lunes, 24 de enero de 2011

"ESTÁBAME YO EN MI ESTUDIO..."

La tarde se despide y va exhibiendo
su voluntad de sombras. Yo me muevo
por los pasillos lentos de mi casa,
y busco sin pensarlo mi habitación de estudio
(Aquí el estudio es afición, apego,
tendencia, inclinación y simpatía,
o sea, aplicación etimológica).
Me siento y miro a todas las paredes
que dejan solamente una ventana
con vistas al fulgor de unas voces de niños en la calle;
el resto es almacén de muchos libros,
de cuadernos, de sueños escondidos.

Es momento propicio
para desempolvar los anaqueles.

Aquí duerme conmigo la ceguera de Homero,
Platón grita y se esfuerza
por dialogar sin tino
(Me confunde a menudo
y no siempre suscribo sus ideas),
Juan de Yepes me atiza
con su íntima belleza en las narices,
Unamuno me riñe
(Yo solo le hago caso algunas veces
y le afeo sin miedo su alboroto continuo),
están Ovidio, Lorca, Shakespeare y Dostoyevski,
Borges, Marx, Garcilaso y don Antonio.

Pero no pensarás que son los únicos:
hay cientos reposando en las paredes,
miles que se mantienen
en un silencio extraño y respetuoso.
Aquí están mis amigos, que también
me convocan y suspiran
por dedicarme un rato de su tiempo.
Y estoy yo en mis papeles, en mis cosas,
en cientos de mis páginas
que repasan mi vida y mis afanes,
mi lucha desigual con las palabras.

Hoy contemplo en la paz y en el silencio
todo lo que se guarda en este espacio,
en este santuario en el que ejerzo
de único sacerdote.
Y descubro que aún el mundo es pequeño,
que todo se reduce
a una simple lección y a esta certeza:
que me faltan la fe de tu presencia
y esos ojos sencillos
que se han llevado el mundo sumiso en sus pupilas.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Me gusta..."la tarde se extingue y va exhibiendo su voluntad de sombras....

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Qué bien se está en el refugio- fortaleza, acompañados de los amigos libros, que esperan, silenciosos, a veces olvidados, siempre abiertos a hablarnos cuando de ellos nos acordamos, sin molestarse ni molestarnos, y ¡teniendo por decir tanto!.

Y la compañía de los otros amigos sinceros,... pero todo se interrumpe por la voz, o la sola presencia de un ser menudo, que nos baila a su antojo, con su reír. Y en ese momento ahí está concentrado, en sus ojos, todo lo que mueve nuestro pequeño mundo.

Le pongo un enlace:

Si d’amor pena sentís-Anónimo-CP113(s.XV/XVI)

Saludos.