a la noche me ocupo en manifestaciones que, en no pocas ocasiones me hacen dudar de la conveniencia de pronunciarlas o no y de si apuntan realmente a la verdad o por el contrario esconden fases oscuras que obedecen a intereses ocultos. Tengo que reconocer que la mentira consciente (si no es consciente tal vez tengamos que llamarla de otra manera)es algo que me supera y que no puedo soportar fácilmente; ni siquiera cuando procede de una persona con necesidades. No puedo, no puedo, no puedo, como diría el otro. Me gustaría conocer cuáles son las razones más repetidas que justifican la existencia de la mentira: no las conozco; seguramente existirán intereses individuales y egoísmos que empujen a estos comportamientos. Pero, si así fuera, lo entendería aún menos. Porque la mentira es casi sinónimo de muerte, mientras que la verdad es el impulso primigenio de la vida, de la actividad, de la creación, de la ilusión..., repito, de la vida. ¿Cómo se puede concebir una vida deseable sin la base de la honradez y de la verdad propia?, ¿cómo se puede generar confianza?, ¿cómo se puede esperar sanamente respuesta y no estar siempre con el rabillo del ojo alerta? La mentira encoge, la verdad ensancha; la mentira retrae, la verdad expansiona; la mentira mata, la verdad alienta y estimula.
Me asalta la duda de si la verdad de la que hablo tiene que ver con algo absoluto que nos obligue a todos a seguirlo o, por el contrario, también la verdad es mi verdad y la de los demás es la verdad de los demás. Dicen los posmodernos que el acuerdo más amplio posible es la única forma operativa de la verdad. Me cuesta mucho admitir esta (qué paradoja) afirmación absoluta, por muy democrática que suene. Prefiero los versos de Machado: "No tu verdad: la verdad. / Y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela." Quiero decir que tenemos que ponernos de acuerdo en la existencia de algunos elementos comunes de verdad para que la seguridad de la supervivencia esté a la vista. De otra manera todo está permitido y todo vale. Y, entonces, ay entonces... el poderoso se forra, se ríe y encima se queda satisfecho. Yo no estoy por darle ese gustazo. Ni por darme el disgusto de no atreverme a decir mi verdad. Que amarga y trae consecuencias negativas... No lo creo, solo empuja a la vitalidad y a cierta horadez consigo mismo.
Una semana de treinta y cinco supone acaso un tres por ciento. No está mal. Y voy cogiendo la forma y el ritmo. Vale.

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