Menudo jolgorio que se ha preparado con el asunto de Educación para la Ciudadanía, esa asignatura que, a regañadientes y con mil formas para el escaqueo en las comunidades gobernadas por la derecha y en los colegios de la FERE, que la impartirán a regañadientes y que ya han anunciado su descomposición con eso que llaman la adaptación a los principios religiosos, se ha comenzado a implantar. A nosotros nos queda un año, y, como ganen los conservadores, acaso ni siquiera lo llegaremos a ver. Covendría, como en todo lo demás, que jugáramos limpio y que nos moviéramos en los terrenos de la verdad, o sea, que no engañáramos. El estudio de algunas variables sería esclarecedor. Simplemente las cito: a) ¿Se describen bien los fines que persigue? ¿No son los mismos que los detractores dicen defender un día sí y el siguiente también?; b) ¿De qué grupos sociales proceden las protestas? Está todo muy clarito; c) ¿Es esta una ocurrencia de este equipo de gobierno o este asunto ya funciona en otros países europeos?; d) ¿Se han leído los principios generales que inspiran la asignatura y algunos manuales que los concretan?; e) ¿A quién favorece su implantación y a quién perjudica por colisión de intereses? Las variables se pueden multiplicar pero pueden no ser malas las que he descrito.
Para empezar, hay algunas afirmaciones que conviene revisar y en las que estoy dispuesto a polemizar. Menciono solo una. Suelen decir los detractores de la ley que son los padres los responsables de la educación de sus hijos y que a ellos corresponde elegir las enseñanzas morales para sus vástagos. No niego que buena parte de esa responsabilidad les alude directamente, pero conviene no dar por bueno todo por si acaso no estuviera tan claro. Por ejemplo, defiendo aquí que un hijo es hijo de sus padres, pero también es nieto de sus abuelos, primo de sus primos, sobrino de sus tíos, amigo de sus amigos, vecino de sus vecinos, colega de sus colegas, habitante de un pueblo o de una ciudad, ciudadano del mundo. O sea, que no abrir los ojos para ramificar las relaciones no es otra cosa que andar ciegos y reducir todo a los niveles del egoísmo. Por si acaso fuera poco, la historia, la biología y hasta el instinto nos muestran que la crianza de un hijo tiene como meta natural desprenderse de él para que emprenda una vida separada. ¿Se pude afirmar con un poquito de razón que la educación depende de los padres y que los demás elementos no tienen nada que decir en el proceso? !Qué barbaridad! Como si los niños, los adolescentes y los jóvenes, no pisaran las calles, no gastaran productos, no se asociaran a su antojo, no participaran en la comunidad, no vieran televisión, o solo estuvieran encerrados geográficamente entre las cuatro paredes de su reducto familiar. Pero es que,ademáss, parecía claro desde hace miles de años que el hombre es un zoón politicón, o sea, un animal político, es decir, destinado a vivir en comunidad. ¿Cómo se pueden arrogar unos derechos que, a la vista de la realidad más mostrenca, hay que compartir con todo el mundo?
Uno piensa que, en el fondo, el esquema es bastante más egoísta. Los grupos sociales que, a lo largo de toda la historia, han monopilzado la moral (por eso creen que no hay otra moral distinta a la suya ni fundamentos diferentes que los que ellos invocan) y la interpretación de los elementos sagrados -cuantos más mejor para así no dar cuenta racional a la gente- se sienten de repente huérfanos de poder. Y de negocio. Y de influencia en eso que llaman las almas. Y se les caen los palos del sombrajo. Y se revuelven como quien se está dejando la vida en el intento.
Su mejor concreción social la tienen en la clase de religión, con dinero público, en sitio público y con profesores elegidos a su antojo. El día que logremos llevar la catequesis a los templos, habremos eliminado la virtualidad de la clase de Alternativa a la Religión porque ya no tendrá sentido, y habremos encontrado espacio para reflexionar acerca de los principios que justifican una sociedad democrática, que no otra cosa debe ser la Educación para la Ciudadanía. Por eso, en vez de llamar a la objeción de conciencia contra la nueva asignatura, habría que llamar a la objeción contra la Alternativa como espacio impuesto por la existencia de los adoctrinamientos. Si no hay calse de Religión, tampoco la habrá de Alternativa. Objeción pues, ni una sola tarea añadida en esa clase. Ni una.
sábado, 22 de septiembre de 2007
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2 comentarios:
Me gusta la propuesta, Antonio.
Un abrazo,
Diego
Hay que lograr sacar la religión de la educación, al menos en la escuela pública. Y cuando digo religión lo hago en toda la extensión de las creencias existentes. No sería difícil (técnicamente) y el primer paso debería ser anular o reformar profundamente el Concordato. Eso sí, no me quiero imaginar las movilizaciones de los que jamás se movilizaron excepto cuando les tocan lo suyo.
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