miércoles, 19 de septiembre de 2007
LA MUERTE Y LA VEJEZ
¿Por qué el ser humano rechaza con tanto ímpetu cualquier reflexión acerca de la muerte y soporta mejor la cháchara sobre la vejez? Solemos estar todos demasiado apegados al segmento biológico y vital que nos pertenece en el instante y nos desocupamos de lo que hay más allá y más acá de la valla, como si no fuera con nosotros. Algún mecanismo de autodefensa no empuja a ello. Tengo para mí que el día que consigamos racionalizar el hecho de la muerte habremos dado un paso de gigante en la serenidad de la vida y, por supuesto, en encontrar todo su sentido. La vejez nos ocupa por más tiempo, la vivimos, la convivimos, la sufrimos y escasamente la gozamos; en cambio la muerte resulta más inmediata y sorpresiva, más conceptual, con menos rostro. Sobre este asunto reflexionaba así Giacomo Leopardi: Deberíamos temer más a la vejez que a la muerte porque la muerte suprime todos los males que nos afligen, así como el deseo o la conciencia de bienes y placeres de los que ya no podremos gozar; en cambio la vejez se lleva los placeres pero deja intacto el apetito insatisfecho de ellos, además de aportar dolores y humillaciones inéditos. Debo reconocer que estoy totalmente de acuerdo con esta reflexión. Al ser humano le debería preocupar mucho más un mal paso por la vejez que el tránsito de la muerte. Al fin y al cabo, ya desde la antigüedad, Epicuro o Lucrecio nos enseñaron que "la muerte jamás nos alcanzará porque mientras nosotros estamos ella no está y cuando llega nosotros ya no estamos." ¿No os habéis parado a pensar en las energías que desgasta el personal (incluido el menda)en hacer conjeturas y montarse belenes sobre lo que puede ser de nosotros en el instante posterior a la muerte? La religión, otra vez la religión. Para otro día. Mientras tanto, el alzheimer, la desorientación, la falta de energía, la reducción de perspectivas, el empequeñecimiento del mundo, la ruptura de los límites temporales, el ensimismamiento y el anegamiento en la niebla, la despoblación de uno mismo..., la vejez. La población española está muy envejecida, la de la ciudad estrecha mucho más. ¿Cómo se puede pensar en esta ciudad sin tener en cuenta esta variable? ¿Cómo puedo pensar yo en la vida que me rodea sin considerar esta pétrea realidad? Y, si la tengo en cuenta, los conceptos se someten a un cedazo que los deja temblorosos. Menos mal que el sol sale cada día y a veces las calles se llenan de muchachos henchidos de vida y de energía. Ufff, hoy me salió el día gris. O acaso un poco más real.
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1 comentario:
La muerte desgraciadamente empiezo a tutearme con ella,la vejez es fea pero es un camino poco estético que todos tenemos que sufrir,lo que personalmente me produce angustia, es la enfermedad, el sufrimiento ,el dolor de las personas cercanas en su transito hacia la muerte.
Existe un antes y un después en nuestras vidas, la angustiosa enfermedad.
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