viernes, 14 de septiembre de 2007

SELECTIVIDAD

La corrección de exámenes de Selectividad me está ocupando durante estos días unas horas muy dilatadas y muy densas. Llevo en esta práctica un puñado de años y, hasta la fecha, nadie me ha pedido opinión ni me ha requerido para decir nada. ¿Sabrá el personal de qué va el asunto? Por si acaso, en tres palabras, dejaré hoy un esquema de mi opinión. Los alumnos se asustan, a los padres les va la vida en ello, al profesor una exigua pasta, a la Universidad un prurito de selección, a la vida apenas un bostezo y una página en el periódico del día. Lo peor de todo es que, objetivamente, tampoco sirve para casi nada. Creo que ya he apuntado que administrativamente nada importa porque, a día de hoy, sobran plazas en casi todas las carreras -en septiembre, además, están todos a la cola y las plazas golosas ya están cubiertas por los alumnos de junio- y pronto hasta pagarán para que se apunten los clientes. Pero es que la prueba se las trae. En la Universidad de Salamanca, las formas se guardan de manera muy respetuosa y los criterios formales están muy bien definidos, aunque el contenido se desinfla en cuanto lo presionas. Corrijo exámenes en los que los alumnos comentan un texto, analizan sintácticamente una oración, desguazan morfológicamente unas palabras, se acercan al valor significativo de otras pocas y desarrollan un tema de literatura. Sería fantástico que vierais los desajustes que se producen en todas las variables que os podáis imaginar: caligrafía, sintaxis, puntuación, jerarquización de ideas, imprecisiones, incorrecciones, confusión en datos, orden, desarrollo lógico... Hace ya bastante tiempo que he renunciado a corregir contenidos y valoro mucho antes los asuntos formales, hasta el punto de que me quedo en ellos. ¿Me creeréis si os digo que se les dan a los alumnos unas pautas muy concretas para el comentario de texto y muchos siguen un esquema que en nada tiene que ver con el que se les pide. Eso huele a academia de verano y a esquemas prefijados; o incluso a profesorado que se entera poco de qué va el invento.
Los criterios de corrección, que en principio son comunes, también responden a profesores que en su vida se han visto en una clase con muchachos de estas características, de manera que, si uno no se los saltara, los resultados serían mucho peores.
Al final siempre uno se pregunta sobre la idoneidad y la madurez del alumno, muy por encima de esa ristra de conocimientos aprendidos de memoria, y sobre ese fondo de pared actúa para calificar. Tan a la intemperie me veo en estos trances, tan indefinida veo esta prueba sobre la que corren ríos de tinta.
No es más que otro escalón en el camino de eso que llaman educación, mundo sobre el que me siguen asaltando las mismas dudas: a) ¿Sabemos clasificar bien a los alumnos?; b) En el caso de que los clasificáramos bien, ¿la vida también los distibuye justamente en eso que llaman responsabilidad y pasta gansa? ¿No hay zopencos forrados por todas partes y cabezas bien amuebladas que apenas llegan a fin de mes?; y c) Aunque clasificáramos bien y la sociedad también lo hiciera, ¿no sería eso contribuir a que el mundo siguiera como está, en esa situación que no parece la ideal?, o sea, ¿no sería una contribución reglada y con buena cara a la continuación de la injusticia? Mucho que desarrollar. Naturalmente, esto abre una puerta enorme hacia el jardín de la verdadera educación, que, seguramente, poco o nada tiene que ver con esto de los exámenes. Me gustaría tener ayudas y opiniones.

3 comentarios:

Luis Felipe Comendador dijo...

Yo te voy a echar una mano con varias preguntas:
1. ¿Participar del sistema, criticarlo... pero seguir comiendo de él?
2. ¿Saldar a sabiendas con soluciones injustas?
3. ¿Unidad de criterio en la aplicación de la norma educativa? ¿Esto sí sería justo?
4. ¿Desprecio de la 'persona' sobre el valor de la 'memoria cercana'?
5. ¿Pruebas cíclicas de idoneidad de profesorado funcionario?
6. ¿Sueldos por resultados?
7. ¿Corporativismo relativo?
8. ¿Destrucción de personas haciéndose?
9. ¿Culpables del fracaso?... ¿pagan su culpa?

La enseñanza actual, Antonio, es como el jodido silencio de los corderos: Los padres pasamos con cabreos puntuales y localizados, los profes tenéis los riñones bien cubiertos y no es cuestión de complicarle las cosas al que te da de comer... y los alumnos a su bola de mierda sobre mierda... la suya y las nuestras.

Besos

Javier Garrido dijo...

La verdad es que nos empeñamos en exigirle a los hijos cosas imposibles, a los profesores que los eduquen sin educarlos nosotros en casa, a nosostros mismos encerrados en un círculo de egocentrismo por el desarrollo académico de nuestros retoños, presumiendo ante la señra Loli de cómo han sacado la carrera sin saber que no les vale para nada, sin saber que a ellos les gustaría ser fontaneros o albañiles o mecánicos... Somos así de estúpidos. No le des muchas vueltas Antonio, el sistema como dice Pipe, una mierda.

Luis Felipe Comendador dijo...

Jo, Antonio, tío, perdona... Es que estoy muy cabreado con el sistema, conmigo mismo, con mis hijos y con todo el jodido corporativismo profesoral.

Lo dejaré reposar y me trabajaré el tema a conciencia para poner mis puntos sobre sus íes.

Besillos.