viernes, 28 de enero de 2011

"QUE YO SOY NORMAL"

Hoy tocó presentación del libro de Felipe Comendador. Este es el texto que utilicé, acompañado de las correspondientes morcillas y pausas que a mí me gustan tanto.

QUE YO SOY NORMAL

Béjar, 2011/01/28 Espacio cultural No Te Salves

Se supone que yo debería explicar, brevemente y con suficiente claridad, qué es lo que encierra este libro que hoy se presenta, tanto en la forma como en el contenido, con el fin de animaros a todos a su lectura y degustación. Cada vez me resulta más difícil entrar al comentario de cualquier texto, pues reviso mi capacidad y no encuentro apoyos suficientes como para sentar en público demasiadas ideas y, además, intentar que estas tengan urdimbre, no disparaten mucho y reflejen una estampa no muy equivocada de lo que se pregona. Al fin y al cabo, aún sigue vigente aquello del color con el que se mira y mi vocación no es precisamente la de juez, si no es conmigo mismo, que ese es otro cantar muy peliagudo. Pero vamos a ello.

Me permitiré de entrada una muy breve y sencilla reflexión filológica que me sugiere el título de la novela. Piénsese en esa palabra que lo encabeza, “Que”, y obsérvese que nos obliga sintácticamente a hacer derivar la oración de otra anterior, principal y supuesta, y que eleva el tono fónico y emocional de su significado: algo así como “Oiga, que yo soy normal”, o acaso algo así como un grito desesperado: “Pero que yo no soy un bicho raro, que yo soy normal”. Véase, además la necesidad que se ha tenido de resaltar la presencia de la primera persona, (“yo”), como reafirmación de la oposición entre esa primera persona y las otras personas; algo así como si se quisiera determinar que el único realmente normal es el que protagoniza esta historia. Y, por último, el doble valor que en castellano comporta la palabra “normal”. Su primera acepción hace referencia a aquello que se ajusta a la norma legal. Pero existe una más, acaso más utilizada en la lengua oral, que se refiere a lo más común, a lo que hace más gente, a lo más usual, tenga esto que ver o no con la norma. ¿A cuál se está refiriendo el autor, a que el protagonista se sujeta a las leyes y no las conculca, o a que él actúa como lo hace casi todo el mundo? El autor tendrá su respuesta y cada lector la suya, pero la perspectiva en la lectura cambia según se le aplique una u otra.

Esto como para abrir boca y para dar sentido o confusión al título de la novela.

En la contracubierta del libro rezan unas palabras de presentación que pueden servir tanto como las que yo aporte como aproximación certera al contenido de las casi trescientas páginas que forman el volumen. Yo me acojo a ellas y, si acaso, las gloso un poco y las interpreto según mi saber y entender. Bien veréis, por tanto, que no haréis otra cosa que perder unos minutos escuchándome, siendo así que en media página podíais haber despachado el asunto.

Leeré esas palabras: “Que soy normal puede ser perfectamente un tratado completo de filosofía intranscendente, una clase caótica de estilo literario, un ensayo mellado sobre una vida hecha, un juego entre la memoria real y la memoria inventada, un diario constrictor (como la boa aquella), un ejercicio precreativo, un drama jocoso o dos novelas cortas y un diario mal mezclado en la Turmix de casa… también puede ser nada, que ya es algo.”

Hala, como soltando bendiciones y arreglando el mundo por todas partes. Y, sin embargo, estas palabras abarcan mucho de lo que esta novela aporta y resumen muy bien los caminos por los que se debe transitar en su lectura.

La apoyatura externa desconcierta al lector menos avezado pues no hay aparente historia lineal que llevarse a los ojos ni hay héroes que venzan al destino, ni enseñanza moral clara que avive los sabores o los sepulte en agrios o amargos.

Hay un joven que recuerda sus días en Salamanca y en alguna otra ciudad estrecha y apartada, en el más simple camino biográfico; hay un enfermo que desgrana sus horas en un psiquiátrico y va dejando poso y pensamiento en un diario; y hay un claro aprendiz de novelista, El hombre Burberry´s, que ensaya un ejercicio metaliterario que viene a quedarse en solo ensayo y en fracaso.

No es difícil pensar que es el mismo personaje el que sustenta a los tres sujetos de las narraciones, y el impulso siguiente es suponer al propio autor detrás de cada uno de estos personajes. No sería lo más importante pero cada cual puede hacer el ejercicio de aproximación que quiera: no le resultará ni difícil ni equivocado seguramente.

Las tres facetas le permiten al autor formular estéticas distintas en la misma novela y, sobre todo, le facilitan la incorporación de casi cualquier material. De hecho, una buena parte de ese material ya había visto la luz en una novela inaugural de hace unos años (“El tipo de las cuatro”), y algunos de los textos de corte diarístico los conocíamos los que seguimos su blog en internet. Hay que estar preparados, por tanto, para el cambio de estilo, para el cambio de ritmo, para el cambio de propuesta formal y conceptual. No es frecuente un atrevimiento tal pero la sorpresa se somete a reacciones diferentes según el receptor que a ella se enfrente.

Es este para mí el fundamento formal más importante y novedoso de esta novela. De hecho, podemos pasar de una expresión formal y bien pautada -aunque siempre en un tono conversacional- a una expresión concisa, conceptual y reflexiva (la propia del diario), pasando por la expresión chorro y repetitiva del intento fallido de novela, muy próximo al monólogo interior. Ahí hay materia prima para saborear.

Leeré una pequeña muestra de cada uno: Estilo conversacional: Pg. 14. Estilo reflexivo, ajustado al diario: Pg. 34, 11 enero. Estilo chorro: Pg. 128-9. El comentario más detallado lo dejo para la perspicacia de cada uno de los lectores.

Pero debería dejar alguna reflexión acerca del contenido. ¿”Que yo soy normal” puede ser un tratado de filosofía intranscendente? No me importa aceptar el envite y firmar a pie de página. El personaje que moldea los tres aspectos viene a intentar demostrarnos que, a pesar de todas sus excentricidades y de toda la división y partición de su personalidad (Ya se ha señalado la existencia de al menos tres caras del personaje) los hechos de su vida obedecen a unas premisas comunes para casi todos los mortales y que él lo único que ha hecho ha sido realizarlas en otros parámetros. En su niñez y juventud, se dedicó a soñar y a dejarse llevar por los impulsos: ¿qué niño o joven no lo hace en mayor o menor medida? En otro momento de su vida intentó la creación y hasta se la planteó como método: ¿qué persona que se precie de tal no acomete en alguna medida la aventura?; en este caso, como metáfora, es el de la creación literaria y en otros muchos la del cambio de realidad personal; y en este caso resulta fallida como fallidos resultan tantos intentos en la vida.

Por fin, desde un estado de fracaso físico y mental (el manicomio), aparece la reflexión más honda, esa que aparece cuando los parámetros del tráfago de la vida han fracasado y el ser humano sensible se cuestiona los principios más generales y universales; es entonces cuando aparece formalmente el estilo epigramático del diario.

De modo que aquello que parecería un conjunto de elementos intranscendentes termina dando cobijo a un proceso vital de ecos negativos y de principios que terminan con la queja del título; algo así como el quejío del que protesta: ¡Que yo soy normal! y estos hechos que presento no son más que recuelos y posos de lo que la realidad vital me ha ido deparando.

“¿Es una clase teórica de estilo literario?” Ya se ha dejado constancia de la variedad de estilos y de las razones a las que obedece esa variedad. También se ha afirmado que esa variedad me parece uno de los principales valores de la novela. No insistiré más en ello.

“¿Y un ensayo mellado sobre una vida hecha?” Pregúntenle al autor por su edad y por el grado de autobiografismo. Y déjense llevar por la transformación de la persona en personaje, con todas las libertades literarias que conlleva tal fingimiento.

Seguramente la vida no sea más que una suma de ensayos, de intentos, casi todos fallidos. Pero, por si sirve de algo, afirmo que el mayor fracaso es precisamente no intentarlo, y que la certeza o falsedad del éxito o del fracaso dependerá siempre de los parámetros con los que sean medidos. Y a buen entendedor, pocas palabras.

“¿Y un juego entre la memoria real y la memoria inventada?” Juzguen lo que se ha dicho y no hay más que sumar.

“¿Y un diario constrictor?” Un diario, seguro. Y constrictor también pues que la vida es ancha y no cabe encerrarla en el papel. Ni falta que le hace. Menuda cárcel estrecha y encogida. Pero sirva esta obra, y tantas otras, de contraste entre la realidad multiplicada y la pobreza de la palabra que intenta aprehender la realidad.

“¿Y un ejercicio precreativo?” Claro.

“¿Y un drama jocoso con dos novelas corta y un diario?” Solo admito lo del diario, mucho menos lo de dos novelas y de ninguna manera lo de un drama jocoso. Hay mucho en el fondo de triste y de desencanto. Qué le vamos a hacer, así es la vida, aunque intentemos que la ironía nos salve.

“¿Y también puede ser nada, que ya es algo?” No, seguro que es mucho más que nada. Es la confirmación de que todo tiene unos límites mucho más modestos de lo que pensamos cuando iniciamos la vida; es la certeza de que las fuerzas y los principios nos van abandonando cuando la reflexión nos coge en ejercicio; es la evidencia de que muchas veces nos vemos avocados a expresiones vitales que nos convierten en la oveja negra del rebaño, cuando no en seres raros que nos miramos sorprendidos a la cara gritándonos sin pausa: Que yo soy normal, que yo soy normal, que yo soy normal.

Pero sabéis lo que os digo, sabes lo que te digo: que no hay nada normal, que todo es raro y único, que vivir es lo único que importa, si se vive con fuerza y con empeño. Pues llegará el fracaso, y en algún caso el éxito -que eso nunca se puede controlar y no es lo que más importa ni dura-, pero tendrá otros ojos más cercanos y podremos mirarlo sin complejos, cara a cara, como quien va a la lucha con la vida, como quien va al fracaso con la muerte.

2 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Si un día publico un libro, me gustaría que la presentación fuese mínima.
Que quienes se acercaran a él, lo hicieran por la garantía de encontrarme un poco reflejada. Y ya está. Y que lo leyeran, y luego me dijeran lo que les ha parecido. Y cuantas más observaciones, mejor. Demostraría que lo han leído con interés. Y si han disfrutado, miel sobre hojuelas.

El vender más o menos no tendría que ser lo más importante.
Con un poco de explicación en la sobrecubierta, suficiente.

Si quiere que le diga, de todo su texto, lo mejor el último párrafo.

Saludos.

P.D.: Y por descontado que le deseo a Luis Felipe Comendador que venda muchos libros, pero él no es lo que hoy en día se entiende por 'normal' al uso. Y para gustos están 'los raros'.

mojadopapel dijo...

Es interesante seguir aprendiendo contigo, Maestro.