miércoles, 31 de marzo de 2010

CON TAN POCOS SONIDOS

CON TAN POCOS SONIDOS

Me enamoré de ti junto a la paz de un río.
Los peces se asustaron cuando oyeron tu nombre.
Con tan pocos sonidos, se llenó todo el campo
y el sol limpió de sombra todo lo que era noche.
Era del año la estación de estío.
Las axilas sudaron tinta clara para los corazones.
Se rompió la lectura de todos los relojes
y el río se hizo un delta derramado
que nos cubrió de fuerzas las cinturas.
Llovió toda la tarde peinándonos a mares,
destilaron las frentes carámbanos y aves mensajeras,
se rasgó el horizonte buscando ser humano.

Cuando vuelve el absurdo y torna la nostalgia
a comer a mi lado, me retiro
a los postres y bendigo la mesa.
Luego presto atención a las palomas
que habitan en mi cuarto
y me marcho con ellas en busca de aquel río.

lunes, 29 de marzo de 2010

ANIVERSARIO

No se me había pasado por alto la fecha, pero había dejado pasar el fin de semana porque quería hacer partícipes a mis alumnos de la celebración.

Se cumplió el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Esta mañana la he dedicado a recordar sus versos en clase. Con algún dato de ayuda para ellos de fondo, he desgranado alguno de sus poemas. Comencé por la oposición entre ciudad y campo en el extraordinario Silbo de afirmación en la aldea. Seguí con el tema de la amistad y de la muerte en su inigualable Elegía. Recordé su etapa social y política con algo de Viento del pueblo. Rescaté un poema de amor desde la guerra: Canción del esposo soldado y rematé con el amor de las Nanas.

Se me fue el tiempo en ello. Creo que me sentí contento del resultado. No estábamos en ningún tema específico del programa. Ni falta que hacía. Sí estábamos en la esencia de la obra artística y literaria. Los ejemplos me sirvieron para reconocer la obra de arte y la persona que la creó. La obra de arte en el esquema elemental desde el que la concibo y la explico: uso de palabras; uso especial de esas palabras, en el significante y en el significado; intento de sorpresa y de emoción en quien oye o lee. La persona por su coherencia y por su ejemplo, que hace tan creíbles sus versos y el contenido que transmiten.

Creo -siempre lo he reconocido- que tengo una gran suerte al explicar una materia que me ofrece tantas posibilidades. Ese contexto y lo poco que me preocupa seguir el temario linealmente hacen el resto.

Me sigo quedando como ejemplo con aquel poema de amor del esposo soldado. Seguramente lo habré repetido aquí alguna vez. Quiero volver a copiarlo:

CANCION DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y altos ojos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras. ,

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

Me fascina esta última estrofa. No sé si alguna vez habré robado la última imagen de “dos cuerpos gastados por los besos”. Si no lo he hecho, debería pensar en hacerlo ya. Es más, prometo realizar el robo: me parece inigualable.

Después hubo más cosas. Comí con la voz de Ángel González y con la música de Pedro Guerra de fondo, me aburrí soberanamente calificando a los alumnos, di otra sesión de clases en la UNED y regresé cansado a casa. Me queda otro ratito de lectura mientras cierro los ojos. Ciao.

domingo, 28 de marzo de 2010

UNA RELIGIOSIDAD BIEN ENTENDIDA

Escribo a la hora en la que muchas personas de este país andan por la calle en procesión, comenzando la Semana Santa. Es Domingo de Ramos y hoy se inicia oficialmente esta semana tan peculiar en la que los fieles católicos de este país (¿cuántos?, ¿de qué calidad?) representan algunas escenas de su religión en un contexto de inicio de primavera y de primeros impulsos naturales. Sospecho que son en número muchísimos menos de los que los medios de comunicación nos dejan ver. Pero también me parece evidente que siguen pesando mucho en las costumbres y tradiciones de esta comunidad. Es, de nuevo, otro proceso que se me escapa de las manos y que me deja confuso y hasta enfadado. Son demasiadas las comunidades que trabajan para que sus celebraciones, en forma de procesiones, alcancen notoriedad y terminen por atraer a gente a las localidades en las que se celebran. Entonces se colgará “felizmente” el cartel de no hay billetes y todos quedarán satisfechos. Todos salvo el Cristo con el que procesionan que, sospecho, los cogería con una vara de fuego y los perseguiría a palo limpio por fariseos y por egoístas.

Lo pienso, por supuesto, no en el fiel sencillo que pone sus actos al servicio de su fe, sino en las estructuras en las que nos obligan a vivir y con las que nos engañan de nuevo. En Salamanca casi no quedan plazas hoteleras, Zamora está al completo, Málaga y Sevilla otro tanto… ¿Qué tiene que ver eso con la expresión de una religiosidad sentida y verosímil? Y, puestos a simplificar y a hacer groseras y mostrencas estas consideraciones, por mirar sobre todo al dinero, sigo sin recibir información por parte de nadie acerca de qué sucede con las poblaciones que envían a sus habitantes a otros lugares mientras que ellas se quedan vacías; no estoy nada seguro de que el panadero de un pueblo que mande de vacaciones a Benidorm a varios de sus vecinos esté demasiado contento: ¿quién le compra a él el pan estos días?


Y todo esto en medio del maremoto de las acusaciones de pederastia, otro asunto que me vuelve a dejar de piedra y sin reacción. Para mi desgracia, también en este asunto tengo bastantes dudas. Voyons.

Los representantes de la iglesia tienen que ser juzgados igual que el resto de los ciudadanos, ni con más ni con menos rigor: cuidado con eso de la justicia ejemplarizante.

Si civilmente encubrir es delito, que se castigue: para eso están los códigos legales.

Que la iglesia perdone a sus miembros está en la base de sus ideas. A sus miembros y a cualquier otra persona, algo que no parece realizar y que le hace perder toda credibilidad, toda base moral y cualquier confianza en ella. La celebración de estos días de Semana Santa no es otra cosa que una fiesta de perdón, de redención, de vuelta a la gracia, del acto de un Dios que, para redimir y perdonar, manda a su hijo en sacrificio (y quien sepa desentrañar toda esta red de incongruencias que por favor me la explique) y proclama la vía del amor y no tanto de las leyes.

No entiendo en absoluto por qué, en vez de tanto señalar con el dedo, no se analizan las causas que favorecen los contextos en los que aparece y se propicia la pederastia. Esa sí sería la mejor forma de corregirla. A mí los pederastas me merecen compasión (no tanta como los niños, pero compasión), como me la merecen todos los demás seres humanos y, por eso, quiero que los castiguen, pero no me apetece ensañarme en señalarlos con el dedo ni exigirles más que a otras personas ¿Por qué no se describen serenamente cuáles son los contextos de los colegios de niños, las separaciones de sexos en edades infantiles, el celibato de los eclesiásticos, los semidogmas y leyes no escritas que prohíben la crítica dentro del seno de las iglesias, la discriminación de la mujeres en las tareas litúrgicas y representativas, la necesidad del misterio para que se mantenga el sistema, la imbecilidad esa de la infalibilidad del papa, la falta de reconocimiento de que el clérigo es un apersona como todas las demás…?

Acaso procesionar por estos temas sería dejar demasiado al descubierto un proceso que se ha venido fraguando durante dos mil años y que ha adquirido tal cantidad de sobreentendidos y de “verdades” que no se discuten, que no hay manera de enfrentarse a la procesión del rey desnudo, del Dios al que se la han puesto tantas vestiduras que termina por no poder con ellas.

Tal vez esta semana no sería mala para intentar orear la ropa y vestir a los santos de primavera. El sol del sentido común está ahí esperando, los tendederos también. Veremos.

viernes, 26 de marzo de 2010

"TODO ES INÚTIL"

Leo en un artículo de Roberto Saviano publicado en El País estas palabras: “La sensación de que “todo es inútil” nos arrebata la esperanza del futuro”. Aplica él esta afirmación a asuntos de tipo social y político, a la situación de su querida Italia, controlada hasta los tuétanos por las mafias y por el clientelismo y la extorsión. Leer su obra Gomorra supone toda una catarsis y vale por miles de páginas de historia.

La afirmación hay que tomarla en sentido relativo pues en forma absoluta es inexistente. “Todo es inútil” para algunos fines pero siempre es “útil” para otros fines. Pero no es hora de exquisiteces léxicas: todos entendemos que piensa en esa situación en la que uno tiene la tentación de abandonarse a lo inmediato y de eliminar todo pensamiento que pueda molestar a los demás y de molestar a uno mismo en su discurrir mostrenco y modorro de cada día. A tal situación de desánimo se llega por la vía del desistimiento conceptual o por la evidencia que da la repetición de hechos que no encajan con los principios que deberían sustentarlos.

El común de los mortales suele aplicar esta expresión a asuntos políticos, sobre todo a la calificación de los representantes públicos, cuya actividad parece que nos lleva a pensar que “todo es inútil” y que nada tiene arreglo. Hay deficiencias por todas partes, no creo que solo por parte de esos representantes. Entre ellos hay gente de toda ralea, como en cualquier colectivo; hay también mucho intruso y aspirante innoble que se cuela en listas por meapilas y lameculos, sin preparación y hasta sin vocación, salvo la de figurar, cobrar y levantar el dedo disciplinadamente cuando se lo indican.

Pero hay también medios poderosos que andan interesados en el desprestigio y en la búsqueda de ambientes que favorezcan sus intereses personales, particulares, económicos y de prestigio. Analizar la existencia (necesaria por otra parte) y la actividad de los medios de comunicación y la naturaleza y tendencia de sus accionistas nos daría sin duda mucha luz y nos abriría los ojos a la hora de calificar, de condenar, de absolver y de perdonar a según qué personajes.

En este desánimo y en este agotamiento se nos va media vida; al fin y al cabo, es el que nos presentan los medios y el que nos obligan a rumiar hasta en la sopa. Como esa realidad se nos presenta siempre troceada y cuarteada, e interesa la paletilla o el muslo según qué día, la opinión se dirige, se crean los estados de ánimo que interesan y se toca la música que conviene al momento de la fiesta.

Hay otro estado de desánimo más personal y creo que más fundado. Es el que se produce cuando se piensan teorías y principios que sustenten la actividad individual, que expliquen el sentido último y duradero de la vida, y no se logra dar con ellos, al menos en la medida satisfactoria. También en ese momento todo “se torna inútil y se diluye la esperanza de futuro”. Es el momento de la angustia vital, de la rebelión existencial, de la búsqueda inútil pero desesperada de lo duradero, del relativismo conceptual, del abrazo de alguna forma de consuelo, del asentimiento a lo inevitable e inasible. Y acaso, tal vez, el momento de acostumbrarse serenamente a aceptar lo que hay, a comer un sopicaldo y a degustarlo como se de alta cocina se tratara.

Tal vez no estará de más volver a la precisión del principio y observar la certeza de que no hay nada totalmente inútil, y de que todo depende de los fines que se busquen y de la utilidad que se pretenda. Aunque sea solo para ir matando el tiempo. Nos queda irremediablemente el futuro. Con esperanza y sin esperanza.

jueves, 25 de marzo de 2010

NO ME ACOSTUMBRO A SER INEXISTENTE

No me acostumbro a ser inexistente. Y, sin embargo, cada día descreo más de casi todo lo que me rodea. Me levanto por las mañanas con la cabeza llena de erratas, con mis articulaciones oxidadas y con mis músculos pidiendo tregua. Solo tengo un sonsonete que me salva y que me anima, el consabido dicho “solo quiero querer y que me quieran”. Pero se me vacía de contenido con demasiada rapidez. Acaso por ser demasiado exigente y esperar del entorno lo que este no me va a ofrecer nunca, tal vez por pensar que las cosas son más atractivas de lo que en realidad son y que los flujos no pueden estancarse. Y pedir demasiado siempre lleva a la frustración y al desengaño. Tal vez sería mejor dejarse llevar corriente abajo, mirar al cielo y verlo siempre azul y soleado, no analizar los espacios y los tiempos, pensar que lo que oyes o lees es producto de broma y no tiene importancia, dar por cierto que uno es el que anda equivocado y acompasar el tranco a la inmensa mayoría, traducir personalmente la expresión latina del aurea mediocritas, decir cada minuto el mundo está bien hecho, pensar egoístamente que nada sucede si a mí no me sucede, decir ancha es Castilla y aquí me las den todas, mirar con amplios ojos y descubrir lo tuyo y no alejar la vista de lo que te es más próximo, andar de estoico un rato o incluso de aprendiz de fatalista, dejar para mañana todo lo que podría haber hecho hoy, quedarme absorto en la geometría de tu cintura y saborear el gusto de unas curvas exactas, orearse con el viento de poniente y tenderse a la vera del camino para tomar el sol en plan lagarto, decir, y quedar bien, que el amor me marca todavía después de tanto tiempo, andar de tapadillo por las calles detrás de un nazareno en tiempo de cuaresma, montarme en un taxi que vaya a las estrellas y quedarme en su seno para ver desde lo alto lo enorme de la noche, mirar la sonrisa floja de los más convencidos, mirar mi propio rostro en el espejo del ascensor y acercarme despacio para no darme miedo de mí mismo, por si acaso me como mi figura, acostarme en el rostro de la luna y besar sin sonrojo sus mejillas, volver temprano a casa y pensar que me aguarda la gloria, engañarme contigo en la distancia, creer que soy el mejor, montarme en el caballo de la vida y cabalgar sin rumbo hacia la nada creyendo que soy dueño del camino, orinar en la esquina de algún templo cuando empieza la noche…

¿Y tú qué te has creído, singular individuo, que eres tal vez un bicho distinto de los otros? Seguro que no, claro, pues no faltaba más, pero tal vez pretendo desdibujarme un poco, no “aprender tantas cosas por si no tengo tiempo de pensar en ninguna”.

OTRA VEZ TASIO

Hay elementos recurrentes en la vida de cualquier persona. Uno de los más comunes es el de la niñez como territorio brumoso y permanente.

Hay una película que se cruza en mi vida con bastante frecuencia. Tiene bastantes años y no sé si realmente tuvo mucho éxito cuando se filmó. Ahora seguramente no la recuerda demasiada gente. Yo la recuerdo y me recuerdo cada vez que la veo. Se trata de Tasio. Hoy, por casualidad, vi que la reponían en TV2. La pillé empezada pero me atrapó otra vez y me quedé para verla entera.

Lo habré dicho más veces: YO SOY TASIO. El personaje que crece en la película es un niño en el que me veo absolutamente reflejado. Mi niñez, en muy buena parte, es la niñez de Tasio. Por eso, cada imagen y cada escena de la película me abre todo un paraíso. Sobre todo el mundo del carbón, las bufardas, la acción de atacar las carboneras, la saca del carbón, las sacaderas, el transporte, los chozos, la naturaleza en crudo y descarnada, la caza furtiva, las envidias, los sumisos a la ley y al orden, el descubrimiento de la injusticia, aunque sea de manera primitiva. Y todo lo que retrata la vida en una pequeña comunidad: los bailes, las matanzas, los enamoramientos, las cuadrillas, la religiosidad, la arquitectura rural, la pobreza, las costumbres, el contacto directo con la naturaleza… Todo, todo. Yo fui Tasio durante mis primeros nueve años.

Después la vida me llevó por otros caminos pero creo que jamás me he despegado de aquel espíritu que me impregnó de niño. Incluso ese espíritu de inadaptado y de rebelde frente a lo que mi razón no entiende, aunque esté escrito en las leyes, también me parece que proviene de entonces. A Tasio también lo persiguió durante toda su vida esa rebeldía y ese orgullo, tal vez no del todo bien entendido.

Pienso en la posibilidad de Tasios en la actualidad y me resulta difícil imaginar condiciones similares a las de entonces. Ni falta que hace que se repitan. El mundo del carbón vegetal ya no perdura en casi ningún sitio, las condiciones de vida de aquellas pequeñas comunidades acaso tampoco. Pero me gustaría pensar que siguen existiendo Tasios rebeldes y espontáneos, casi elementales, que pasan la vida desde esquemas sencillísimos pero con criterio propio. A la postre, sea en las condiciones que sea, nos queda la posibilidad de aportar nuestro modo de ver la vida y de enfrentarnos a ella.

lunes, 22 de marzo de 2010

NATURAL

La lengua es fiel reflejo de nuestra manera de ser y de pensar. Buscarle las vueltas es lo mismo que buscárnoslas a nosotros mismos. Tal vez porque nuestra última y única realidad sea precisamente esa representación en forma lingüística.
Me gusta gastar algún minuto roneando en expresiones que me dan imagen de mí mismo y de los demás.

Pienso, por ejemplo, en la palabra “natural”. A simple vista, no ofrece demasiadas dificultades su comprensión: “Perteneciente o relativo a la naturaleza o conforme a la cualidad o propiedad de las cosas” (DRAE). Bastaría con reconocer el valor exacto de “naturaleza” y de “cosas” y tendríamos todo el camino andado. Lo malo es que ambos términos me presentan dificultades. Anoto, por el mismo procedimiento, el significado de “cosa”: “Todo lo que tiene entidad, ya sea corporal, espiritual, natural o artificial, real o abstracta”. Y el de “naturaleza”: “Esencia y propiedad característica de cada ser”. Y ya me pierdo porque se me abre un abanico de posibilidades y de necesidades de precisión que me hunde en la miseria: “entidad corporal, entidad natural, entidad abstracta, esencia, característica…” Y no quiero intentar concretar estos significados porque ahora se me abre una sinfonía de abanicos y puedo morir en el intento.

Así que me acomodo en la aproximación y en el sentido común para cifrar groseramente mis experiencias, para transmitirlas a los demás y para decodificar lo que me llega de ellos. Para que la comida no se me atragante, le añado unas especias de buena voluntad y me queda un refrito digerible.

Pero, dejando ya las aparentes ayudas, me refugio en mis fuerzas y me pregunto si realmente hay algo natural, o sea, eso de “perteneciente o relativo a la naturaleza de las cosas”. Y no lo tengo nada claro. Parece que entiendo y me entienden cuando uso la palabra natural como aquello que sucede como emanación lógica de las cosas, lo esperable, lo que forma parte de esas cosas y cuya aparición, por tanto, no nos debería causar ninguna extrañeza: es natural que la gente se muera, es natural que la tierra tiemble, es natural que el calor haga sudar… Es natural, está en la potencia de las cosas y, de vez en cuando, se hace realidad, se convierte en acto.

Me surge inmediatamente una duda: ¿Por qué, entonces, hay tantas cosas que me parecen extrañas e incomprensibles? Si todo está en la naturaleza de las cosas, ¿a qué vienen los aspavientos y las caras raras? ¿Acaso es que nada es natural sino solo percepción extraña en cada momento que se produce y en las circunstancias en las que se concreta? ¿Tienen que ver con este desajuste aparente o real las imperfecciones de las palabras? ¿A cualquiera que lea estas breves líneas le parecerán naturales?
Ahí queda este minuto de palabras y este ratito de pensamiento.

domingo, 21 de marzo de 2010

AL MARGEN DE LA LEY

Han pasado por mis manos, y por mis ojos, durante este puente, dos obras de las que dejo constancia:”La casa roja”, una obra poética despendolada y surrealista, del premio nacional de poesía y artista polifacético Juan Carlos Mestre; y el último premio Nadal: “Lo que esconde tu nombre”, de la novelista Clara Sánchez. Sobre la primera tengo que volver porque me parece un artilugio literario interesantísimo, con unas rupturas de la lógica extraordinarias; sus ciento sesenta páginas almacenan muchísimas imágenes y componen todo un bosque frondosísimo de quehacer imaginativo. La segunda, la novela premio Nadal, recoge en sus cuatrocientas veinticinco páginas una historia de nazis escondidos en la playas de Levante.

No me interesa hoy ejercer de crítico aunque quiero señalar de la novela la limpieza narrativa, como elemento más positivo, y lo que a mí me parece falta de densidad dramática, como elemento menos positivo.

Pero ya digo que hoy no ejerzo de crítico, labor para la que cada día me siento menos capacitado. Lo que quiero recoger de la obra es la puerta que desde ella se me abre para considerar la cantidad de vida que surge y se mantiene al margen de la ley y de la norma.

En este caso se trata de un grupo de nazis refugiados al calorcito de las playas de Levante, en Dianium, o sea, en Denia. ¿Quién los trajo ahí?, ¿quién ha hecho la vista gorda durante tanto tiempo? Porque saltar de la novela a la realidad en este caso no es costoso y la realidad supera con mucha facilidad la propia ficción. Me imagino la costa trufada de grupos de extraño origen, de pequeños grupos de ancianos o menos ancianos apacibles y con horarios monótonos cuyos antecedentes acaso son algo turbios.

No parece mal sitio la costa para el refugio y el intento de pasar desapercibidos, pero otros lugares como las grandes ciudades no lo son menos. Porque abrir el abanico no resulta dificultoso: los nazis, las mafias rusas, los chinos camuflados, las otras mafias italianas, las castas marginales de trabajadores africanos… Y, a su lado, todas las otras mafias intermedias de especuladores inmobiliarios, de comerciantes de todo lo oscuro y lo claro, de chulos y prostitutas, de … Y, aún más a su lado, me voy a cualquier sitio y me imagino a toda esa parte de la tropa del aparato del Estado aposentada en la estructura y en puestos atados e inamovibles, con el peligro de organizarse por su cuenta pues poco o nada le van a considerar desde la moral y el beneficio colectivo.

En fin, que se me viene encima un alud de nieve que casi me entierra y me deja perplejo al contemplar que, a pesar de todo, la estructura se mantiene y no termina de desplomarse.

Lo de los nazis en la novela no es más que un ejemplo lamentable en el que, por supuesto, se tejen más variables. Pero a mí hoy me dio por pensar en todo eso que se mueve, que se actualiza y que mira al futuro al margen de la ley. Es mucho, muchísimo. Y es que la vida es inabarcable y no se deja someter totalmente a normas legales. Tampoco en las variables negativas como esta.

Hay un elemento que termina apaciguando los desmanes pero que no deja de engendrar otros nuevos. Es el tiempo, el tiempo y la distancia. Ambos nos acercan al olvido. Incluso para las imágenes y los hechos tremendos de la época nazi. Así es de buena y de mala nuestra memoria selectiva.

Y todo esto considerando el primer mundo…

sábado, 20 de marzo de 2010

NO TE DEJES SALVAR

Cualquier maldad anda siempre disfrazada de bondad y no se reconoce equivocada hasta que alguien le saca los colores a la cara. Esto en el terreno de las seguridades. En el de las equivocaciones esta afirmación se cumple sin excepciones. Pero, mientras en el mundo de las equivocaciones y de las dudas podemos solucionarlo creciendo en el resultado, en el de las seguridades nos aguarda el abismo y la resta, el enfrentamiento y el aplastamiento.

Tenemos salvadores por todas partes. Y todos actúan con su mejor voluntad. Pero muchos nos salen a precio de oro. O de vidas humanas, que es peor. Armarse un esquema de vida con unos principios parece saludable. Predicarlos serenamente, además de inevitable (el ser humano lo es por sus relaciones y sus circunstancias, que no son complementos sino núcleos), resulta beneficioso por el intercambio que acarrea y por las variables que añade a la opinión propia. Pasarse de esta raya empieza a sumar complicaciones que no siempre se solucionan bien pues ya se anda a un paso del fanatismo.

Aplicar esta idea a la vida es algo de cada día y de todos los sectores. Cualquier fanático religioso siega una vida y lo hace orgulloso, pensando que se trata de un acto de heroísmo y con derecho a premio gordo; cualquier fanático político y nacionalista coge su pistola con la seguridad de que está redimiendo a su pueblo o a su tribu, cualquier tonto de la gaita aniquila a su familia con sus exclusivas costumbres y horarios y tiene el convencimiento de que le está haciendo un favor y hasta santificándola, cualquier dirigente de tres al cuarto anda estropeando un proyecto y no se digna reconocer su fracaso sino que, más bien al contrario, afirma grandilocuente que ahora es cuando no abandonará el barco que está hundiendo, cualquier iluminado cacarea que tiene una varita mágica para sacar a un país de una crisis, cualquier… O sea, que tenemos salvadores por todas partes. Yo creo que hasta Roldán pensaba que hacia un extraordinario servicio a la sociedad cuando arañaba todo lo que podía y más.

Lo contrario tampoco se ofrece como solución exacta. Tendría que ver con una disposición a no meterse en la vida de nadie, dejando correr las cosas y poniendo límites a la actividad en el interés próximo y personal. Sería aún mucho peor pues, sin igualdad de condiciones, el fuerte daría enseguida buena cuenta del débil y ni siquiera necesitaría justificarse ante los demás a través de un código de conducta.

¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Dónde tiene su sede un razonable término medio? Seguramente en aquilatar unas normas de respeto que aseguraran los mínimos de la convivencia. ¿Y eso cómo se hace? De nuevo se me va la vista hacia ese territorio del sentido común y de la buena voluntad. Y los criterios del sentido común y de la buena voluntad solo se asientan con la educación y con la reflexión. Atacar al fanático con las mismas armas solo contribuye a agigantar el desaguisado y a crear más fanáticos. Religiosos, políticos, nacionalistas, tribales, futbolísticos, taurinos, procesionales, musicales… Así que hay que desarmarlos sobre todo con el sentido común y con la buena voluntad. No estoy seguro de que ande el horno para estos bollos.

Buen puente este para dedicarle unos ratos. Y la semana que viene también. Habría menos salvadores, pero más salvados.

viernes, 19 de marzo de 2010

EL DÍA DEL PADRE

Deben de ser seguramente mis neuronas que, como casi siempre, andan distraídas, divagando y perdidas no se sabe dónde. Es más, deben ser mis neuronas, tienen que ser: de la posibilidad (con de) a la obligación (sin de): no puede ser que tenga razón frente a tanta diferencia de trato y de criterio.

Hace algunos años, esta fecha se nos iba en propagandas de todo tipo para darle fanfarrias a eso que llamábamos “el día del padre”; ahora mismo no oigo nada al respecto en los medios de comunicación, esos que -¿habrá que repetirlo otra vez?- forman y conforman la opinión y la escala de valores de cualquier comunidad. ¿Tanto ha cambiado la sociedad? Sospecho que no, que estamos en uno de esos tiempos muertos que marcan variación de tendencia para, al cabo de cierto tiempo, volver sobre los mismos pasos y sobre las mismas modas, cambiando, claro, lo que haya que cambiar, que el tiempo no se para.

Pues a mí me sigue interesando la figura del padre y me parece que esta sería una buena fecha para dedicarle esfuerzo, investigación, descripción y doctrina al asunto. Ni es el sitio, ni tengo espacio, ni seguramente capacidad para ello; pero quiero reivindicar, como tantas veces, en esquema reducidísimo, la apertura de algunas ventanas por si alguno (yo mismo podría ser el primero) se quiere asomar a ellas y mirar al campo. Ahí tienen un espacio enorme todos los medios de comunicación que dicen practicar investigación. Y tienen un inmenso horizonte de reflexión aquellos que son los principales destinatarios de estas páginas, empezando por mis hijos. ¿Cómo saldré yo en esas reflexiones? Espero no salir del todo mal parado.

Me interesa la figura del padre como engendrador de vida, como paterfamilias, como patriarca, como modelador de conductas, como regulador de pequeñas sociedades familiares, como segunda parte de un dúo que tiene que empujarse cada día, como sujeto que vierte en los hijos las aspiraciones que han sido antes personales, como ejemplo directo de conductas, como templador de gaitas, como censor de cuentas y de actividades, como ser que aplica razón y que, con mucha frecuencia, también aplica buena voluntad, como ser egoísta pero un poco menos en estos campos de la paternidad, como individuo que tiene la obligación de estar pero no estar a la vez, como participante que tiene que saber retirarse a tiempo y en el momento oportuno, como ser con experiencia que tiene que guiar pero a distancia, como persona que tiene que ir diluyéndose continuamente hasta quedarse en poco, como poste que sigue ahí en cualquier tormenta, como metáfora y símbolo de todo lo que abarca la convivencia de bueno y de menos bueno, como…

Y de todo lo contrario, por supuesto.

Qué difícil es esta tarea, qué apasionante y qué adicción crea. ¿Alguien conoce a algún padre que se haya cansado de serlo?

De la lista limitada de tareas que he enumerado antes, cualquier elemento me deja perplejo y asustado. Los que menos me interesan son los primeros. Me parecen más apasionantes los demás. Hoy estas líneas no salvan un minuto; me sumergen en un mar de imágenes durante todo el día. ¿Qué tal cumpliré y habré cumplido esta tarea tan emocionante? Tendríamos que hacer algún aparte tranquilo con nuestros hijos para evaluar y para ser evaluados. Y para mejorar. Y para pasar de curso. Y para recordar con emoción los cursos anteriores en los que fuimos alumnos.

Luego ya viene eso del regalo, y lo de la comida en no sé qué sitio, y El Corte Inglés, y todas estas tonterías al uso. Pero eso ya no es de esta guerra; no es de mi guerra.

lunes, 15 de marzo de 2010

GRACIAS, LUIS

Hoy tengo el gusto de dedicarme el minuto. Quizá debería pedir disculpas por ello.
Leyendo en internet alguna reflexión acerca de los asuntos sobre Cuba, esos tan traídos y tan llevados de los presos políticos y de las declaraciones de algún actor, me encuentro con un artículo, publicado en rebelión.org por Luis Martín Cabrera, en el que tiene a bien acordarse demasiado elogiosamente de mí. Le doy las gracias y reproduzco un párrafo del mismo. Hace mucho que no lo veo y le tengo un poco perdida la pista, pero ya noto que anda vigoroso y con ganas de no callar lo que considera de justicia: me alegro de ello. Espero que los yanquis con los que trabaja en no sé exactamente qué universidad no le echen mal de ojo.

“…Pero hay también otro Delibes: el que nos dio un lenguaje, por más que sea precario y limitado, para nombrar las injusticias brutales y la violencia sorda de los campesinos y los humillados de Castilla. Leí la primera novela de Delibes, Las Ratas, a los catorce años y causó en mí un profundo efecto. En aquella época yo era, como ahora, el hijo de un maestro de un pueblo donde la industria textil seguía siendo la fuente principal de la riqueza. A nuestro instituto de Béjar también llegaban estudiantes de los pueblos del sur de la provincia de Salamanca y del norte de Extremadura; pueblos de nombres tan sonoros como Baños de Montemayor, La Garganta, Sangusín, Valdesangil o Candelario. Aquella historia de un ratero que vivía en una cueva con su hijo —el Nini— y vivía de matar y vender las ratas a unos campesinos diezmados por el hambre, se parecía mucho a otras historias vistas y oídas en Béjar y en los pueblos de alrededor. Miguel Delibes captó como nadie la mirada torva y hosca de los pueblerinos, el tiempo congelado en su devenir, la brutalidad y la dureza del campo, los inviernos interminables, la misa de once, el señoritismo de vermú y carné de Falange… A los catorce años, Antonio Turrión, el profesor de lengua de primero de BUP, nos mandó escribir durante las vacaciones de navidad un trabajo sobre Las Ratas. Allí se forjó para siempre mi vocación de profesor de literatura, allí empecé a comprender, leyendo el final brutal de Las Ratas —la descripción impresionista de aquel ratero que le clava a su competidor del pueblo de al lado el punzón con el que cazaba las ratas— que la literatura no era sólo exaltación estética de la belleza burguesa, sino también el instrumento y el lenguaje para hablar del mundo de los oprimidos y los humillados.”

domingo, 14 de marzo de 2010

VIVIRLOS JUNTOS

He vuelto a pasar el día junto a Sara en Ávila. Con ella, con sus padres, con Nena y con Juan Pablo. Allí no faltaba nadie. Allí yo no pedía nada. Allí yo me sentía un poquito más feliz.
Sara le pone caras nuevas cada semana que pasa a la vida: se afirman sus gestos, se agigantan sus sentidos, se concreta su vida y se asienta en percepciones cada día diferentes.

He dicho que no faltaba nadie y no es verdad. Quiero decir que no faltaba nadie de los que podían estar, pero claro que faltaban. La vida es una cadena que va tejiendo y destejiendo, que va haciendo jersey y destejiendo lana, es una suma de ciclos y de empeños en los que cumplimos alguna función que tiene sentido solo en ese período y que, al cabo de otros cuantos años, deja de encontrar su apoyo y se diluye en la muerte y en la nada.

En los primeros balbuceos, nos aposentamos en la supervivencia, al amparo inevitable de los demás, pues el ser humano no sobreviviría por sus fuerzas personales. Desde temprana edad, necesitamos buscar sitio en el grupo, afirmarnos y mostrarnos, dibujar unas metas y tratar de alcanzarlas, demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que no desentonamos en el grupo y que hasta merecemos un puesto notable en la organización. Tal vez esto ahora dure como unos treinta años.

Hay otra buena parte de la vida en la que estamos predispuestos a sacar jugo de nosotros mismos y de los demás, en la que aportamos nuestras mejores fuerzas y en la que pasamos de pensar solo en nosotros a compartir con los demás, sobre todo con los más allegados.

Y hay una última en la que volvemos a quedarnos suplicantes y dependientes de los demás miembros del grupo. La última parte de este ciclo se nos va en una espera resignada y triste de la muerte.

Hoy he tenido la impresión de que en torno de aquella mesa se reunían seres que iniciaban acaso los tres ciclos. Y pensaba en lo hermoso de vivirlos juntos.

viernes, 12 de marzo de 2010

GRACIAS, MAESTRO

A última hora de ayer ya oí que se apagaba la vida de Delibes. Esta mañana se hizo certeza la duda y se cerró el tiempo. Ha muerto Miguel Delibes, pasó su rato de asomarse a la vida. Él decía que no merece asomarse a ella más que un rato porque más tiempo no sería aconsejable. Se refería a su propia vida, a la biológica. Pero es que con él mueren un poco también otras vidas, las de sus personajes, las de aquellos seres que se alzaron a la vida desde la nada y que, como sucede siempre, le sobrevivirán.

No deberíamos abusar de la palabra maestro, y menos con mayúsculas: Maestro. Yo creo, sin embargo, que, en este caso, es de justicia su uso. Miguel Delibes ha sido para mí un Maestro en casi todo. Yo tengo que agradecerle fundamentalmente los ratos de emoción que la lectura de sus obras me han hecho pasar. Propenso como soy a venirme abajo con frecuencia, confieso que leyendo las páginas de sus libros me he sentido emocionado muchas, muchísimas veces. Seguramente no se puede beber mejor jugo de un texto que este sentimiento ni se puede dedicar mejor homenaje a un autor.

Desde un punto de vista más técnico y acaso exquisito, tal vez no haya sido el autor que más innovaciones formales haya aportado a la literatura. ¿Y qué? Esto queda solo para los manuales y para justificar unas clases o unas páginas de teoría literaria. Son tantos los valores de su obra, que bien poco me importan a mí ahora esas exquisiteces.

Creo que hay cuatro ejes en torno de los cuales opera casi siempre el autor. Y lo hace con una maestría a la que acceden solo los elegidos. Me parece que son estas:

La naturaleza como paisaje autosuficiente y como fondo espiritualizado y denso en el que se mueven los seres humanos; hacer urdimbre con él, buscar su sitio en él, entenderlo y amarlo u odiarlo es tarea de todas las personas que asoman a sus páginas. De manera que no es solo naturaleza muerta sino con alma misteriosa, y dura no pocas veces. Los que amamos el campo nos sentimos uno más en cuanto abrimos una página de sus libros; y los que somos orgullosamente de pueblo ya podemos casi extasiarnos.

La muerte como fondo, principio y final del que penden las personas y elemento que condiciona todas sus acciones. Desde la apariencia de la amabilidad, siempre hay un último plano trágico en los personajes y en el ambiente.

La niñez, fondo edénico al que vuelve siempre, y etapa en la que ya están en germen todos los demás trayectos vitales. No hay más que ver la cantidad de protagonistas niños en sus obras.

La preocupación por los demás. Hay en las obras de Delibes siempre un fondo ético extraordinario. Creo que ha hecho más por la formación de sus lectores y de la sociedad que un montón de leyes juntas y que no sé cuántas teorías filosóficas y religiosas al uso. Ese fondo humanístico, de compasión y de protesta serena termina por prender hasta en los que desearíamos una expresión más directa y dura.

Si a estas cuatro coordenadas les sumamos un léxico extraordinario por la amplitud, por la precisión significativa y por el rigor formal, nos encontraremos con una obra ingente y maravillosa.

Aún tengo que destacar lo que a mí me sigue pareciendo la nota más emocionante. Con todas las precisiones que queramos anotar, vuelvo a encontrar en este autor esa conexión que tanto me conmueve entre la obra y la vida, entre la prédica y el trigo, entre la persona y el personaje. Al final, la obra es una continuación y un pronombre del autor. Ese humanismo elegante de sus páginas es la traducción de la sencillez de su propia vida, es la permanencia de su propia manera de asomarse este rato a la vida del que hablaba. Nos queda seguir leyendo sus obras, que es como leerlo a él, comprendiendo su mensaje de sencillez y de precisión, e imitarle en lo que cada uno pueda.

Es un Maestro.

“Abajo, en la huerta, las hortalizas estaban abatidas, las hojas mustias, chamuscadas. El grupo se detuvo en los sembrados, encarando el Pezón de Torrecillórigo y los hombres clavaron sus pupilas en la línea, cada vez más nítida, de los cerros. Tras la Cotarra Donalcio la luz era más viva. De vez en cuando alguno se inclinaba sobre el Nini y en un murmullo le decía: “Será tarde ya, ¿verdad, chaval?” Y el Nini respondía: “Antes de asomar el sol, es tiempo. Es el sol quien abrasa las espigas”. Y en los pechos renacía la esperanza. Pero el día iba abriendo sin pausa, aclarando los cuetos, perfilando la miseria de las casas de adobes, y el cielo seguía alto y el tiempo quedo y los ojos de los hombres, muy abiertos, permanecían fijos, con angustiosa avidez, en la divisoria de los tesos.
Todo aconteció de repente. Primero fue un soplo tenue, sutil, que acarició las espigas; después, el viento tomó voz y empezó a descender de los cerros ásperamente, desmelenado, combando las cañas, haciendo ondular como un mar las parcelas de cereales. A poco, fue un bramido racheado el que sacudió los campos con furia y las espigas empezaron a pendulear, aligerándose de escarcha, irguiéndose progresivamente a la dorada luz del amanecer. Los hombres, cara al viento, sonreían imperceptiblemente, como hipnotizados, sin atreverse a mover un solo músculo por temor a contrarrestar los elementos favorables. Fue el Rosalino, el Encargado, quien primero recuperó la voz y volviéndose a ellos dijo:
-¡El viento! ¿Es que no le oís? ¡Es el viento!
Y el viento tomó sus palabras y las arrastró hasta el pueblo, y entonces, como si fuera un eco, la campana de la parroquia empezó a repicar alegremente y, a sus tañidos, el grupo entero pareció despertar y prorrumpió en exclamaciones incoherentes y Mamés, el Mudo, babeaba e iba de un lado a otro sonriendo y decía: “Je, je”. Y el Antoliano y el Virgilio izaron al Nini por encima de sus cabezas y voceaban:
-¡Él lo dijo! ¡El Nini lo dijo!
Y el Pruden, con la Sabina sollozando a su cuello, se arrodilló en el sembrado y se frotó una y otra vez la cara con las espigas, que se desgranaban entre sus dedos, sin cesar de reír alocadamente”.

Pasaje de la última parte de Las Ratas. A pesar de ese “quien” que rechina, de antología. Un maestro.

jueves, 11 de marzo de 2010

OPORTUNISTAS O PEOR

Veo llena la fecha con dos imágenes repetidas hasta la saciedad: la derrota del Madrid en la liga de fútbol europea y el aniversario del 11-M. Sigo pensando que, en esta comunidad de cerca de cincuenta millones de personas, suceden a diario cosas más importantes y que repercuten en un gran número de sus componentes. Pero, como siempre, será más cierto que mi mente divaga y se pierde con demasiada facilidad.

Me gustaría que alguien hiciera descripción de los actos de homenaje que hoy se rinden a las víctimas del terrorismo. ¿A las víctimas? Tal vez nos asustaríamos. En todo caso, todas las instancias superiores andan ocupadas en ello, y todos sus componentes pierden la pierna por no faltar y salir en la foto, en este caso por miedo a que alguien los eche en falta y les señale con el dedo. Nada que ver todo esto con los homenajes espontáneos y sentidos que siempre son aplaudidos.

Creo que varias veces he dado noticia de mis sentimientos y de mis aportaciones para con este hecho execrable. Nada más que añadir. Y nada menos, porque han sido varias aportaciones.

También en este asunto desearía que alzáramos la mirada y que no nos dejemos llevar por los impulsos más inmediatos, y mucho menos por la demagogia más barata: no podemos vivir a golpe de gesto y de satisfacción de intereses oscuros.

El odioso y terrible crimen fue juzgado y sentenciado. Cualquier nuevo descubrimiento que se produzca puede llevar a reabrir el caso si la justicia lo considera oportuno. La justicia, no los intereses comerciales y políticos de los que han comerciado con cada gramo de sangre de los muertos hasta forrarse y mantener a este país enfrentado durante todos estos años desde una escala de valores que la historia tendrá que juzgar algún día. Si solo hace falta estar alfabetizado para entender que lo menos horrible para el país habría sido que la autoría hubiera sido de los malnacidos de la ETA porque no hubieran podido sobrevivir después del horror y además no se habría confirmado la existencia de otro terrorismo aún más peligroso como es el internacional y religioso. Las víctimas merecen todo nuestro respeto y todo nuestro apoyo. Lo mismo que lo merecen los demás ciudadanos: los enfermos, los más necesitados, los parados, los pobres, los analfabetos (tan gran legión), los drogadictos, los discapacitados, los… Todos, todos, todos. No entiendo por qué la ayuda ha de ser tan desigual y se tiene que concretar en congresos para el lucimiento de los asistentes, en encuentros en los que lo único que interesa es la crítica política y el rédito partidista. No sé cómo es posible que algunos de los dirigentes de asociaciones se hayan elevado al rango de referentes nacionales pues yo no conozco aportaciones suyas de tipo intelectual, ético o moral. No sé por qué no se considera que hay que regular los esfuerzos y los resultados, por ejemplo midiendo las participaciones en los homenajes y no paralizando la actividad con tal de no quedar mal a la luz pública y de las imágenes. Tengo la sensación de que hemos entrado en una espiral, provocada, como tantas otras, por los medios de comunicación, en la que interesan ya solo los gestos y la manera en la que se controle la reacción de los que levantan, miden y crean la realidad, o sea, de los medios de comunicación de masas. Y esos medios responden a un principio comercial, no de verdad absoluta, su interés último es la cuenta de resultados, con mayor o menor grado de honradez, que grados los hay en todo.

Quiero dirigentes sociales templados, no negociantes del dolor ajeno, radicales y no seres que dan toda su energía al servicio de lo políticamente correcto porque, si no, haremos un país de enclenques y de supersticiosos. En ese nivel ya llevamos muchos siglos.

Lo mismo que quiero conciudadanos que hagan de su vida un ensalzamiento de sus gustos y que esa defensa la pongan por encima del deseo de que se hunda el de enfrente. Ahora me refiero a lo del fútbol, claro. Qué país.

miércoles, 10 de marzo de 2010

LOS MEJORES DÍAS

Quiero compartir con Jesús Majada las imágenes de este veloz poema, pues responde al día en el que se agota toda posibilidad de anular una decisión que él, como yo, ha tomado y que empezará a surtir efecto a partir del verano. Casi todas las imágenes las he extraído de su realidad con un poco de envidieja.

LOS MEJORES DÍAS

Vivirás desde ahora los momentos
más densos y esperados. No los dejes
huir de tu presencia. Ponles salsa
a las ricas especias de la imaginación.
Duérmete en los laureles
y en ese huerto claro donde madura el limonero
durante todo el año.
Deja que tu mirada se la lleven las olas
buscando el horizonte.
Y no mires atrás pues el pasado
no es más que un almanaque
de innumerables notas a pie de página,
y los mejores días están sin escribir.
Serán los días júbilo y júbilo las horas.

La pluma sigue intacta y no falta papel.

martes, 9 de marzo de 2010

EL AUTOR DEL LAZARILLO

Vaya un revuelo que se ha montado con el asunto de la autoría del embrión de la novela moderna. Desde hace más de cuatro siglos y medio venimos leyendo una obra anónima y ahora parece que se desvela el misterio.

Como si fuera esta la primera vez que se le atribuye la obra al tal Diego Hurtado de Mendoza, del que ahora cualquiera puede conocer datos con solo apretar un botón en internet y así fardar de cultureta. A Hurtado de Mendoza y a otros, por supuesto.

Nunca he leído esta obra (y lo he hecho muchas, muchísimas veces) con la comezón de saber el nombre del autor. El nombre del autor aporta contexto, explicaciones y precisiones a diversos pasajes y expresiones, algunas últimas intenciones… Pero la obra se alza solita por encima de cualquier persona y se agiganta por su cuenta, sin necesidad de firma ni autoría. El fresco histórico que pinta la obra y la cantidad de conceptos que analiza deja muy pequeñito y sin interés el nombre de cualquier firmante. De manera que, a mí al menos, poco me preocupa ni me ocupa este hallazgo.

Cuando yo leía capítulos del texto para mí, o se lo leía a mis hijos mientras comían, nada me preocupaba este asunto; más bien andaba intentando diversión, descripción y algo de reflexión sobre las formas y los contenidos. Por cierto, no tengo ninguna seguridad de haber conseguido mis objetivos.

Así que, Diego Hurtado, si lo escribiste, gracias por hacerlo. Y si no (no estoy seguro de que el hallazgo vaya a zanjar definitivamente la polémica), pues a seguir leyendo, a seguir divirtiéndose y a la vez compadeciéndose de los estereotipos que en la obra aparecen. Y a extraer consecuencias para nuestras propias vidas y para nuestros tiempos.

¿Cómo anda la iglesia de ahora en comparación con la que se analiza en el Lazarillo? ¿Y la tropa de vividores que se mueven en la apariencia y que andan desnudos en cuanto raspas el primer barniz? Ufffffff: famosetes, famosotes, oscarizados, asalesianados de antiguo, bejarahuis, funcionarios aposentados y sacapechos, pequeñonegociantes… Quita, quita, mejor no seguir con la enumeración.

¿Y las formas? ¿Y el léxico? ¿Y las imágenes? ¿Y los diminutivos? ¿Y la distribución significativa? ¿Y la evolución del personaje principal?

¿Y las preocupaciones y los esfuerzos ímprobos en asuntos de tan poca enjundia al lado de todo lo que sucede a diario? Es que hay gente ´pa to´. Y en todos los campos.

“Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar.(…) Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, senteme como solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza, y con toda su fuerza alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima. Fue tal el golpecillo que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande que los pedazos dél se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé.”

Delicioso y antológico. A pesar de los leísmos.

Gloria y honor para el autor del Lazarillo. Pero poco me importa si el autor es uno y otro.

N.B. Por cortesía: La autora de la investigación y del descubrimiento se llama Mercedes Agulló.

lunes, 8 de marzo de 2010

UNA EXTRAÑA PREGUNTA

Hace un par de días me preguntaba una persona, en el transcurso de una tertulia, por mi ideología política. Me resultó extraña la pregunta pues pensaba que ya debería almacenar esta persona suficientes datos como para pensar en qué territorios me movía. No recuerdo muy bien cuáles fueron las palabras de mi respuesta pero sí la idea que contenían. En resumen, es algo parecido a esto: Una persona puede tener la ideología que ajuste con su conciencia pero tiene que estar a la altura.

Quien me conoce de a diario sabe, por ejemplo, que un voto depositado por mi mano no se contará nunca para un partido de derechas (salvo que cambie mucho mi visión del mundo), incluso conoce mi pertenencia nominal a una organización denominada de izquierdas. Pero entiendo que haya gente de derechas y que, razonadamente defienda sus posturas y las ideas que considere convenientes y más beneficiosas. Sobre todo si los beneficios son para todos, porque, si no, se convierten en intereses personales o corporativos, y eso me encaja menos. Aunque estoy dispuesto a soportar también eso porque nadie está libre de mirar para su casa y de librar primero la batalla de sus intereses personales.

Así las cosas -y como le dije a esta persona en los cortos espacios que nos dejaban otras que por allí pasaban-, no estaría de más analizar ideas y contrastar comportamientos. De ahí podríamos deducir tendencias, ideologías y adscripciones.

Ahí va un ejemplo. Llevamos varias semanas asistiendo a un espectáculo público en el que se mezclan aportaciones y opiniones acerca del asunto de las corridas de toros.
Y los comportamientos son absolutamente diferentes según los casos.

En Cataluña se parte de una iniciativa popular. Después se abre un periodo de reflexión con luz y taquígrafos. Se llama, para ilustrar al legislativo, a defensores y detractores del asunto sobre el que se va a legislar. Sobre eso, ya se verá cómo se determina.

En Madrid, en Valencia y en algún sitio más. De la noche a la mañana, se anuncia que, desde el poder político, se va a declarar tal costumbre BIC, Bien de Interés Cultural. Y, por si hubiera dudas, se reconoce públicamente que se trata de dar réplica a lo que está sucediendo en Cataluña. Ese es todo el proceso y, además, sacando pecho y haciendo amigos.

Los comportamientos y las actuaciones son radicalmente diferentes. Por casualidad, en un territorio gobierna la izquierda y en los otros la derecha. Pues ahí hay un ejemplo ilustrativo de las formas de hacer de unos y de otros. En términos generales, se puede describir cuáles son las personas y los medios de comunicación que andan en una dirección y en otra y nos saldrá una buena instantánea de lo que se dilucida.

El ejemplo se puede trasladar a cualquier ámbito de la vida y a la práctica diaria.
De modo que, a deducir y a comprometerse, si no con siglas, sí con ideas y con comportamientos, con situaciones próximas y con la realidad más inmediata. Por ejemplo con la del pueblo o la ciudad en la que vivamos.

Por cierto, a mí las corridas de toros me dejan a medio camino, pero no las prohibiría por ley. Exigiría, eso sí, que de mis dineros no se gastaran más caudales que para los demás asuntos públicos y que jamás nadie volviera a llamarla fiesta nacional. Que la sociología que las sostiene no se aproveche de subvenciones ni de prebendas (policías, bandas de música, cesiones, representaciones…) que los demás, y que no llame nacional a lo que rechaza al menos la mitad de la población.

Así que, amiga mía, otro día seguiremos con eso de ser de derechas o de izquierdas y, sobre todo, con lo que entiendo que significa estar a la altura. Hoy que nos valga con este ejemplo.

N.B. Y no he dicho nada de los Oscar. Con lo que me sugiere todo lo que los rodea y yo con la lengua mordida. Ya no es uno lo que era… Seguramente es que uno es más todavía.

domingo, 7 de marzo de 2010

ANOTACIÓN

Dejaré anotada aquí la lista de libros que, en lectura completa, pasaron por mis ojos durante los meses de enero y de febrero. Lo hago con la misma intención de meses anteriores. Y tal vez porque estoy bastante cansado pues el día se me fue en Ávila, contento y feliz, junto a Sara, que sigue descubriendo en aluvión los síntomas de la vida.
………………………………………………………………………………………………………………………….
.- Rimas; Bécquer (Poesía) Electrónico. 12/25.
.- Coplas a la muerte…; Manrique (Poesía) E. 12/26.
.- El estudiante de Salamanca; Espronceda (Teatro) E. 12/29.
.- El arte de amar (Ars amandi); Ovidio (Poesía) E. 12/30.
.- El origen de las especies; Charles Darwin (Ensayo) E. 1/3.
.- La familia de Pascual Duarte; C. J. Cela (Novela) E. 1/4.
.- El Príncipe; Maquiavelo (Ensayo) E. 1/6.
.- El contrato social; Rousseau (Ensayo) 1/8.
.- Del sentimiento trágico de la vida; Unamuno (Ensayo) 1/17.
.- El banquete; Platón (Ensayo) 1/20.
.- 101 + 19 = 120 poemas; Ángel González (Poesía) 2/5. (otra vez).
.- El animal piadoso; Luis Mateo Díez (novela) 2/10. Rel.
.- Poemas de Tristia”; Luis García Montero (Poesía) 2/11. Rel.
.- El jardín extranjero; Luis García Montero (Poesía) 2/12. Rel.
.- Diario Cómplice; Luis García Montero (Poesía) 2/12. Rel.
.- Las flores del frío; Luis García Montero (Poesía) 2/13. Relectura.
.- Habitaciones separadas; Luis García Montero (Poesía) 2/15. Rel.
.- Completamente viernes; Luis García Montero (Poesía) 2/15. Rel.
.- La intimidad de la serpiente; Luis García Montero (Poesía) 2/16. Rel.
.-“Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn”; “En pie de paz”; “Rimado de ciudad”; Luis García Montero (Poesía) 2/17 Rel.
.- De todo corazón (111 poemas de amor) José María Plaza. 2/ 18.
.- Ángeles sobre Berlín; Mercedes Riba (Poesía) 2/19.
.- Luces de Bohemia; Valle Inclán (Teatro) 2/23 Rel.

sábado, 6 de marzo de 2010

SUPLICARTE TAN SOLO LO IMPOSIBLE

Hoy quisiera mostrarme más realista,
suplicarte tan solo lo imposible:
lo que no puedes darme,
lo que mantiene viva mi esperanza,
mientras es esperanza,
lo que no tiene nombre si no es en tu recuerdo.

Cada vuelta a un recuerdo es una forma
diferente de hacer uso del tiempo,
una manera única de oírte,
de sentirme en tu boca
y en tus ojos, mirándome en la tarde.

Eres tú quien me llama como nadie,
la que mejor pronuncia mis palabras,
la que mejor conoce mis pisadas,
la que anuncia los ecos de mis labios.

¡Si yo también supiera llamarte por tu nombre!

NOTICIA DE ALCANCE

Hoy recé por si me reconciliaba con el dios que alquiló el útero de una mujer para poder tener un hijo y que tiene unos representantes sátrapas que se oponen a cualquier variante que no sea fiel a la familia tradicional. La comunicación tenía muchos ruidos.

jueves, 4 de marzo de 2010

COMO DIVAGANDO

Hoy no quiero rezar con la razón; si acaso, dejaré mi espacio cotidiano para el rezo con el corazón. Pero sí quiero sermonear un poquito. ¿A quién puedo sermonear? A mí mismo. ¿Por qué? Por reconocerme cada día más lejos de lo normal, de lo normal por frecuente y de lo normal por propio de la norma. Y no digo que esté alejado de ambos perfiles: eso lo doy por hecho; lo que afirmo es que cada día me noto más alejado.

¿Cuántas leyes, como norma, me parecen extrañas? Demasiadas. Sobre todo en su aplicación. Cada día me veo más encima de montones de papeles, de leyes y de reglamentos que piden y dicen no sé cuántas cosas. Si tuviera que tenerlos todos en cuenta, me suicidaría al momento. Todos a la cárcel, rezaba el título de una película. Pues eso, todos a la cárcel, o por exceso de normas, o por incumplimiento de las mismas. ¿Nadie me va a conceder un poco de espacio para mi sentido común, aunque no conozca la literalidad de las normas? Confieso no conocer ni siquiera el código de la circulación. Por supuesto, tampoco los códigos civil y penal, ni las ordenanzas de mi ciudad, ni los reglamentos que ordenan mi trabajo. No conozco nada o casi nada. Y confieso algo más desalentador: no tengo ninguna intención de ponerme al asunto para empezar a conocer toda esta retahíla de artículos. Voy por la vida a tientas, con un apoyo mínimo en mis abstracciones de lecturas y de pensamientos. Hasta ahora me voy sosteniendo, pero con la sospecha de que cualquier día me detienen y me condenan por analfabeto total.

¿Y sobre la norma como costumbre? Aquí sí que me pierdo totalmente y no me encuentro por ningún sitio. Algunas perlas: No conozco casi nada del cine ese que arrasa y que tiene como valor fundamental que ha costado filmarse no sé cuántos millones de dólares de los del imperio. No he comprado, ni pienso comprar, ningún disco de Michael Jackson (¿se escribe así?), ese que renegó de su raza, que abusaba de los niños, que vivía pendiente de los estupefacientes, y que era el rey de no sé cuántas cosas. Ni he gastado nunca un duro en discos de toda la gente que se le pudiera parecer. Siento vergüenza ajena cuando veo la colas que se forman para conseguir una entrada de fútbol y las horas que se gastan para ello. No reacciono demasiado bien cuando sucede lo mismo para un concierto. No entiendo cómo se pueden pasar tantas horas dentro de un bar, bebiendo y dejando pasar el tiempo y tragando humo. No me cabe en la mente que la gente se pase el año ahorrando para pasar unos días lejos de su casa de vacaciones y la mitad de ellos los gaste en el transporte. No sé cómo se puede someter tanta gente a la repetición de hechos (aquí la lista sería muy larga: fiestas, procesiones, usos…) sin echarle de vez en cuando una ojeada por si acaso merece la pena cambiar algo. No consigo explicarme por qué el personal sigue tan plácido al ver que el de al lado, con el mismo esfuerzo o con menos, se pega una vida padre. Me repatea que tantos millones de personas no reclamen una publicidad que no sea para subnormales profundos. Me pone a cien que haya personas que defiendan una moral estrecha para unos casos pero que se abran de todo en cuanto ven a un galán o a una galana en pantalla (Ya llegan los Óscar, por cierto). Soy tan bruto, que no entiendo por qué se nos aconseja consumir y más consumir si al minuto nos proponen clínicas de adelgazamiento o tiendas de reparación. Igual de bruto soy al no entender por qué todo el año andamos de rebajas y al pensar que lo que es una mierda es el sistema económico. Nadie me consigue explicar por qué la gente se esconde en sus amiguitos y apenas se cumple con la educación pública: yo tengo mi explicación pero tal vez no sirva… Y así hasta la náusea. No entiendo, no entiendo, no entiendo.

Por aquí no se va a ningún sitio, coño. Me reconozco inadaptado, antisistema, descolocado, desnortado, perdido. Es lo que tiene esto de ponerse a divagar.

miércoles, 3 de marzo de 2010

APRENDIENDO A REZAR

Las religiones tienen una de sus caras más visibles en la liturgia y en los rezos. Al fin y al cabo, todavía la palabra continúa siendo la base de la formalización de conceptos y el ser humano lo es solo desde el momento en el que alcanzó la articulación de los sonidos y la conceptualización de las imágenes y de las realidades externas. Por eso, una de las mejores formas de acercarse a esas religiones es la de prestar atención a sus textos.

Me parece que los fieles, con demasiada frecuencia, tan solo repiten y repiten los textos, y escasas veces se detienen a indagar sobre el significado de los mismos. Tengo que conceder que la palabra, a pesar de sus virtudes, es una forma débil de concretar la realidad y que, por tanto, todo lo debemos leer y oír con benevolencia. Pero veamos.

Una de las oraciones más breves de la religión católica es el llamado Padre Nuestro; seguramente es la oración por excelencia. A mí me plantea muchos placeres y también muchas preguntas. Ahí van solo algunas:

a)Padre nuestro: La palabra padre implica muchísimas posibilidades: engendrador, cariñoso, protector, ordenador, repartidor… No ofrece un balance significativo negativo sino muy al contrario; aunque mucho habría que decir de engendrador por ejemplo. ¿Y nuestro? ¿Es que no lo es de los demás? ¿Nos lo apropiamos? ¿Y vuestro y suyo?

b)Que estás en el cielo: ¿Estás o eres? En nuestro idioma es algo muy distinto. Si estás, ¿estás de paso? ¿Dónde está eso del cielo? ¿Es toda la realidad el cielo? Porque parece sugerir la palabra, en singular, que hay otros lugares distintos. Y si estás en el cielo, ¿esto de la tierra qué tal se te da?, ¿cómo lo entiendes?, ¿vienes de visita?, ¿cuándo?

c)Santificado sea tu nombre: ¿Esto significa que todo lo que huela a Ti (no dirás que ahora no lo santifico: lo escribo con mayúscula) tiene que ser tomado en tono sagrado y, por tanto, misterioso y oculto? ¿Qué sería lo contrario? Parece que se dota a la palabra Dios de un aura misteriosa y extraña. O, en tono vulgar, algo así como niño, mírame y no me toques.

d)Venga a nosotros tu reino: Por lo menos hay que pensar que, en algún momento, andamos apartados de ese reino, y que se extenderá hasta nosotros no se sabe muy bien por arte de qué. ¿Es que andas siempre en batallas? ¿Y rey por qué? Nosotros solo súbditos inclinando la rodilla y repitiendo sí boana. No estoy seguro de que el régimen monárquico sea el más apetecido, sobre todo por aquello de las desigualdades y de los súbditos. ¿Porque no será por lo de la prensa rosa y los actos oficiales esos de la representación y de salir en la foto, verdad?

e)Hágase tu voluntad: ¿Tenemos nosotros voluntad? Y, si la tenemos, ¿para qué nos vale si pedimos que se cumpla la tuya? Menos mal que se supone que siempre será la tuya una voluntad positiva. Seguro que no encajará en ella lo de arrasar a enemigos, lo de favorecer a unos sí y a otros no o lo de crear dolor sin sentido.

f)En la tierra como en el cielo: Ahora está ya más claro que el cielo es una cosa y la tierra otra diferente. ¿Dónde has puesto las fronteras? ¿Y eso del infierno? ¿las leyes son distintas en según qué sitios? Qué lío.

g)Danos hoy nuestro pan de cada día: Mira, esto del pan sí lo entiendo porque comprendo que será aquello del término no marcado; o sea, que vale para todos los alimentos. Ya ves que necesitamos comer cada día. La verdad es que, como lo vamos a necesitar mañana también, no estaría de más tenerlo asegurado, porque para mañana tenemos que volver a la petición. Como un día te encontremos de mal humor…

h)Perdona nuestras ofensas: ¿A quién hemos ofendido nosotros? Se supone que a ti. Es poca cosa porque nuestra capacidad es muy reducida y no ofende quien quiere sino quien puede. Yo creo que este perdón lo tenemos conseguido. Está chupado este encargo.

i)Como nosotros perdonamos a nuestros deudores: Aquí veo al menos dos asuntos peliagudos. Tu manera de perdonar tiene que ser como la nuestra. Me parece, no lo tomes a mal, que es manifiestamente mejorable la forma que utilizamos entre nosotros pues no perdonamos con ninguna facilidad. Me gustaría que cambiaras de método. Y eso de nuestros deudores no creas que lo entiendo muy bien. ¿Quién me debe a mí? ¿Qué me debe? Perdona pero creo que aquí los humanos nos ponemos demasiado chuletas al pedir que los métodos de un dios se rebajen a los usos humanos.

j)No nos dejes caer en la tentación: ¿Qué es eso de la tentación? ¿A qué tentación se refiere la oración? Ya sabes que hay gente que dice que realmente lo que nos tienes que dar son tentaciones, o sea, deseos de hacer cosas y de movernos en la vida, de activar nuestra voluntad y nuestras posibilidades. Y, si hay tentaciones, ¿quién nos tienta? ¿Quién tiene la desfachatez de hacer tal cosa sabiendo que ahí estás tú para darle con la vara entre las piernas?

k)Y líbranos del mal: Yo no sé definir el mal, pero creo que sé sentirlo. Así que vale, líbranos de él. Claro que uno andaría mejor si no hubiera necesidad de libraciones por el hecho de que, si no existiera ese mal, no caeríamos en él.

De modo que, por todo ello, y por muchas más preguntas que me dejo en el tintero, no sé si decir con ilusión AMÉN.

martes, 2 de marzo de 2010

A LAS PRUEBAS ME REMITO

A veces me dan ganas de abrir en esta ventana una sección que analice algunos de los usos y abusos más frecuentes que se hacen del sistema lingüístico. Si uno tuviera la más mínima sospecha de que las recomendaciones se iban a tener en cuenta, no tendría el menor reparo en emprender la defensa de la causa. Pero esto lo lee quien lo lee y no estoy nada seguro de que, aun leyéndolo, se hiciera el más mínimo caso.

El sistema lingüístico tiene sus reglas, estas reglas son producto de un acuerdo social y su uso correcto debe ser una aspiración común y una exigencia para todo aquel que se mueva en niveles públicos y cobre de la bolsa colectiva. No estoy por la labor de afear un mal uso porque un descuido lo tiene cualquiera, incluso de trazos gruesos, pero sí me preocupa el abuso de los errores entre aquellos que son modelo para el resto de la comunidad.

Sentarse a ver un telediario y empezar a ver cómo desfilan ministros del Gobierno, representantes de la oposición y personajes de diverso pelaje dando patadas al diccionario, organizando oraciones como mejor les viene en gana, practicando el anacoluto como quien toma cafés, vendiendo imprecisiones en rebajas o haciendo concordancias a su antojo es casi inmediato.

Hoy mismo afirmaba un ministro, !en periódico nacional y serio!, que “en estos últimos meses en el que…”, y un articulista, ex presidente de Comunidad Autónoma, escribía, más de una vez, “en la campaña norteamericana, donde John MacCain…” Son ejemplos tomados al azar en la última hora.

¿Nadie puede prohibir el paso a un ministerio a quien no usa las elementales reglas de concordancia? ¿Y qué se puede decir del ex presidente que no conoce que el valor de la forma donde es espacial y se refiere a un lugar físico y no mental?

Me gustaría huir del prurito intelectual y de la actitud puntillosa. Reitero que un error se le escapa a cualquiera (el mejor escribiente echa un borrón, aliquando dormitat Homerus, quien tiene boca se equivoca, un fallo lo tiene todo el mundo…) y hay que disculparlo. Hablo de usos frecuentes, de descuidos continuados, de imprecisiones que se convierten en norma, de conciencias flojas y pendulonas en todo lo que se refiere al uso del lenguaje.

Y una lengua es el mejor reflejo de una sociedad y el mejor retrato de una persona, la mejor muestra de su pobreza y de su riqueza. Porque pobreza y riqueza no son solo el PIB o el número de parados. Que no, coño, que no, que lo que no son cuentas no tiene por qué ser cuentos. ¿Es tan difícil entenderlo? ¿Y ceder espacio y protagonismo a aquellos que mejor ejemplo puedan dar? Debe de serlo. A las pruebas me remito.

lunes, 1 de marzo de 2010

¿DEFINICIÓN DEL AMOR? ¡Y EN CINCUENTA PALABRAS¡

Me han pedido, para un trabajo colectivo, algo así como una definición del amor, y que lo haga en cincuenta palabras. Bueno, también el ser humano vaya tal vez algún día a Marte. Mientras tanto…

¿DEFINIR EL AMOR? ¿Y EN CINCUENTA PALABRAS?

Libertad, cautiverio, luces, sombras,
entrega, sumisión, placer, engaño,
cariño, afecto, apego, sentimiento,
adoración, ternura, conveniencia,
afición, suavidad, encantamiento,
abrazos, luchas, besos, añoranzas,
belleza, perfección, magnificencia,
sublimidad, primor, embrujo, gracia,
asombro, ofuscación, aturdimiento,
distracción, confusión, inconsecuencia,
terremoto, temblor, susto, seísmo,
confianza, sencillez, atrevimiento,
privilegio, exención, deslumbramiento.

Sobran cuarenta y cinco de cincuenta:
“Quien lo probó lo sabe”. Echad la cuenta.